El repunte que tuvo el movimiento social alrededor de la ruptura político institucional de junio de 2009, fue perdiendo fuerza en los últimos cuatro años, en especial en uno de sus brazos más fuertes y beligerantes como fue el magisterio, cuya dirigencia hoy está más cuestionada que nunca y las bases ya no les responden como antes.
Al recuperarse la gobernanza en esa dependencia pública, el gremio magisterial se ha debilitado porque el desgaste político que la dirigencia sometió a los maestros, terminó por debilitarlos, fraccionarlos hasta aceptar las reglas del juego impuestas por Marlon Escoto en cuanto al cumplimiento de los 200 días de clase, freno a la corrupción de plazas, reformas a la Ley del Inprema y ahora hasta las cuotas de cotización que aportaban a los gremios.
La ruptura del reino de impunidad de la dirigencia magisterial, que en esta nueva fase que comienza con el gobierno del presidente electo, Juan Hernández, intentará probar sus fuerzas convocando a sus bases para protestar por los nuevos cambios, y es probable que el llamado no tenga la fuerza de años anteriores.
El mérito en Educación no es un logro único del gobierno de Lobo Sosa, sino que resultado del acompañamiento total de una sociedad hastiada por el abuso en que incurrió la dirigencia magisterial; no obstante, la reactivación de esta nueva fuerza dependerá de lo “duro o responsable” que sea la nueva administración en cuanto a ofrecer educación de calidad al país, de quién tome las riendas y del tipo de gobierno que se genere.
El hastío social con el magisterio, fue un factor que ayudó a la administración de Lobo Sosa a fraccionar el movimiento, cuya dirigencia también hizo lo propio al politizar sus luchas y volverlas una plataforma político partidaria de Libertad y Refundación (Libre), al apostar todos los huevos en una misma canasta creyendo en un triunfo que no se dio.
Pero no sólo los maestros apostaron a la “revolución” que ofrecía Libre, también un fuerte sector de la dirigencia sindical, campesina y algunos sectores de la sociedad civil.
En público decían que nunca el movimiento social se casaba con un partido político como lo hicieron con Libre.
Esa politización partidaria de la lucha los desgastó y desde el poder sólo se tejió en la coyuntura la red en la cual cayó el movimiento social y popular, al extremo que a fines de 2013, la dirigencia obrera saludó sonriente el nuevo acuerdo del salario mínimo por tres años, mientras simultáneamente se aprobaba en el hemiciclo un paquete fiscal que grava ahora hasta los despojos de la carne, como son las vísceras, entre otros.
Politizado y alejado de sus bases, el movimiento social y popular no tendrá la fuerza de hacer una oposición real al nuevo gobierno nacionalista, sin que sus pretensiones se vean ligadas a Libre y con ello a la anarquía e intransigencia con que se ha vendido ese partido desde sus orígenes.
23 años después, el movimiento social y popular reedita la crisis de identidad que vivió en la década de los noventa con la entrada del neoliberalismo y las medidas de ajuste estructural a la economía y muchos de los dirigentes de esa época son los mismos de este nuevo siglo.
Más allá de devolver a Honduras al concierto de naciones, del Acuerdo de Cartagena que facilitó el retorno del ex presidente Zelaya, el retorno de la gobernabilidad en Educación, en el último cuatrienio se produjo una desmovilización del movimiento social y popular, que si continúa sin brújula, no será un grave problema de gobernabilidad para el nuevo gobierno. La reactivación de estos sectores dependerá de la habilidad del nuevo gobernante de manejar los hilos del poder, y de hasta donde la actual dirigencia popular continúa politizando sus actos o cambia de estrategia en la recomposición de la lucha social.
Pero de entrada, Lobo Sosa deja a la nueva administración de su partido la mesa servida en materia de control social del movimiento social y popular.