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Honduras, joya tropical de Centroamérica

Honduras es un país de gran belleza natural, con gente amable y hospitalaria que le hace sentir a uno como en su casa. Limita con Guatemala, El Salvador y Nicaragua y está bañado por dos mares: el Caribe y el Pacífico. Ubicado en el Corazón de Centroamérica, ofrece al viajero los encantos de una naturaleza salvaje y pródiga y la historia de un pasado que comparte con los otros países del istmo latinoamericano.
 

Cristóbal Colón, en 1502, navegó sus costas, desembarcó en la actual ciudad de Trujillo donde encontró agua suficiente y según cuenta la leyenda, dio nombre al país al exclamar: ¡Gracias a Dios por las Honduras! Otros creen que el nombre se debe a las hondonadas y valles que quiebran el paisaje montañoso.

No fue hasta 1536 que varias expediciones comenzaron a recorrer el territorio, y fuertes luchas se entablaron con los indígenas, hasta abatir al cacique Lempira, héroe nacional de la Resistencia, que da nombre a la moneda nacional.

Nuestro viaje abarca la región costera, el valle de Copán y las islas de la Bahía, dejando para otra ocasión la capital de Honduras, Tegucigalpa, las ciudades coloniales y la zona de la Mosquitia y el Golfo de Fonseca.

Aterrizamos en San Pedro Sula, fundada por Pedro de Alvarado en 1536, actualmente centro comercial y económico de la región. La ciudad está rodeada de plantaciones de banano que muestran la pujanza de esta industria, siendo Honduras el quinto país exportador mundial de esta fruta.

Nos dirigimos por carretera (hay frecuentes servicios de ómnibus muy bien equipados) hacia Copán, el gran centro arqueológico maya. Llegamos al pintoresco pueblo Copán Ruinas, con su mercado, su iglesia y sus simpáticos restaurantes donde pernoctamos en el hotel boutique Jaguar Luna, decorado con muebles de artesanos hondureños.

Al día siguiente recorremos el maravillosos sitio arqueológico, ubicado en el valle de Copán, lugar de asentamiento maya por la exuberancia de su flora y fauna.

La gran ciudad de Copán tuvo su gran apogeo entre los siglos V y VII de nuestra era, pero en el año 822 d. C. fue abandonada sin una razón evidente. En 1980 la UNESCO la declaró patrimonio de la humanidad.

Al entrar al parque encontramos varias guacamayas; esta ave multicolor es emblema de Honduras y era ave sagrada para los mayas, sus colores simbolizaban: el azul, el cielo, el rojo, el sacrificio y el amarillo, el sol.

La historia de Copán es extraña porque, en 1576, Don Diego García de Palacios informa sobre las ruinas a la Corona pero nadie se ocupa de ellas. En el siglo XIX intentaron comprarlas por 50 dólares, hasta que en 1841, Copán pasa al gobierno nacional y en 1952 el Instituto Hondureño de Antropología e Historia se hace cargo de las investigaciones y protección del patrimonio cultural.

El complejo arqueológico comprende cinco partes, explica José Martínez, de la Asociación de Guías de Copán: La Gran Plaza con las famosas estelas, pilares de piedras esculpidos consagrados a los reyes de Copán; la Escalinata jeroglífica, imponente templo con inscripciones en los escalones y el juego de la pelota. Sigue la Acrópolis, edificio dedicado al último emperador Yac Pac donde se llevaban a cabo fiestas ceremoniales. Los Túneles que revelan la superposición de estructuras, construidos durante los años que la ciudad fue centro religioso e imperial. Por último, el Cementerio, llamado así porque se hallaron restos humanos aunque en realidad fueron residencias de nobles.

El conjunto de dos kilómetros, extendido sobre el río Copán (cuyo curso fue desviado para no dañar las estructuras arqueológicas), impresiona por su majestuosidad.

Un Museo completa la visión histórica y realza los misterios de esta Antigua civilización.

Para los amantes de la naturaleza recomendamos una visita al Parque de Pájaros Montaña Macaw, con más de 100 pájaros, entre ellos, guacamayas, pericos, lechuzas, tucanes y diversas aves de colores, una verdadera reserva ecológica y santuario de aves, en medio de la foresta tropical.

Bordeando el río Copán se llega a la hacienda San Lucas, atendida por su dueña Flavia Cuevas, que decoró esta antigua finca cafetalera con especial dedicación. Esta hacienda guarda el secreto de vestigios arqueológicos (Los Sapos) y su restaurante es famoso por las delicias de la comida hondureña: tamales con salsa de flores, plátanos fritos acompañando carne asada con salsa de pimientos y cacao, y frutas de la estación rociadas con licor de café.

En el camino se encuentra la pintoresca comunidad indígena La Pintada, que debe su nombre al hallazgo de una bella escultura maya totalmente estucada en color. Unas 45 familias indígenas pueblan el lugar, ofrecen a los viajeros artesanías y piezas de telares, mientras los niños cantan en la lengua maya-chortí.

Para descansar y vivir una experiencia mágica, visitamos las Aguas Termales Luna Jaguar. Uno de sus dueños, el ingeniero Roger Arita, comenta que el diseño respetó la caída de las aguas calientes y se ambientaron las piscinas térmicas en medio del bosque, en armonía con la naturaleza, creando un lugar único por su belleza y paz.

De regreso a Sula, paramos en la finca cafetalera Santa Isabel, para apreciar el proceso del café bajo la certificación ecológica. Es un bello paraje y su café arábigo es uno de los mejores de la región.

A la mañana siguiente nuestro itinerario nos lleva a las islas del mar Caribe, volamos en un avión pequeño de 20 pasajeros, destino a Roatán.

Las islas de la Bahía de Honduras ofrecen un aspecto distinto al resto de las regiones que visitamos porque muchos de sus habitantes son »garífunas», descendientes de africanos caribeños que llegaron a la islas hacia 1700, hablando inglés.

La isla más grande es Roatán, junto a Utila y Guanaja, donde se supone que llegó Colón; más de 60 cayos e islotes completan el archipiélago, ubicado en la plataforma submarina más grande de Centroamérica.

Roatán, con casi 85 kilómetros de largo, tiene una sorprendente historia. Aunque sus primitivos habitantes fueron indios, se pobló de piratas y bucaneros durante el siglo XVI y XVII, entre ellos, Henry Morgan, John Coxen y Van Horn. Algunos aseveran que aún hay tesoros escondidos en la isla.

Tal vez el gran tesoro sean las aguas cristalinas, las playas vírgenes y el maravilloso arrecife que nace en México y termina en las costas de Roatán. Por eso, las atracciones principales son el buceo, el tubeo o snorkeling (nadar en la superficie con un tubo) y la excursión en el barco de vidrio, que permite apreciar las maravillas del arrecife, el segundo más grande del mundo.

El capitán del barco, Mario Pi, comenta que hay dos paredes de arrecifes, con casi 250 especies de corales, que exigen cuidado y protección ya que son de delicada condición y mantienen un ecosistema marino de importante armonía para el mundo acuático de la región.

West End es un simpático pueblo sobre una encantadora bahía, que fue lugar de pescadores y hoy es el centro de la »movida» de la isla, con negocios de recuerdos, bares junto al mar, pequeños hoteles y restaurantes donde se puede degustar la sopa de caracol y pinchos de camarones.

Los amantes de las tortugas marinas y tiburones pueden observarlos en Coral Bay, una reserva ecológica que protege estos animales. Otro parque interesante es Gumbalimba, donde los monos y aves están en libertad bajo el frondoso bosque.

Una experiencia inolvidable es conocer y fotografiarse con los delfines, en Anthony’s Key. En ese mismo lugar funciona desde 1989, el Instituto de Ciencias Marinas de Roatán con un pequeño museo didáctico.

Roatán es un lugar para enamorarse, eso le pasó a Paul y Mandy Croucher, que crearon Mayoka Lodge, un nuevo concepto de alojamiento privado, con magnífica vista panorámica del mar y las colinas.

Desde las bellas playas de Infinity Bay Beach se puede ver el anochecer entre palmeras, música caribeña y un trago de ron. Sin duda, Honduras es un paraíso tropical.•

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