La brújula olvidada

Por: Julio Raudales
Las autoridades gubernamentales, los empresarios, asociaciones de agricultores y demás gremios, ¡En fin! Todo el mundo ha puesto el grito en el cielo en los últimos días, ya que la sequía ha minado drásticamente las posibilidades de una provisión adecuada de alimentos para el país en lo que resta del periodo.

¿Por qué permitimos que llegara este momento si estábamos conscientes de los riesgos que implica la irrupción de los desastres ligados al Cambio Climático? ¿Será que el país no cuenta con instrumentos adecuados para anticipar y coordinar desde lo público las acciones necesarias para impedir que estos fenómenos castiguen tan atrozmente a la población? 
Fuen en febrero de 2009 cuando el Gobierno del Presidente Zelaya y el Congreso Nacional, hicieron cada quien por su lado, un llamado a la ciudadanía a incorporarse en la elaboración de lo que ellos, sin ponerse de acuerdo, llamaron un “Plan de Nación”. Ya el ejecutivo había realizado una consulta en el territorio, en la cual se definieron los elementos generales que un documento de esta categoría debe contener.
Era una aspiración tan acertada como antigua. Pese a que se habían hecho varios intentos a lo largo de nuestra historia republicana, no fue sino hasta 1953, durante el gobierno de Juan Manuel Galvez y como corolario a la reforma del sector público que dio origen al Estado tal y como lo conocemos en la actualidad, que se definió el primer Plan Nacional de Desarrollo, con una visión quinquenal, en el cual se establecían ya parámetros para lograr un crecimiento económico sostenido y un desarrollo basado en la seguridad social. Con la Huelga del 54 y el posterior asenso al poder del Dr. Ramon Villeda Morales se concretaron algunos de los programas definidos en dicho Plan.
Luego, en la década de los 60’s y 70’s floreció, gracias al impulso de la única teoría económica nacida en Latinoamérica: el Estructuralismo de Raul Prebich, un fervor por el diseño y puesta en marcha de Planes Nacionales de Desarrollo que buscaban mediante un esquema de “planificación indicativa”, en la cual el gobierno ejercería un rol preponderante, que el país pasara rápidamente de una economía de subsistencia basada en la explotación de los recursos naturales, a la industrialización.
Con el fin de la Guerra Fría, la década de los 90’s trajo una oleada “purificadora” de estatismo, lo cual relegó a la planificación de cualquier tipo (centralizada, indicativa, estratégica, etc.), a un rincón olvidado en la operación de las políticas públicas, haciéndola ver como un anacronismo privativo del derrotado sistema socialista.
Pero las empresas planifican y lo deberían hacer también las personas y gobiernos responsables.
Es por ello que mas allá de cuartas urnas y “golpes o sucesiones”, valía la pena apostar por la idea del ejecutivo y legislativo, ya enfrentados para aquellos meses. Esa fue la razón para que el gobierno que tomó posesión en enero del 2010 decidiera apoyar la iniciativa y valorar la posibilidad de echar a andar un plan de largo alcance, algo que no se había dado nunca en la historia del país.
Pero, ¿En qué se diferencia el Plan de Nación que se intentó echar a andar en 2010 de sus predecesores? Fundamentalmente en dos cosas: Primero, su carácter más bien estratégico y no indicativo, lo cual lo blinda de interpretaciones erróneas tendientes a confundirlo con una vuelta al pasado estatizador y; Segundo, una fuerte concentración en el cuidado del territorio mediante la definición de Regiones de Desarrollo, basadas en el manejo adecuado de las cuencas hidrográficas con una concentración importante en la participación ciudadana.
La estructuración de Planes Regionales y Locales con enfoque de Ordenamiento Territorial, es una forma innovadora de pensar el desarrollo. La participación social, la racionalización del presupuesto, el apuntalamiento de los esfuerzos público-privados y sobre todo, el sometimiento del centro a la periferia, son una manera inteligente de garantizar la gobernabilidad y el orden de forma espontanea y no artificial. ¡Cuidar las fuentes de agua, aprovecharlas de manera sostenible y desarrollar la actividad económica en torno a ella es crucial!
Pero el asunto no se entendió, ni se entiende aun. Se persiste en una visión compartimentada del presupuesto nacional, que otorga discrecionalidad a ministros y funcionarios que se creen tocados por los dioses y superiores a la ciudadanía. Es por ello que en este 2015 la sequía menguará nuestras previsiones de crecimiento, es por eso que los más pobres padecerán hambre y también es por esa razón que teniendo brújula persistimos en esconderla sin remedio y sin reparo.
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