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La campaña permanente

Pedro Gómez Nieto

El poder es como una droga y como tal genera adicción, tanto mayor cuanto más se tiene y ejerce, por eso cuesta tanto dejarlo. Se presenta en diferentes ámbitos de la vida: familia, colectivos, trabajo, milicia, pero en la política es donde manifiesta connotaciones singulares. Hay políticos que ejerciendo poder desarrollan el “sesgo del espejo”: creer que cuestionar sus decisiones equivale a perjudicar los intereses del país. Ejemplo recurrente es la frase de Luis XVI ante el Parlamento de Francia: “El Estado soy yo”. Resulta indubitado que el desempeño del poder, en este caso la gestión de gobierno, tiene un coste, porque es imposible gobernar a satisfacción de todos. Siempre habrá sectores de población descontentos al sentirse perjudicados en sus intereses y necesidades. De entrada, no hay candidato que alcanzada la presidencia cumpla todas las promesas que hizo durante la campaña para obtener votos.

Retrospectivamente, cualquier gobierno siempre pudo haberlo hecho mejor de como lo hizo. Esto nos coloca delante de un retrete utilizado por coprofílicos de la oposición, de cualquier oposición, para desarrollar una política negativa, confrontativa, rupturista, carente de soluciones. Quien meta la mano siempre sacara una ñorda “post morten”. A saber, conocidos los resultados del accionar de gobierno en un asunto, es sencillo valorarlos nocivamente: exponiendo los errores cometidos, perjuicios ocasionados, legislación afectada, derechos violentados, etcétera; con el apoyo inquisitorial de los medios, a modo de tribunales de justicia. Táctica eficaz para generar incertidumbre y elevar perfil de los profetas de calamidades, cuestionando y debilitando la gobernabilidad.  

Cuando la estrategia implica “acoso y derribo”, “tierra quemada”, normalmente oculta sentimientos de odio y frustración por incapacidad política. Además de utilizarse el retrete “post morten”, se busca ensuciar el honor y la reputación del sujeto. Como ejemplo estudiemos la trayectoria política de Giulio Andreotti (1919-2013), de ideología conservadora, siete veces primer ministro de Italia. Cuando la oposición denunciaba que estaba desgastado, respondía: “El poder desgasta, pero sobre todo a quien no lo tiene”. Sus adversarios, realmente enemigos, trataron de derrotarlo y sacarlo de la política acusándole de estar vinculado con la mafia, motivo por el que fue investigado por años, hasta que finalmente en el 2004 la Corte de Casación confirmó la absolución de todos los cargos, sin que ninguno llegase a un tribunal de justicia. Andreotti dedicó una frase a la caterva de políticos, incapaces de vencerle en buena lid: «Gobernar no consiste solo en solucionar problemas, sino en hacer callar a los que los provocan».

En ocasiones el problema no procede de un error del gobierno, que también, sino del comportamiento malicioso de la oposición que induce en la opinión pública emociones negativas, tendentes a cuestionar su autoridad, su legitimidad. Mientras la legalidad es el sometimiento a la norma, la legitimidad es el respaldo social a la autoridad. Respaldo que algunos políticos pseudodemócratas llevan toda la legislatura tratando de convertir en desobediencia civil, alentando la insurrección popular.La legalidad implica obligaciones, mientras la legitimidad conlleva reconocimiento y responsabilidades, lo que olvida la oposición totalitaria. Frente al nuevo proceso electoral, la sociedad tiene la sensación de que llevamos en campaña toda la legislatura. La oposición tratando de derrocar al gobierno, y el gobierno intentando sacarla adelante contra viento y marea, huracanes y pandemia; también cometiendo importantes errores. Como botón de muestra una frase repetida tiempo atrás por políticos de la oposición: “No podemos ir a elecciones con este gobierno, primero hay que sacarlo y nombrar un gobierno provisional. Estamos preparados para asumirlo.” ¿Cuál es la nueva campaña electoral, negativa, maliciosa y rupturista, que no puso ya en marcha la oposición al día siguiente de perder las pasadas elecciones?

Estando de moda las listas (negras) gringas, al punto de que el presidente de El Salvador dijo tener la suya, animaría la campaña que cada candidato confeccionara una, para motivar y fidelizar a sus seguidores. Lista conteniendo los diez problemas concretos que considere más urgentes de solucionar, comprometiéndose a resolverlos en los cien primeros días de su mandato. Empeñando su palabra con el electorado. Si la lista gringa, que impunemente violenta los DDHH y condena sin juicio previo, anula la visa y bloquea los activos del sujeto, incumplir el candidato su compromiso también anularía su legitimidad como presidente, cargo que habría obtenido engañando al pueblo para que le vote.

“Es defecto común no preocuparse por la tempestad durante la bonanza”.  -Maquiavelo-

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