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Honduras en nuestras manos

Chasty Fernández

Honduras es un país pequeño en territorio, pero inmenso en corazón. Somos tierra de montañas verdes, de mares que abrazan nuestras costas y de gente que trabaja con fuerza y con fe. Ser hondureño es llevar en la sangre la pasión por el fútbol, es disfrutar el aroma del café que nace en nuestras tierras altas, ese sabor que nos recuerda nuestro origen humilde y valiente. Es sentir orgullo por nuestra cultura diversa, por nuestras tradiciones, por el humor que nunca se pierde, incluso en los momentos difíciles. Ser hondureño es saber levantarse, buscar la manera, acompañar al vecino, y encontrar esperanza aun en medio de la tormenta. Somos un pueblo que sueña, que lucha y que ama profundamente a su país.

Hoy, sin embargo, en Honduras se siente en el aire un ambiente pesado, cargado de preocupación. A medida que se acercan las elecciones generales, crece la angustia de que el desorden, la desinformación y el ruido político terminen opacando lo más valioso: la decisión del pueblo. No es la primera vez que atravesamos momentos de tensión; nuestra historia reciente está marcada por jornadas electorales intensas y discusiones difíciles. Sin embargo, algo siempre se ha mantenido firme: al final, la voluntad popular encuentra caminos para expresarse.

Aunque hemos vivido elecciones complejas, también hemos sido testigos de la capacidad de la ciudadanía para defender sus votos, exigir transparencia y mantener viva la esperanza. Hemos visto a familias madrugar para cumplir con su deber cívico; a comunidades rurales caminar kilómetros para llegar a las urnas; a jóvenes votar por primera vez con ilusión y a personas mayores hacerlo con la convicción de que cada elección es un acto de amor por el país.

Hoy, más que nunca, necesitamos volver a creer en esa fuerza colectiva. Que esta elección sea limpia, ordenada y respetuosa. Que las urnas vuelvan a ser un espacio de encuentro y no de confrontación. Que podamos celebrar, sin miedo, una verdadera fiesta de la patria. Y que, como pueblo, también encontremos un momento para orar: orar por Honduras, por la paz, por el rumbo del país y por el futuro de nuestros niños, niñas y jóvenes.

El voto es más que una marca en una papeleta: es la afirmación de que Honduras nos importa y de que confiamos en que el país puede ser mejor. Que el próximo año traiga líderes comprometidos con cuidar esta tierra, proteger a su gente y trabajar por lo esencial: más empleo, más educación, más salud, más oportunidades y más seguridad. Que quienes resulten electos entiendan que el poder es servicio y que el país necesita acuerdos, diálogo y responsabilidad.

Ojalá estas elecciones nos devuelvan la esperanza. Ojalá volvamos a caminar por las calles sin miedo. Ojalá volvamos a creer que sí es posible construir un futuro más justo. Y que, al conocer los resultados, sepamos respetar al candidato/a elegido/a, sin confrontaciones ni violencia, recordando que todos compartimos un mismo sueño: vivir en paz, trabajar con dignidad y ver a nuestras familias salir adelante.

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