Estado deshecho

Por: Luis Cosenza Jiménez

Hace algunos meses escribí un artículo en el cual arguía que hay tres tipos de estado. 

El estado de derecho, el estado de hecho y el estado deshecho.  Planteaba en aquel entonces que, a la luz de lo que venía aconteciendo en nuestro país, como la destitución de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, la publicación tardía de Ley General de la Industria Eléctrica para permitir la “piñata” de contratos de suministro, y la interpretación de nuestra Constitución para proceder con la reeleccion, claramente nos alejábamos del estado de derecho y nos transformábamos en un estado de hecho.  También señalaba entonces que el camino que habíamos emprendido podría prontamente convertirnos en un estado deshecho.  Pues bien, muy a mi pesar, y con profundo dolor, debo ahora decir que me parece que en efecto hemos devenido en un estado deshecho.  Permítanme explicar por qué.

Siempre hemos sabido que en nuestro país se legisla mediante “la comisión de estilo”.  Después que una nueva ley es aprobada en el Congreso, el documento se torna a una comisión de estilo para que supuestamente revise, y ajuste, el “estilo”, es decir, la redacción, de la nueva ley para luego enviarla al presidente de la República para que la sancione y la publique en La Gaceta.  Hasta acá todo parece razonable y normal.  Después de todo, es deseable que nuestra legislación esté bien redactada.  Sin embargo, con el paso del tiempo, dicha Comisión se dedicó a no solo ajustar la redacción, es decir, la forma de la ley, sino que también el fondo de la misma. 

Como resultado, frecuentemente la Comisión de Estilo, y no los diputados electos por nosotros, es quien decide que fue lo que se aprobó, determina que se enviará al presidente de la República, y salvo que el presidente reclame cambios, define lo que se publicará en La Gaceta.  En algunos casos, cuando los diputados alzan su voz de protesta, se recurre a publicar una Fe de Erratas, mediante la cual se corrigen las deformaciones introducidas por la Comisión de Estilo.  A pesar de constituir este acto una grave violación del proceso legislativo, nunca ha resultado en una severa sanción a los integrantes de la Comisión de Estilo, y por supuesto la impunidad fomenta la repetición de la infracción. No obstante, por grave que esto sea, es aún peor lo que recientemente ha venido ocurriendo.

Resulta que, según me han informado, ahora las leyes son negociadas después de su aprobación en la Cámara Legislativa.  Representantes del Poder Ejecutivo se reúnen con personas interesadas en la ley, o afectadas por ella, y se ponen de acuerdo en ciertos temas que luego son reflejados en la ley, para que luego esta sea sancionada por el presidente de la República y publicada en La Gaceta.  Entiendo que esto ha sucedido en por lo menos dos ocasiones, es decir, en dos leyes recientemente aprobadas y publicadas, o por ser publicadas, en La Gaceta. 

Esto, por supuesto, es mucho más grave que legislar mediante la Comisión de Estilo, ya que en ese caso se trata de una falla en el propio Poder Legislativo que puede ser remediada por este mismo Poder, mientras que en el nuevo “proceso” el Poder Ejecutivo en efecto se torna en Poder Legislativo.  Puesto de otra forma, el Poder Legislativo se vuelve irrelevante y el Ejecutivo lo suplanta.  Sin la independencia de poderes, sin el mecanismo de pesos y contrapesos, en efecto destruimos toda nuestra institucionalidad y nos transformamos en un estado deshecho.  Pasamos a ser un estado fallido.  Triste y doloroso, pero cierto.

Si se medita un poco entenderemos mejor la gravedad de la situación. El fondo del asunto no es solo que el Ejecutivo ha concentrado todo el poder en sus manos, y que el Legislativo se torna irrelevante.  No, es peor que eso.  Lo preocupante, lo desesperante, es que muchas personas, incluyendo a miembros del gobierno, de la sociedad civil, del sector privado y de los medios de comunicación están perfectamente enterados de lo que ha venido ocurriendo.  Además, conocen muy bien de nuestro tránsito al estado de hecho, y de allí al estado deshecho, pero todos se han llamado al silencio. 

En efecto se han convertido en cómplices de la destrucción de nuestra institucionalidad, y de nuestra incipiente democracia.  Si esto es así, si todos estos sectores se han confabulado para actuar de esta forma, entonces no existe posibilidad alguna de recuperar el estado de derecho.  Lo que ocurre al desaparecer el estado de derecho es el surgimiento del autoritarismo y eventualmente de la dictadura.  Si callamos por conveniencia, no podremos luego protestar cuando las decisiones que se tomen no sean de nuestro agrado.  No es posible pensar en un estado de derecho “a medias”.  O luchamos por el imperio del estado de derecho, o fácilitamos la entronización de la dictadura.

Es muy triste y preocupante la situación en la que hemos caído. No hay golpe más duro que el que nos propinan cuando nos roban nuestras esperanzas.  Cuando destruyen nuestros sueños por convertirnos en un estado de derecho, en una verdadera democracia donde nuestros hijos y nietos puedan crecer en un ambiente de paz, libertad, solidaridad y respeto a los derechos de las personas.  A la luz de lo que vemos y padecemos, no queda más que decir, parafraseando a Andrew Lloyd Webber, no llores por nosotros, Honduras.

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