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Gervasio Sánchez retrata 40 activistas centroamericanos amenazados de muerte

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Barcelona.– El periodista y fotógrafo Gervasio Sánchez pone cara, nombre y apellidos a cuarenta activistas centroamericanos que, como se aprecia en la exposición «Activistas por la vida» inaugurada hoy en Barcelona, luchan por la defensa de la naturaleza y los derechos humanos, y lo hacen «gravemente amenazados de muerte».

La muestra reúne en el centro Arts Santa Mònica retratos de hondureños y guatemaltecos que llevan una pesada carga sobre sus hombros, como Santiago Matute Ávila, un indígena tolupán de ojos tristes, cuya historia hiela la sangre.

«Le entrevisté hace poco con su padre -cuenta Gervasio Sánchez a Efe- y, cuando volví a su casa para hacer estas fotografías, su padre y su hermano habían muerto. Los habían asesinado los mismos que le amenazan a él y que quieren quedarse con sus tierras».

«Aquella noche dormí en la cama de su hermano muerto, mientras campesinos armados con machetes hacían guardia fuera para que no nos pasara nada», añade el fotoperiodista.

«Las amenazas de muerte que reciben los activistas van muy en serio. Muchos han muerto ya y muchos más morirán. Por eso he querido hacer esta exposición, para visibilizar a estas personas que pueden morir en cualquier momento y de cuya muerte normalmente ni nos enteramos», explica este fotoperiodista de larga trayectoria, que lleva más de treinta años retratando conflictos y crisis humanitarias.

Cada uno de los protagonistas de esta exposición tiene su propia y dramática historia, pero todos tienen en común que «son indígenas pobres que luchan contra empresas muy poderosas», aclara Kenia Castaldo, encargada de educación en la ONG Entrepueblos, impulsora de este proyecto junto a la Agencia Catalana de Cooperación al Desarrollo.

Son campesinos que se han visto obligados a abandonar sus tierras por la presión de empresas hidroeléctricas, proyectos mineros o cultivos extensivos, o que resisten en el territorio de sus ancestros con graves dificultades.

En la defensa de sus intereses económicos, estas empresas no dudan en sobornar políticos, contratar mercenarios y destruir el entorno natural, según explica Sánchez, y las personas fotografiadas son «víctimas de la violencia de gobiernos corruptos, empresarios depredadores y pistoleros sin escrúpulos».

Cada una de las fotografías que ocupan desde hoy la primera planta del Arts Santa Mònica va acompañada de un texto que indica el nombre y apellidos de la persona retratada, dónde vive, cuántos hijos tiene y por qué lucha.

«Una de las cosas que más me sorprende de todos ellos es la valentía con la que luchan contra un mundo criminal y cómo siguen haciéndolo a pesar de que, a muchos de ellos, les han ofrecido dinero y otras muchas cosas para intentar comprarlos y que abandonen», según Sánchez.

El fotoperiodista ha recorrido durante cuatros meses Honduras y Guatemala, dos de los países más violentos del mundo, y ha ido a buscar a los activistas en sus casas, a menudo situadas en lugares remotos, mal comunicados y peligrosos.

«Por algunos de los territorios en los que hemos viajado pasan las rutas del narcotráfico, controladas por grupos muy violentos», relata.

En paralelo a la exposición, la editorial Blume ha publicado las fotografías en un libro de doble edición en castellano y catalán, con la intención de «sensibilizar», porque «es muy importante que todas estas historias lleguen a Occidente».

Muchas de las empresas que destrozan el territorio de los indígenas son internacionales: «hay bancos holandeses y finlandeses, empresas de maquinaria alemanas o son empresas que esconden capital norteamericano, canadiense o español».

«Es muy importante que los ciudadanos europeos y norteamericanos presionen a sus gobiernos para que no permitan que sus empresas violen los derechos humanos o dañen el medio ambiente, ni en casa ni lejos de casa», según Castaldo.

En su opinión, la sensibilización de los ciudadanos occidentales es esencial porque «estas empresas asesinan o permiten el asesinato en Honduras o Guatemala para que nosotros consumamos en Europa y, además, el daño medioambiental que hacen, lo hacen sobre la Tierra que habitamos todos».

(ir)

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