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Fluctuación

Roberto Flores Bermúdez. Ex canciller

En los últimos años el grado de influencia internacional de los Estados más poderosos ha fluctuado de manera significativa. Como parodia de las sillas musicales, los grandes actores internacionales pasan a ocupar espacios dejados por otros. Desde ahí influyen globalmente en lo cultural y militar, en las estructuras económicas y financieras, así como en las relaciones sociales y productivas.

La política nacionalista emprendida por la Administración Trump redujo la hegemonía global norteamericana. El momento del America First se dio cuando China abría raudamente sus horizontes geoestratégicos. No pasó mucho tiempo para que, ya en la poltrona, el gigante asiático se acomodara en su renovado papel de actor principal en la esfera mundial.

El oleaje de altos y bajos en el predominio de los más poderosos, llega hasta las costas de la periferia. Frente a los nuevos vientos de poder, los estados en vías de, se replantean la mejor manera de alcanzar sus objetivos. Los más avezados buscan promover los intereses nacionales — los generales y permanentes desde luego — cuidadosos de otras oscilaciones futuras (por aquello de que la dinámica global puede sorprender). Los menos experimentados se van por la vitrola y los slogans (como si se tratase de game over para el líder occidental). La historia demuestra que lo permanente es el cambio.

En un mundo de anarquía relativa donde los intereses y necesidades no siempre coinciden con los principios y con las normas internacionales, ninguna opción queda descartada. Por ello, la visión a largo plazo, con un equilibrio concertado entre la cautela y la audacia, resulta el mejor camino para la promoción de los intereses nacionales y evitar descender a nuevas honduras.

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