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Hemingway: un amor italiano, la depresión y el suicidio

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Miami, (EEUU)/Especial Proceso Digital/ Por Alberto García Marrder –  En los últimos 15 años de su vida, al escritor norteamericano Ernest Hemingway le pasaron dos situaciones desesperantes: estuvo locamente enamorado de una joven italiana treinta años más joven que él y luego una fuerte depresión que lo llevó al suicidio.

Y años después, a ella también.

Muy pocos detalles se sabían de su “noviazgo” con la joven Adriana Ivancich, a la que conoció en Venecia, en unas vacaciones en 1948, con su cuarta esposa, la periodista Mary Welsh.

Él tenía entonces 49 años y ella 18.

El escritor italiano Andrea di Robilant ha dado a conocer, por primera vez, amplios detalles de ese enamoramiento, en su reciente libro “Otoñó en Venecia: Ernest Hemingway y su última musa”.

Y lo sabe porque su familia, los Robilant de la alta sociedad veneciana, fueron testigos de ese casi imposible idilio.

Robilant afirma que ese estado de enamoramiento de Adriana fue lo que impulsó, emocionalmente, a Hemingway a volver a escribir tras un periodo de casi diez años de estar “estancado” y a producir su gran obra maestra, “El Viejo y el Mar”.

En pocas palabras, el autor fue Hemingway, pero hay que darle las gracias a Adriana que le dio vitalidad e inspiración para escribir una de sus mejores obras y por la que ganó el Premio Nobel de Literatura, en 1954, y un año antes, el Pulitzer.

Esa novela la escribió sin parar en apenas ocho semanas en su mansión de “La Vigía”, en San Francisco de Paula (Cuba).  En esos meses de “brillante producción”, Adriana estaba a su lado. Así como su mosqueada esposa, Mary.

(Mary Walsh, una amiga, Ernest Hemingway y Adriana Ivancich en bar «El Floridita» en La Habana. Observen la mirada del escritor a su «enamorada» y la de su esposa (la rubia) a la joven italiana- Cortesía Biblioteca Presidencial John F. Kennedy-Boston).

Hemingway escribía sin cesar toda las mañanas en un edificio de tres pisos adjunto a la casa principal, que le llamaban “La Torre Blanca”, donde estaba hospedada Adriana, con su madre, Dora.

Él la llamaba “hija” y ella, como todo mundo, “Papa”, (sin el acento). Él, que no hablaba italiano, se hacía entender con el español. Ella, en italiano y un poco y mal, con el inglés.

He leído las memorias de Mary, que donó a la “Biblioteca Presidencial John F. Kennedy”, de Boston, donde deja bien claro que se opuso a que su esposo invitara a Adriana y a su madre, Dora, a venir de vacaciones a Cuba, por tres meses.

Mary escribe en su diario que cambió de opinión, porque reconoció que gracias a la presencia de Adriana, Hemingway estaba escribiendo “de maravilla, como nunca”. Aunque sufre por ver que su joven rival inspira a su esposo, en una manera que ella nunca pudo hacerlo.

Tuve el placer de conocer esa mansión, que ahora es un museo del gobierno cubano, apenas a unos 24 kilómetros de La Habana. Y donde vivió desde 1939 hasta 1960, en diferentes etapas. En esta también escribió, entre otros, “Por quién doblan las campanas”, sobre la Guerra Civil Española”.

También he entrado, con mucha emoción interna, en la habitación 511 del Hotel “Ambos Mundos” de la Habana Vieja, donde Hemingway estuvo viviendo en los años treinta, pagando 1.50 de dólar cada noche. La habitación está tal como la dejó el último día cuando estuvo hospedado hasta 1939, antes de comprar “La Vigía”.

También está su vieja máquina de escribir “Royal”.  En sus últimos años escribía a mano y Mary se lo pasaba a máquina.

La obsesión enamoradiza de Hemingway por Adriana era exagerada. En todas sus cartas (e incluyo aquí una de ellas), Hemingway le repetía una y otra vez: “te quiero y estoy enamorado de ti”. En sus respuestas, ella no era tan cariñosa, pero se sentía halagada que un escritor tan famoso estuviera “loquito” por ella.

(Copia de una de las mas de cien cartas de amor que le escribió Hemingway a Adriana: Esta, del 27 de junio de 1950, comienza así:» Querida Adriana, Siempre te voy amar con todo mi corazón y eso, no puedo evitarlo». -Cortesía Biblioteca Presidencial John F. Kennedy-Boston).

Un hombre tan macho como Hemingway, parecía un perrito faldero detrás de la joven italiana. Y esa actitud ciega fue en Cuba, en París y Venecia, donde también estuvieron juntos, así como con Mary. La esposa pensaba que mientras solo fuera “platónica” esa relación, no había problema.

¿Fueron amantes? ¿Hubo relaciones sexuales entre los dos?

Di Robilant se lo plantea también en su libro: “A pesar que en  sus cartas se escribían en tonos muy sensuales y hubo muchos momentos íntimos a solas, creo que fue una relación esencialmente platónica.  Solo besos y caricias”.

Y en su libro autobiográfico, “La Torre Bianca” (1980), Andrea dice que la relación estuvo basada en una “intimidad platónica” y “afinidad intelectual”. Y que no hubo ningún intento de romper su matrimonio con Mary.

Esa relación duró unos seis años. Adriana se casó dos veces. Y la segunda vez, con un conde alemán, tuvo dos hijos. Y comenzó a sufrir de fuertes depresiones. La sombra de Hemingway le perseguía.

Hemingway y su esposa se escaparon de morir en dos accidentes de aviación en África, durante un safari en 1954.

El escritor sufrió varias roturas de huesos, que agravado por sus problemas crónicos de salud, le produjo una fuerte depresión e intentó, más tarde en Nueva York, suicidarse dos veces.

En su casa de Ketchum (Idaho), el 2 de julio de 1961 y a los 61 años, empuñó su escopeta de caza de dos cañones y se rompió los sesos. Mary, que dormía en el segundo piso, escuchó los dos disparos.

(Las tumbas de Ernest.Hemingway (1899-1961) y de su cuarta esposa Mary Welsh (1908-1986), en el cementerio de Ketchum, Idaho. Los turistas dejan sobre la del escritor botellas de whisky, semivacias-Foto Palin Strancel-Findagrave.com).

El 24 de marzo de 1983, y a los 53 años de edad, Adriana se ahorcaba de una rama de un olivo en su finca de Porto Ercole, Grosseto, Toscana (Italia), incapaz de superar su fuerte depresión.

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