Tegucigalpa. En el momento cumbre de los reconocimientos que a lo largo de su vida recibió el laureado escritor Gabriel García Márquez, Honduras estuvo presente, aunque en forma desafortunada, ya que el escritor quería ejemplificar que lo demente que ve el mundo los hechos de Latinoamérica, en realidad son comunes para nuestro hemisferio.
– Durante la aceptación del premio Nobel de Literatura hizo referencia a la estatua de Morazán en el parque Central de Tegucigalpa, señalándola como la del mariscal francés Ney.
Ese momento lo representó la aceptación del premio Nobel de Literatura que le había concedido la academia en 1982 y que era el reconocimiento universal a la narrativa de García Márquez y la representación que hacía de Latinoamérica.
Dentro de los muchos ejemplos que señaló en el discurso de aceptación sobre lo inverosímil que puede ser la región, el entones laureado escritor señaló:
“El monumento al general Francisco Morazán, erigido en la plaza mayor de Tegucigalpa, es en realidad una estatua del mariscal Ney comprada en París en un depósito de esculturas usadas”.
Aunque lo señalado era uno más de los varios ejemplos utilizados por García Márquez, la referencia a Honduras no cayó bien en su momento a las autoridades hondureñas de la época, lo que llevó a que elevarán una protesta y a que un grupo de intelectuales escribiera una carta para que García Márquez se retractara de lo señalado.
Aunque nunca se conoció que el afamado y laureado escritor colombiano se retractara de su discurso de aceptación del Nobel de Literatura, algunos escritores de la época dijeron que lo había hecho.
Los defensores de Morazán señalan que es una especie de leyenda negra el tema del monumento y que solo es otra forma de los anti-morazanistas de denigrar al prócer hondureño que luchó por la unión centroamericana.
Aunque, la historia sobre estatua no esta clara. En esa misma época en que se firmó el contrato para su edificación, lo hicieron casi simultáneamente el gobierno de Honduras y el de El Salvador, quien incluso encargó dos. Los salvadoreños lo hicieron en 1980 y los hondureños en 1982.
Y los dos gobiernos contrataron al ingeniero estadounidense Francisco A. Durini, quien se comprometió a edificarlas en Italia.