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La caída del Tigre

Thelma Mejía

Tegucigalpa. – Muchos lo hacían dando testimonio en una corte judicial en Nueva York, otros que estaba preparando su defensa, pero otros más, aseguraban que el comisionado general de la policía nacional, en retiro, Juan Carlos “el Tigre” Bonilla, estaba en el país y se movía por la región de oriente, cerca de la frontera con Nicaragua. Que tenía la protección del gobierno del ex presidente Hernández.

La duda la despejó el ministro de seguridad, Ramón Sabillón, tras confirmar su captura a la altura de la zona de Zambrano, justo en el peaje, en donde el que fuera el jefe de la policía nacional, transitaba con la mayor normalidad del caso. El “Tigre” Bonilla, se supo, se movía entre la Villa de San Antonio, Siguatepeque, en el central valle de Comayagua, y la zona de Trojes, en El Paraíso.

Los detalles de su captura van saliendo de a poco, evidenciando la impunidad bajo la cual se arropó Bonilla, un hombre de personalidad recia, poco expresivo, y formado para muchas guerras, menos la de extradición, que empieza a librar.

Cuando en abril de 2020, la fiscalía de Nueva York lo designa como un capo de la droga que colaboró para introducir toneladas de estupefacientes a ese país, como parte de su acción de colaboración con la familia Hernández Alvarado (Tony y Juan Orlando Hernández), el ex jefe policial reaccionó negándolo todo. Dijo que estaba dispuesto a comparecer donde le llamaran, que iba contar su verdad. Juan Carlos “el Tigre” Bonilla es acusado también por los fiscales de haber asesinado a un rival de los hermanos Hernández.

Bonilla habló en diversos medios, pero su fanfarronería no le valió para que, en 2021, Estados Unidos pidiera su extradición, la cual fue archivada por las autoridades de la administración nacionalista de Hernández, evidenciando el nivel de impunidad en que actuaron muchos de sus funcionarios, entre ellos la Secretaría de Seguridad.

El pedido de Bonilla, es el primero que hace Estados Unidos de un personaje que fuera el jefe de la Policía Nacional de Honduras. Ya otros oficiales de menor rango han desfilado, dado sus testimonios y condenados en las cortes de justicia estadounidenses, pero el “Tigre” es sin duda una caza mayor por su rango, después del ex presidente Juan Orlando Hernández. Ambos representan el símbolo de la penetración y cooptación del crimen organizado desde las estructuras del Estado mismo.

Ambos alegan inocencia, ambos dicen que son objeto de una conspiración, pero los entendidos en temas de narcoactividad y funcionamiento de la fiscalía y justicia estadounidense, les recuerdan que los fiscales no trabajan con historias inventadas, que las investigaciones no son improvisadas y es hasta que tienen argumentos sólidos que los casos son elevados a las cortes de justicia de ese país.

Mientras los 12 abogados del ex presidente Hernández aceleran paso para evitar su extradición, el “Tigre” Bonilla ha adoptado por una defensa pública, porque todo apunta que carece de fondos para pagar los gastos de un defensor privado. Ambos, sostienen los expertos, tarde o temprano, terminarán rindiendo cuentas ante las cortes de justicia de Estados Unidos.

La captura y caída del “Tigre” Bonilla, puede ser parte sustancial en el proceso que se ha iniciado en contra del ex presidente Hernández. Si ambos logran ser extraditados, Juan Carlos Bonilla puede ser considerado un “testigo de lujo” ante la corte de Nueva York que llevará el caso del ex gobernante.

La impunidad con que se trasladaba por el país el ex hombre fuerte de la policía nacional, comenzó a ser tocada por las nuevas autoridades de la Secretaría de Seguridad y el ministro Sabillón advirtió que vendrían otras capturas, pues se han encontrado con varias peticiones de extradición que habían sido “congeladas” por sus antecesores.

Ese anuncio ha generado nerviosismo entre quienes sienten que pueden “ser llamados” a los tribunales de justicia estadounidense, en donde es claro que existe una estrategia entre Washington y el Ministerio Público para no abrir causa a ningún potencial extraditable a fin de no dar elementos que impidan ser llevados a la justicia de ese país.

Los políticos, nerviosos, empiezan a quejarse sobre el por qué no se actuó, se muestran “celosos” de la soberanía, el patriotismo y la institucionalidad, queriendo “recuperar” lo que ellos consintieron y asintieron que se perdiera. Hablan hasta de “adelantar” elecciones en una estrategia populista, que puede terminar en más hojas que tamal. La institucionalidad no se reconstruye a la carrera, se reconstruye con voluntad política real, adecentando procesos y dando paso a la meritocracia, no a quién tragó más pinol.

La caída del “Tigre” Bonilla si que está causando espantos, pero es el comienzo de otras que se darán como lo advirtió en su momento, la entonces embajadora, Lisa Kubiske. La ruta de la lista Kubiske sigue su curso. Nadie le quiso creer, y ahora, todos con el ¡Jesús María!

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