La política debería ser el accionar ordenado de una sociedad en busca del bien común, según unas reglas previamente establecidas. En democracia cada elector es un voto y la suma de votos determina las mayorías donde reside el poder, que se fortalece y genera credibilidad cuando utiliza el dialogo. Pero cuando entran en juego las imposiciones, los comportamientos coactivos, desaparece el dialogo. Como ejemplo el fracasado “Dialogo Nacional” pergeñado al estilo gansteril por Orlando Zelaya, el “honesto”, y su socio Nasralla Salum, el profeta coprofílico.Sucintamente: impusieron un pliego de «condiciones previas» al que llamaron “predialogo”; exigieron al Congreso que aprobase sin debate las propuestas acordadas, lo que implicaba para los diputados hacer dejación de sus funciones constitucionales; finalmente mostraron su caballo de Troya: que la ONU, por medio de su embajador Garafulic, respaldase el adelanto electoral como solución para salir de la crisis política que ellos mismos habían creado para debilitar al gobierno. El dialogo nacional escondía el chantaje nacional.
Responsabilizamos al cambio climático por las dos tormentas tropicales que impactaron consecutivamente sobre Honduras, olvidando nuestra corresponsabilidad por la magnitud de sus efectos. Durante años, en el Valle de Sula, nos hemos despreocupado de la construcción y mantenimiento de los bordos necesarios, canales de alivio; permitimos que se urbanizaran zonas inundables y otras de cultivo; que se talasen impunemente los bosques… Faltaría espacio para seguir escribiendo. ¿Qué pasó con las represas de Jicatuyo y Los Llanitos que en el gobierno del “Poder Ciudadano” se iba a construir con una inversión de $700M, por la compañía brasileña Odebrecht implicada en actos de corrupción? Honduras es como el Titanic, navegamos irresponsablemente hacia el siguiente iceberg para después lamentarnos y buscar con celeridad parches temporales, no soluciones definitivas. Los problemas deben resolverse no administrarse, la ENEE como muestra. Por si no fuera suficiente lo que ya tenemos dentro del camarote de los hermanos Marx, llama a la puerta la campaña electoral.
Hay más democracia y honestidad en un supermercado que en la campaña electoral. En un supermercado las marcas que ofrecen productos similares deben competir para diferenciarse, utilizando la publicidad para captar consumidores. Metafóricamente la marca es el partido político, el producto es el candidato, y la publicidad el mensaje al consumidor para que compre el producto, al electorado para que vote por el candidato. Pero mientras el candidato es un producto perecedero, el partido -como marca- está obligado a trascender en el tiempo, necesitando ofrecer un proyecto atractivo y coherente, diferenciado del resto de competidores.
El aumento significativo de partidos no es signo de fortaleza democrática sino de debilidad legislativa, porque facilita la proliferación de oportunistas para quienes la política es un negocio. Reflexionemos, ¿dónde están los idearios, las doctrinas políticas, las declaraciones de principios, en los que se sustentan los nuevos partidos? Para estos advenedizos el partido es una inversión empresarial. Se rodean de pesebristas para generar un liderazgo artificial, acomodando las normativas internas como el guante a la mano. Los consumidores (electorado) representan el último trámite para agarrar poder, a los que se manipula con la propaganda y engaña con la publicidad adecuada.
La mediocridad de los candidatos es de tal magnitud que arrastraron a sus partidos en la intentona golpista de sacar del supermercado los productos de la marca líder, “Partido Nacional”, reconociendo ante los consumidores que no tienen la capacidad individual para derrotarlo, proponiendo una entelequia: la unidad de toda la oposición para tal fin. Bodrio de torre de Babel. Un axioma jurídico establece que quien confiesa algo libera a la contraparte de tener que probarlo. Ya han sido derrotados pero todavía no lo saben.
La estrategia suicida de tierra quemada que desarrollaron en la legislatura expuso sus limitaciones y debilidades, sus carencias morales. Como penúltimo ejemplo la fétida entrevista concedida recientemente por el profeta coprofílico a DW, cadena de Alemania para el extranjero. Una de sus ñordas: “La sociedad hondureña esta militarizada, se hace sentir la bota de la dictadura por las calles de nuestras ciudades”. Con alevosía miente cual bellaco.El trabajo profesional y sacrificado que nuestras Fuerzas Armadas y Policía Nacional están realizando en apoyo del pueblo hondureño, no se merece el vómito de un desahuciado mental que muestra su podredumbre interior cuando abre la boca.
“Los seguidores necesitan saber a dónde los están llevando sus líderes y con qué propósito”. -Colin Powell-