Los primeros cargamentos de miles de armas y municiones se enviaron en barco a Miami a inicios de diciembre; fueron transportados en una decena de furgones desde una unidad militar en Naco, departamento norteño de Cortés, hasta Puerto Cortés (Caribe).
El resto del arsenal será enviado entre enero y febrero próximos.
La empresa panameña Longlac Enterprises entregó el arsenal a las Fuerzas Armadas en depósito con opción a compra en 1985, en medio de las guerras que vivía Centroamérica, y después lo vendió a la estadounidense Samco Global Arms, pero siguió almacenado en Naco.
La institución militar dijo en un comunicado que el traslado del arsenal se ha «mantenido hasta ahora en un prudente secreto» porque es «una operación de alto riesgo» y se debe mantener la seguridad «para el Estado de Honduras y la comunidad internacional».
Explicó que la empresa dueña del arsenal, Samco Global Arms, cumple «con las normas exigidas por el Gobierno de Estados Unidos para la reexportación del material» a ese país.
Pasado el pleito judicial, la devolución del arsenal se acordó al darse por finalizado el contrato firmado en 1985 por las Fuerzas Armadas de Honduras y la empresa Longlac Enterprises, añadió.
Según versiones de prensa, Longlac Enterprises pertenece al cubano-estadounidense Mario Dellamico, un traficante de armas que operaba en los años 80 en Honduras y otros países de Centroamérica.
A pesar de que las armas ingresaron a Honduras en 1985, no fueron descubiertas hasta en 1999, cuando un miembro de la comisión de traspaso de la Policía de los militares a manos civiles denunció que Dellamico intentó vender el armamento para los cuerpos policiales.
El Ministerio Público investigó la denuncia hasta decomisar el arsenal, tras lo cual interpuso acciones jurídicas contra Longlac Enterprises y se desató así el largo proceso judicial.
Finalmente, indicaron hoy las Fuerzas Armadas, se comprobó que Samco Global Armas es «la legítima propietaria» del arsenal, que en 2005 fue inspeccionado por militares estadounidenses.
El armamento incluye miles de fusiles FAL y AK-47, lo mismo que baterías antiaéreas y equipo de artillería, entre otros, según fuentes militares hondureñas.
La presencia del arsenal en Naco generó preocupación entre autoridades hondureñas y estadounidenses por temor a que cayera en manos del crimen organizado o grupos terroristas, pero las Fuerzas Armadas siempre aseguraron que estaban bien resguardadas.
Sin embargo, medios locales denunciaron en varias ocasiones el extravío de armas de ese arsenal.
En el año 2000, las autoridades militares de Honduras detonaron, por razones de seguridad, casi 41.000 kilos de artefactos explosivos que formaban parte del arsenal e incluían 800 minas antipersonales, 5.960 granadas de 60 milímetros, 1.000 granadas antitanque, 22.000 fulminantes, 23.440 kilos de dinamita, y mecha y cordón detonante.