Por Alberto García Marrder.
Especial para Proceso Digital y La Tribuna de Tegucigalpa. Y en San Pedro Sula (Honduras) para El País.
Siguiendo el consejo de varios colegas periodistas españoles, estoy a punto de utilizar el programa Chat- GTP de Inteligencia Artificial para ayudarme a elaborar mis frecuentes artículos y crónicas periodísticas, donde tengo que utilizar muchos datos de investigación.
Pero acabo de leer en el diario “El País” de Madrid un artículo que me ha llenado de dudas y mucho que pensar qué haría yo en un caso similar.
Berta Prieto (actriz, dramaturga, guionista y directora de televisión) se confiesa en ese diario de que ha ganado un premio de 6,000 euros (6,320 dólares) con la ayuda de ChatGTP y se pregunta:
¿“Debería devolver los 6.000 euros que he ganado para una investigación artística porque usé la inteligencia artificial para redactar el proyecto?
“Querido lector, estoy hecha un lío. Este verano me presenté a una convocatoria de investigación artística de la Generalitat de Cataluña. El jueves pasado salieron los resultados y soy una de las ganadoras. La beca consiste en 6.000 euros, sé que no parece mucho, pero es más de lo que he llegado a acumular en mi cuenta bancaria.”.
Y sigue: “Escribo para confesar que redacté toda la propuesta con el ChatGPT. Lo siento. Sé que todo el mundo lo hace, pero eso no justifica nada”, y pide a sus lectores que le ayuden a decidir:” ¿debe rechazar el premio para ser honesta o debe aceptarlo y quedarse callada?
Y se armó la marimorena, más de 40 lectores le respondieron, unos aconsejándole que no sea tonta que acepte los 6,000 euros y muchos que sea honesta y lo rechace.
Ella ya lo advierte: “Ya basta de autocompasión, me digo, renuncia a la beca y empieza de nuevo. Pero 6.000 son mucho más de lo que he llegado nunca a acumular, y si yo no los acepto, siempre habrá otra dispuesta a tatuarse en la frente: feminismo, sostenibilidad y diversidad funcional… y eso me revienta.”
Y para lavarse las manos de esa tremenda duda, decide pasarle la pelota a sus lectores. Y como a mí no me gustaría estar en una situación similar, desde aquí le aconsejo que rechace el premio antes que ChatGTP la denuncie como “copiona y falsificadora”, que lo puede hacer.
Pero, seamos francos, la Inteligencia Artificial no tiene nada de original, pero si es una herramienta muy útil. Puede contestar en cuestión de segundos miles de preguntas en una forma coherente y bien editada. Siempre basándose en millones de datos que almacena. Ha dejado como inútiles aquellas colecciones de enciclopedias de 20 tomos. Y las respuestas en segundos.
Y, por supuesto, han surgido las quejas de los “copiados”:
Los escritores George R. R. Martin (Juego de Tronos), John Grisham (El informe pelícano) y Jonathan Franzen (Libertad) son algunos de los 17 escritores que denunciaron en el Distrito Sur de Nueva York a la empresa OpenAI, creadora del chatbot con inteligencia artificial (IA) generativa ChatGPT, por violar sus derechos de autor y por un “robo sistemático a escala masiva” de sus obras.
Según el diario “El País” de Madrid, los creadores consideran en su demanda que esta tecnología usó sus libros para alimentar a lo que se conoce por modelos de lenguaje (LLM, en sus siglas en inglés).
“Esto es, la inteligencia artificial incorpora todos estos textos a estos programas para entrenar a su IA y así mejorar su capacidad de crear contenidos con un lenguaje cada vez más similar al de una persona”, según el periódico madrileño.
Y agrega “El País” que, hasta el momento, estas empresas tecnológicas defienden que sus chatbots no plagian el contenido de los artistas, sino que se “inspiran” en sus obras para crear unas propias.
Mi diario favorito,”The New York Times” acaba de anunciar que publicará notas de Inteligencia Artificial y que para eso, creará una sección especializada, bajo las órdenes de un subdirector, al que ofrece un salario entre 180,000 y 200,000 dólares al año.
Recuerdo aquí el lema de ese prestigioso diario: “All the news thats fit to print”. (“Todas las noticias aptas para imprimir”.). Pero esas noticias estaban escritas por humanos. Ahora ya no.