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La caída de los dioses

Por: Pedro Gómez Nieto

En la pasada misa dominical el sacerdote leyó un pasaje del primer libro de Samuel 27,4-7: “Cuando la persona habla se descubren sus defectos… La persona es probada en su conversación… La palabra revela el corazón de la persona».

Escrito unos 1.000 años antes de la llegada del Mesías, inspiró un artículo que publiqué en febrero de 2018: “La palabra como arma de destrucción masiva”, donde denunciaba la irresponsabilidad de algunos políticos por utilizar el lenguaje de forma maliciosa, induciendo emociones confrontativas y estados de opinión falsos. Como decía Marck Twain: “Entre la palabra adecuada y la palabra perfecta hay la misma diferencia que entre la luz de la luciérnaga y la del relámpago”.           

“La caída de los dioses” se titula una novela histórica del periodista David Solar, donde se detallan los motivos que provocaron la derrota de Adolf Hitler en la II Guerra Mundial. En 1940, con la capitulación de Francia, Alemania ya había ganado la guerra. A partir de ese momento, las malas decisiones tomadas por Der Führer”, “el líder”, y su Estado Mayor, determinaron que para finales de 1941 comenzara su declive, hasta la rendición incondicional el 8 de mayo de 1945.

Pareciera que los párrafos anteriores fueran fluidos y por ósmosis atravesaron la membrana de Honduras, para impregnar nuestra política. Las malas decisiones tomadas por los próceres y asesores, desde el 28 de noviembre del 2017, buscando arrebatarle a JOH la banda presidencial, a cualquier coste, utilizando como ariete al pueblo manipulado, inducido, y sacrificado, ha terminado por alumbrar sus verdaderos perfiles, provocando el declive político, anulando sus opciones como presidenciables. Las palabras del presidente italiano Andreotti, sobre la oposición, resultaron proféticas: “El poder desgasta a quien no lo tiene”.

Alumbremos lo último de Luis Zelaya, político fracasado. Siendo una virtud del liderazgo reconocer los propios errores, nunca le escuchamos un “me equivoqué, lo siento”. Su soberbia no se lo permite. Prefiere protegerse tras sus “principios y convicciones” cual traje de Superman. Sus problemas familiares son privados, pero es un personaje público, por tanto, su vida privada tiene las paredes de cristal. Son las reglas del juego político. La sociedad tiene derecho a conocer su ética y moralidad, sus principios y valores… Decir que: “están manipulando con ruines intereses a mi madre”, es hipocresía supina. Lleva un año aprovechando cualquier basura para arrojarla inmisericorde contra familiares y políticos del oficialismo. Ahora que su comportamiento depredador le regresa cual búmeran, pide el respeto que no concedió.

Pero dejemos el texto y observemos el contexto. Martha Medrano, 79 años, a la salida del juzgado -voluntariamente- se detiene delante de los medios. Fíjense en su “comunicación no verbal” (CNV), su paralingüística y kinemas, muestran: tristeza, frustración, confusión, desanimo… dolor emocional. “Psicológicamente me encuentro mal, nunca les he hecho nada malo a mis hijos y no es justo que me dejen sin la subsistencia”, comenta con la mirada perdida y voz entrecortada.

El exrector, desde su pedestal de integridad y virtud, profetiza contra lo que llama “el lado oscuro nacionalista y del sector liberal coludido”, pero… ¿cuál es su luz? Si el corrupto roba los recursos del pueblo, ¿cómo califica al hijo que impide a su madre acceder a los recursos que le dejó su difunto marido que constituyen su subsistencia? “¡Esto no arruinará mi imagen!”, vomita visceralmente sabiéndose acabado políticamente. Su cruzada a tierra de infieles para apoderarse de la banda presidencial fracasó, igual que su (no) liderazgo en el Partido Liberal.

Reparemos en su socio, Nasralla, corrupto ideológico. A raíz de la solicitud del gobierno por más presupuesto para aumentar el número de militares y policías, para combatir las maras y el crimen organizado, el periodista le pide su opinión: “No se necesita más gente en el ejercito ni en la policía, más bien ellos cuando buscan incremento del presupuesto, o incremento de personas, matan gente para justificar que se necesita, y así lo vienen haciendo desde quince años atrás”.

Demencial comportamiento mostrando el perfil patológico de un advenedizo en política, al que “Mel” definió como inestable emocional, responsabilizándole de la derrota electoral. Lo que dice es inconcebible, ensuciando maliciosamente el nombre de las dos instituciones uniformadas responsables de la seguridad nacional. ¿Este es el “salvador de Honduras”?

“La soberbia nunca baja de donde sube, pero siempre cae de donde subió”.

                                                                                                     -Francisco Quevedo-

                                                                                                 PG. Nieto.

                                                                                                  Asesor y Profesor CISI. 

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