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Ideas Chinas de Gobierno

José S. Azcona

La experiencia china es distinta a la occidental en muchas áreas de su desarrollo social y económico. Lo más interesante desde nuestro punto de vista, son los patrones milenarios de organización e instituciones. Estos se regeneran, con reformas, a pesar de los acontecimientos adversos (internos y externos) que los han convulsionado a lo largo del tiempo.

A pesar de que China ha tenido 13 dinastías, múltiples revoluciones e invasiones del exterior, se conservan rasgos en su cultura que permiten reconstruir su sociedad con una continuidad sorprendente.  Por ejemplo, después de la invasión mongol en el siglo XIII, al caer del poder los mismos no quedó un estado que fusionara algunos de sus elementos con los anteriores, sino que la reacción eliminó todo vestigio cultural de esta ocupación. Aun antes de esto, la dinastía mongol había adquirido características chinas, reduciendo considerablemente sus elementos foráneos.

En el siglo XX, ocurrió primero la revolución republicana de 1911, la caída del país en la anarquía, la invasión japonesa, la guerra civil, y la revolución Comunista.  Con esta (1949), y las violentas oscilaciones y cambios del gobierno de Mao Tse Tung se hubiese esperado (y era la intención de muchos de estos liderazgos) cambios importantes en la cultura, pero esta siempre ha permanecido adaptándose a los tiempos.

Un componente importante es el estado burocrático. Este crea una única avenida de participación en los asuntos del estado a través de un servicio civil jerarquizado de forma muy rígida. Siempre ha sido meritocrático, no discriminando legalmente por herencia o clase (aunque estas siempre han conferido ventaja), construyendo de esa forma un respeto social.

El sistema siempre ha sido excluyente, eliminando fuentes o rutas alternas de poder público.  La carrera se debía hacer desde el inicio, y no se podía ingresar a ella por un camino especial más adelante. Para que el estado burocrático sea fuerte, esta exclusión es importante, porque de lo contrario se vuelve dependiente de otros poderes. Esto es análogo a cómo funcionan las oficialidades de los ejércitos modernos, donde es imposible obtener grado sin pasar por todo el proceso establecido.

La segunda forma de exclusión es que no permitía polos de poder no subordinados. El sistema no ha convivido bien con el feudalismo, Iglesia autónoma, capitalismo individualista, sindicalismo independiente, y política competitiva. Esto no significa que es incapaz de responder a los intereses sociales o privar a los individuos de su agencia, sino que busca que sus espacios y acciones estén armonizados bajo el liderazgo del estado.

La legitimidad del estado se ha basado en el concepto del “Mandato Celestial”. Este ocupa una posición interesante ya que difiere de un mandato democrático o legal, y tampoco es uno conferido por la fuerza o derecho divino (las cuatro formas que han existido en occidente). Este mandato es más bien como una legitimidad de ejercicio, donde se asume el gobierno tiene legitimidad si hay bienestar.  La ausencia de bienestar permite una revolución, aunque la legitimidad del nuevo gobierno solo es conferida por su éxito en tomar el poder. Este sistema brinda estabilidad, pero hace difícil justificar reformas dentro del mismo régimen.

Este sistema está respaldado por las ideas de Confucio, especialmente con respecto al respeto a la autoridad y la ética. Las examinaciones en la época imperial eran primariamente sobre textos y conceptos Confucianos, y al día de hoy su pensamiento es considerado muy importante en la cultura política china.  Después de la muerte de Mao, esta influencia ha ido suplantando al comunismo como base intelectual del estado.

Por tanto, para comprender por qué China ha logrado sostener con éxito un gobierno comunista con prosperidad, hay que entender que hay una tradición más antigua que impera. El régimen ha tenido éxito en lograr una simbiosis efectiva que le ha permitido desarrollarse hasta este punto. Está por verse, y es de suma importancia para el futuro de la humanidad, la capacidad de este sistema de adaptarse a un nivel de desarrollo social y económico. Este generalmente requiere cambios permanentes, y un sistema basado en un mandato perecedero puede traer peligros sustanciales.

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