Tucson (EE.UU.) – La agrupación ciudadana Fronteras Compasivas cumple 25 años de salvar a migrantes indocumentados con estaciones de agua en el desierto de Arizona, una de las rutas más peligrosas en la zona limítrofe con México, en una labor que consideran más pertinente que nunca en la segunda presidencia de Donald Trump.
“Es lamentable que 25 años después aún continuemos poniendo agua en el desierto y aún siga siendo de gran importancia”, dice a EFE Robin Hoover, uno de los fundadores de la organización, establecida oficialmente el 14 de junio del 2000.
Hoover fue una de las primeras voces que denunció el alto número de migrantes muertos en Arizona, que limita con el mexicano estado de Sonora, por el efecto embudo creado por el Gobierno estadounidense tras los cierres y la militarización de las fronteras en California y Texas, lo que volvió al desierto en una de las únicas alternativas.
“Nuestro propósito principal al establecernos fue dar ayuda humanitaria a los migrantes y colocar agua en puntos estratégicos del desierto y, al mismo tiempo, también trabajar para crear un cambio en la política migratoria de los Estados Unidos”, expresa el pastor retirado.
Una ruta mortal
Cerca de 4.000 migrantes han muerto en la frontera de Arizona desde la década de los años 90 del siglo XX hasta la fecha, según los datos de la organización.
Apenas meses después del surgimiento de Fronteras Compasivas ocurrió una de las peores tragedias, el 23 de mayo de 2001, cuando 14 migrantes fallecieron por las altas temperaturas del desierto después de que el traficante los dejó sin agua y otros 12 sobrevivieron tras varios días perdidos en la ruta del ‘Camino del diablo’.
El hecho atrajo las miradas a la frontera de Arizona y la necesidad de proporcionar ayuda humanitaria en el desierto, a pesar de la oposición del Gobierno federal.
En este contexto, durante los primeros años de Fronteras Compasivas, la asociación colocó cerca de 100 estaciones de agua en puntos estratégicos del desierto donde se habían registrado fallecimientos de migrantes.
Las estaciones consisten en un tambo de color azul sobre una base de madera o de cemento que voluntarios del grupo llenan cada semana.
Cada estación tiene una bandera también azul, el color universal del agua, que puede verse a la distancia y alerta a los migrantes de la presencia del liquido, que puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.
Fronteras Compasivas también fue el primer grupo que desarrolló un mapa de la frontera de Arizona que muestra con puntos rojos los lugares donde han recuperado los restos de migrantes que han muerto en las últimas décadas y que sigue actualizándose constantemente.
Una labor más necesaria que nunca
Hoover considera que las operaciones de Fronteras Compasivas son más necesarias que nunca, especialmente ahora durante la segunda gestión de Trump.
“La actual Administración está dando un nuevo significado al término ‘militarización de la frontera’, lo que podría incrementar nuevamente las muertes en la frontera”, advierte el activista.
Opositores de la inmigración irregular han criticado el trabajo humanitario de Fronteras Compasivas, al considerar que las estaciones de agua son una invitación para cruzar el desierto.
Por ello, en algunas ocasiones sus estaciones de agua han sido vandalizadas o baleadas para derramar el líquido vital.
“Nosotros seguimos comprometidos con nuestro trabajo, que es tratar de salvar vidas y proporcionar agua a quien lo necesite, esto incluye migrantes, excursionistas, senderistas o inclusive los mismos agentes de la Patrulla Fronteriza”, sostiene a EFE Laurie Cantillo, actual presidenta de Fronteras Compasivas.
La organización cuenta ahora con cerca de 50 estaciones de agua en funcionamiento, gracias a voluntarios y donaciones, indica Cantillo, quien enuncia como principales retos adaptarse a los continuos cambios en el flujo migratorio.
La líder asegura que siempre están pendientes de los lugares donde se requiere el agua, no tanto cerca del muro fronterizo, sino en el interior, en las partes más apartadas del desierto.
“Nosotros seguimos trabajando diariamente, nuestro único objetivo es salvar vidas, independientemente de su estatus migratorio nadie tiene que morir en el desierto por la falta de agua”, sentencia la presidenta de esta agrupación civil que cumple un cuarto de siglo de servicio. EFE
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