El mes de octubre brilla en el calendario y no necesariamente por la “Serie Mundial de béisbol”, también se entregan cada décimo mes, los Premios Nobel, instituidos hace mas de un siglo en Suecia para galardonar año tras año, a quienes de manera rigurosa y comprometida luchan por un mundo mejor; es decir, por una humanidad sin guerras, sin hambre ni enfermedades, ¡en fin! por hacer de este planeta un lugar mas habitable para todos.
En este año de pandemia, el Premio de Economía del Banco de Suecia en Memoria de Alfred Nobel ha sido otorgado a Paul Milgrom y su alumno Robert Wilson, dos ilustres profesores de Stanford, especializados en la evaluación del comportamiento de quienes acuden a las subastas de bienes y valores para obtener ganancias en sus acciones.
El análisis del comportamiento de los jugadores en una subasta puede extrapolarse para crear algoritmos que determinen el orden de llegada de los aviones en los grandes aeropuertos, la forma en que se entregan servicios públicos como la electricidad o la forma en que aparecen los anuncios en Facebook o cualquier otro sitio web.
Para que estas decisiones tan complejas se resuelvan de forma eficaz, los economistas han desarrollado en las últimas décadas la llamada “Teoría de Juegos”, herramienta matemática de una utilidad capital, no solo en la toma de decisiones empresariales, también en el llamado “Public Choice” o economía política.
Es curioso que los miembros de la Academia de Ciencias, encargados de otorgar los premios de economía en memoria de Alfred Nobel, últimamente se decanten por académicos dedicados a explotar áreas del conocimiento económico mas ligados a la interacción de unidades económicas, su conducta y motivaciones específicas y no tanto al desarrollo de los grandes agregados, que ha sido el área de acción de la Macroeconomía.
Atrás quedaron los años de reconocimiento para pensadores como Stiglitz, Krugman, Solow y Douglas North. Parece que lo que cuenta ahora es evaluar la toma de decisiones asumiendo o no racionalidad y cómo estas decisiones se definen mas en la psicología que en la lógica tradicional. Interesante movimiento el que se observa en las escuelas de economía tradicionales de las mejores universidades del mundo.
¿Por qué será que los macroeconomistas, otrora gente muy prestigiosa en todos los países, han perdido tanta credibilidad? El asunto no se limita a los círculos académicos ni al Banco de Suecia, la tendencia en los medios mas serios es a denostar sus predicciones y corregir sus puntos de vista, aun los mas elementales.
Creo entender por qué: No me es ajeno escuchar en cualquier país la queja de que “la macroeconomía anda bien, aunque a la gente no le sirva de nada”
Y es que esa gente tiene razón; si un político o funcionario gubernamental nos dice que la inflación de este año será de apenas 4%, si nos quieren consolar anunciando que el déficit fiscal será de 3% o que la posición externa del país mejoró considerablemente, es natural que la gente se enoje porque el paraíso anunciado por el Banco Central no le dio un trabajo digno, ni le permitió que sus hijos estén en una mejor escuela y ni siquiera le dio buenas carreteras o un mejor sistema de salud.
Esa mala forma de comunicar las cosas de parte de muchos colegas causa desazón a la ciencia que creó Mr. Keynes. Vale la pena revisar con cuidado la forma de hacer análisis y entender que solo explicando que el equilibrio en un sector, como el gubernamental, solo puede ser benigno si se guarda también en el resto de los sectores (productivo, externo y monetario).
Esa facilidad que la economía del comportamiento, como la que han estudiado fuertemente los últimos premios nobel, tiene para explicarnos la razón de nuestros problemas y las mejores vías para solucionarlos, es la que ha hecho de esta nueva ciencia, una mejor manera de entender el mundo.
Ojalá y nuestras escuelas de economía y negocios muestren a sus estudiantes estas alternativas para entender mejor nuestro país, sus habitantes y las mejores formas de beneficiarnos.