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#FraudeGate

Por Yanivis Melissa Izaguirre | Periodista, Honduras

Tegucigalpa, Honduras. El fraude no está en el sistema, el fraude está en los políticos. En Honduras, los fantasmas no habitan en cementerios, sino en urnas. Aparecen cada cuatro años con puntualidad suiza. Los políticos ya no saben competir sin invocar un #FraudeGate.

Con él, reaparece, como espectro, la curva más peligrosa de la democracia hondureña: La Curva de Batson, acompañada por un coming soon de los creadores de los votos rurales, de los que no podemos hablar sin mencionar los apagones estratégicos durante el conteo, patrocinados por oscuros personajes que, ahora más que nunca, están iluminados por el foco hollywoodense.

Ya vimos la sinopsis, nos sabemos la trama, el final y la saga. Pero toda buena historia tiene un spin-off.

Este año, el reparto es el mismo, pero con nuevos disfraces.

En la narrativa opositora: “se están preparando para desconocer los resultados”. En la narrativa oficialista: “nos van a robar las elecciones”. Ambos bandos ensayan la misma línea con distintas voces. Cualquier parecido con el meme de los Spider Man es pura casualidad.

Cuestionan el TREP, Smartmatic, Mapa Soluciones, Ingeniería Gerencia, el Blockchain, Starlink, la esferita con el número ganador, la rifa para ganarse el globo grande de la pulpe… (entiéndase la silla presidencial).

¡Ah!, pero anda por allí otro fantasma: el del voto por voto. También vuelven las voces del Plan Venezuela con acento hondureño.

Y como toda franquicia necesita innovación, además de nuevas y viejas trampas, tuvimos las maletas electorales en buses de transporte urbano. Para quienes creían que lo habían visto todo, no es así, reserven sus butacas para noviembre de 2025.

Antes de que se me olvide, esta semana en el género cinematográfico de suspenso político hubo remasterización: El BOC Returns.

Lamentablemente, aquí no habrá plot twist, porque si algo falla, como suele pasar, el discurso no será técnico, sino político: “nos hackearon la voluntad popular”. Narrativas viejas, que no es lo mismo que clásicas, pese a que ahora el fraude es electrónico, criptográfico, inteligente, biométrico…

Mientras tanto, en otro lugar de Ciudad Gótica, el árbitro electoral, con nombres nuevos (dos), rostros cuestionados (tres) y autonomía difusa (tres), parlotea más y gestiona menos. A ellos solo les interesa el presupuesto.

Por otro lado, el ciudadano (o, lo que es lo mismo, el espectador) irá a votar con el corazón encogido, con la esperanza de que el guion de la película del fraude no esté escrito.

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