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Justicia popular y otras ideas

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Por: Otto Martín Wolf

La imaginación popular o, mejor dicho, el deseo de justicia, con bastante frecuencia lanza propuestas pseudo legales que muchas veces suenan tan lógicas y, sobre todo tan justas, que uno desearía que hubiera algún mecanismo para poder aplicarlas.

Por ejemplo: El terrible asesinato del periodista Igor Padilla, cometido por un conocido delincuente quien, utilizando todos los recursos que permite la ley (y quizá el poder del dinero o la intimidación) salió de la cárcel de mayor seguridad de Centroamérica, sólo para volver a la vida de crimen que en primer término lo había llevado ahí, sumando a su record un nuevo capítulo que llena de dolor a muchos y de horror e indignación a la mayoría.

Cosas incomprensibles como esas lo ponen a uno a pensar si los jueces, fiscales y abogados relacionados con su extraña y casi ridícula liberación no deberían ser acusados de complicidad en el crimen.

Qué pasaría si alguien suelta en la calle una fiera y esta mata a un inocente? Un acto de irresponsabilidad temeraria como ese merece un castigo y posiblemente la ley lo contempla.

Y qué pasa cuando se deja libre a alguien que, a diferencia de un animal, asesina por placer o por encargo?

Todos los que, de alguna manera, participaron en su liberación (aunque quizá fue dentro de la ley) acaso no sabían que se trataba de un asesino despiadado, un hombre que vive del crimen y que más temprano que tarde volvería a matar?

Soltarlo a las calles, quizá utilizando algún tipo de argucia legal, de alguna manera es ser cómplice en los crímenes que pueda cometer.

La ley debería tener también “argucias legales” para evitar que estas cosas sucedan. Acaso no se puede utilizar la famosa “mora legal” para librar por más tiempo a la sociedad de asesinos de ese tipo?

Por qué la justicia es tan expedita en casos como este y tan lenta en el del universitario Kevin Solórzano, quien tiene más de dos años de estar en el limbo legal?

Se debería pensar más en proteger los derechos humanos de las posibles víctimas en lugar de ser tan pulcros y considerados con los delincuentes reconocidos.

Sobre esa línea de pensamiento, en otros casos, deberían de existir leyes que, además de castigar a un delincuente por un crimen puntual, sirvieran para ayudar a proteger al resto de la sociedad de sus andanzas.

Por ejemplo; no es cierto que los “custodios” que permiten la fuga de un criminal deberían ser sentenciados a terminar ellos la condena que le habían aplicado al delincuente?

“Lo dejaste ir, le faltaban 15 años? Ahora los pagás vos”. Garantizo que se terminan “los ayudantes” de fuga.

Otra: Qué castigo reciben aquellos que están encargados de las prisiones en las que periódicamente se encuentran armas y drogas? Las decomisan y a los pocos días, en otro “operativo”, de nuevo hallan otro arsenal.

Por algún lado tienen que entrar, alguien se tiene que hacer de la vista gorda (y de la bolsa más rica) permitiéndolo.

Que son muchos los encargados y nadie puede exactamente decir quién fue? Pues que todos paguen una pena igual, es seguro que se acaba el problema inmediatamente.

Eso sí, desde el director del penal hasta el último guarda.

Cosas como esas quizá no suenan del todo legales, pero sin duda suenan totalmente justas.

Entre lo legal y lo justo siempre es preferible lo justo.

Si las cosas fueran así Igor Padilla estaría vivo y también todos dormiríamos más tranquilos esta noche.

Más de Otto Martín Wolf. Aquí…

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