En su guerra digital en contra de los magnates tecnológicos, el gobierno canadiense saca de la manga un arma que tenía guardada hace un par de años: El pasado martes anuncia que acelerará la aplicación del Impuesto a los Servicios Digitales (DST por sus siglas en inglés).
En 2021 Canadá y varios países congelaron la aplicación de impuestos a las multinacionales tecnológicas, para embarcarse en un proceso multinacional en el seno de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que se ha venido dilatando y dilatando.
Justamente la semana pasada, tan sólo días después de iniciada su confrontación contra Meta y Google, Canadá anuncia que no puede seguir esperando: “El DST se aplicaría a una tasa del 3 por ciento sobre ciertos ingresos obtenidos por grandes empresas de ciertos servicios digitales que dependen de la participación, las contribuciones de datos y contenido de los usuarios canadienses, así como de ciertas ventas o licencias de datos de usuarios canadienses”, indica en su página web el Ministerio de Finanzas.
La batalla había iniciado en junio cuando se aprueba la ley C-18 la cual demanda que empresas como Meta y Google deben compensar a los medios canadienses por utilizar sus contenidos. Los tecno magnates bloquean al gobierno de sus plataformas y luego la administración Trudeau suspende toda publicidad, lo cual representa US$7.5 millones al año.
Esta cifra no es en realidad significativa para los tecno magnates. Un periodista de CBS la describe como “menos que cacahuates, es el polvillo que queda después de comer cacahuates”. Sin embargo, lo importante para este gobierno no es necesariamente la cantidad sino el mensaje. “El mundo está viendo” dice Pablo Rodríguez, ministro de patrimonio.
Sin embargo, no piense querido lector o lectora que hemos llamado a este pequeño articulo “golpe maestro” por este as bajo la manga del gobierno. Esta ha sido una movida inteligente pero no es el verdadero golpe maestro. En realidad, apelar a los impuestos es un recurso bastante antiguo en esta guerra entre medios tradicionales y el mundo digital, o también lo que llamamos “la comunicación medial masiva unidireccional y la comunicación masiva autodirigida multidireccional, (Otero E. 2005, p.369).
Es evidente que la sensación de individualmente dirigir nuestros destinos es un valor difícil de superar. La comunicación digital (masiva autodirigida multidireccional) nos otorga esa sensación de libertad que ha sido la base de su éxito. Entonces, planteamos precisamente que la posibilidad de la autodirección se ha convertido en realidad en una trampa, un “Golpe Maestro” diría quizás Vetusta Morla.
El golpe maestro fue dado antes de iniciada la guerra. Con la autodirección, el Big data obtiene la información necesaria para realizar estudios e investigaciones de proporciones nunca vistas, pero también los que controlan la mayor proporción del Big data son aquellos que tienen acceso a más poder y riqueza. Entregamos nuestra intimidad, y los que controlan la red hacen dinero con ella.
Se suma en los últimos años un nuevo problema. Y es que conociendo nuestros patrones de navegación (con las posibilidades conexas de correlacionar los patrones de navegación de todos nuestros seres queridos) las empresas que controlan el Big data tienen una visión bastante clara de nuestra visión de mundo y con ello nos hace aún más susceptibles a las campañas de tergiversación. Es como darse a golpes con alguien que sabe exactamente dónde nos duele más.
Y el mundo digital va siempre delante de los investigadores que no somos capaces de descubrir, probar y divulgar posibles efectos con la suficiente velocidad. De por sí, desde siempre el estudio de los efectos de los medios ha estado en una constante nebulosa.
Así bien, mientras tanto se producen políticas públicas para proteger a la población, muchas compañías irresponsables del mundo de la tecnología se enriquecen a costa de los incautos, que hemos sido y podemos ser todos. La dilación de creación de políticas en la OCDE ha sido en extremo conveniente para las megacorporaciones y otra infinidad de compañías que se mueven en ese entorno.
Los grandes emporios podrán ser o no parte del golpe maestro, pero igualmente son responsables en la actualidad por acción o por omisión. Es cierto que no se puede descartar que este golpe fue dado, inicialmente, sin alevosía ni ventaja. El accionar futuro de las megacorporaciones determinará eso. Su responsabilidad pública está a prueba.
Veamos otro ejemplo: Otro frente abierto para Meta está en Europa en donde hace un par de semanas tuvo otro revés legal. Bloomberg reporta que “Facebook, propiedad de Meta Platforms Inc., perdió su batalla judicial en la Unión Europea contra una orden antimonopolio alemana que se centraba en el poder de la empresa tecnológica estadounidense para sacar provecho de un vasto tesoro de datos de los usuarios”.
“El Tribunal de Justicia de la UE dictaminó que la Oficina Federal de la Competencia de Alemania no se extralimitó en sus competencias en 2019 cuando ordenó a Facebook que revisara la forma en que rastrea la navegación por Internet y las aplicaciones para teléfonos inteligentes de sus usuarios. La medida se adoptó tras una investigación antimonopolio pionera que examinó simultáneamente las supuestas infracciones por parte de Facebook de las estrictas normas de protección de datos de la UE”.
Mientras tanto en Estados Unidos sucede lo contrario. Apelando a libertades fundamentales Telemundo nos informa que “una corte federal en Luisiana prohibió recientemente que algunos departamentos y funcionarios de la Administración de Joe Biden se comuniquen con plataformas de redes sociales como Facebook y Twitter para tratar de moderar lo que estas publican.”
“En el fallo, el juez distrital Terry A. Doughty para el Distrito Oeste de Luisiana dijo que algunos sectores del Gobierno, incluido el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) y el Buró Federal de Investigaciones (FBI), no pueden entrar en contacto con las empresas de redes sociales con el propósito de instar, alentar, presionar o inducir de cualquier manera a la remoción, eliminación, supresión o reducción de contenidos protegidos por la libertad de expresión». ¿Cómo los funcionarios federales controlarán de desinformación sistemática? En definitiva, aunque hay pasos significativos en diversas partes del planeta como en Australia, Europa y Canadá en donde los gobiernos de turno han iniciado a plantarle cara al Silicon Valley, en Estados Unidos, de donde proviene buena cantidad de los contenidos que se consumen no sólo en Honduras, sino que, en el mundo, la batalla luce mucho más larga. Y mientras tanto el golpe maestro continua, en cada búsqueda, en cada clic.