¿Es probable la inestabilidad política post electoral?: un ejercicio de análisis de coyuntura

Por:Ernesto Gálvez

Tegucigalpa.– El dato político más fuerte y gravitante del presente proceso electoral en Honduras constituye la posibilidad de reelección del actual presidente de la República;

unido a ello, la alta probabilidad de su triunfo, ante un cuadro altamente disperso de la oposición, es el dato real más duro y relevante de cualquier análisis político que se realice con objetividad y que genera la más fuerte animosidad personalista.

El Partido Nacional es el ente político que posee al más alto porcentaje relativo de voto duro, luego que su tradicional competidor, el Partido Liberal, fuese golpeado aparentemente de por vida, si consideramos que un núcleo importante de su militancia vino acariciando la ideología de izquierda, mismo que se consolidó con el giro del último presidente liberal hacia el Socialismo Siglo XXI (Mel) que, aunque tuvo una intencionalidad oportunista por el interés a los dólares bolivarianos, finalmente logró aglutinar un sector radical más abiertamente pro-socialista, curiosamente, en la coyuntura en que dicho movimiento impulsado por Fidel Castro y Hugo Chávez, se viniese abajo, tras la muerte de ambos y la errática conducción del heredero Nicolás Maduro,  que ha ratificado el destino de todas las experiencias del socialismo mundial: asegurar la pobreza generalizada de la sociedad y el desprecio por las libertades fundamentales donde ha penetrado.

Venezuela, será el último país víctima de esa anomia societal iniciada en la URSS hace exactamente cien años, luego que alrededor de unos diez países del mundo cayesen en sus garras, pero que la mayoría ya fueron liberadas como es el caso de Alemania Oriental, Rumanía, Polonia y otros que están en proceso.

Bajo ese entorno global ocurre el proceso electoral hondureño, signado por un visible proceso de recuperación la macroeconomía y de las exportaciones maquileras, la seguridad ciudadana, la infraestructura de comunicaciones terrestres, aéreas y marítimas, la economía alimentaria, lo mismo que el arranque de una política de desarrollo social, basada en un fortalecido Programa Vida Mejor, el apoyo a la micro y pequeña empresa, la agroindustria de productos tradicionales y no tradicionales encabezado por una producción cafetera en cantidad y calidad sin precedentes, lo mismo que de producción de mariscos, frutas y hortalizas, todo ello en un marco de créditos bancarios y de tarjetas de créditos con fuerte estímulo estatal en beneficio de los usuarios.

La planificación económica estratégica basada en el Plan 20-20 y las Zonas Especiales de Empleo y Desarrollo Económico, con sustanciales avances en su implementación mediante la inversión y la coinversión público-privado, han empezado a atraer inversiones en áreas de alto empleo, lo que ha creado amplias expectativas en los diversos sectores de la sociedad, aunque las reformas de orden político no hayan avanzado con la misma velocidad y proactividad, a pesar de la alta y mayoritaria representación política parlamentaria de más de cinco partidos de oposición al Partido Nacional gobernante quienes, por cálculo, incapacidad o negligencia, no hicieron sentir su real peso en el parlamento hondureño, con la mayoría relativa que no se usó.

Algunas interpretaciones o comentarios sobre el espectro político nacional intentan asegurar que la coyuntura electoral hondureña está sumamente frágil y que en el día de las elecciones y posterior a ellas, la estabilidad política de deteriorará a causa de dos situaciones reiteradamente mencionadas; por un lado, la “ilegal” candidatura del Presidente Hernández y por otro, el “seguro fraude orquestado por el oficialismo”.

Estas dos, aparentemente fuertes críticas, nunca han podido ser combatidas con posturas verdaderamente enérgicas como podría ser la amenaza de retiro del proceso electoral, cosa que jamás se ha planteado, lo cual demuestra que, en esencia, no es más que una “cura en salud” ante una inminente derrota infringida por el partido de gobierno, hecho que se ha anunciado por las reiteradas estadísticas de pronósticos electorales por parte de más de cinco empresas especializadas de reconocida seriedad y que lo han demostrado en elecciones presidenciales pasadas.

Desde el ángulo estrictamente político-ideológico estratégico, las fuerzas opositoras no están estructuradas orgánicamente, puesto que son extremadamente heterogéneas que van desde la derecha, el centro, hasta los radicales de izquierda, sin estructuras de insurgencia puesto que la guerra fría ya ratos terminó y las opciones de derrocamiento de gobiernos por sectores populares por la vía violenta, hace tiempo terminaron en el mundo. Por otro lado, la coyuntura hondureña actual, no es la misma del 2009, cuando Chávez proveía apoyo económico y logístico sin límites.

Además, las condiciones subjetivas de pueblo hondureño quedaron altamente sensibles ante los desórdenes callejeros en la caída de Mel Zelaya, declarando que no desean vivir circunstancias semejantes.

La masiva observación electoral que tendrá este ejercicio comicial que, si no descubre evidencias sistémicas dramáticas de fraude fraguado por la institucionalidad cachureca, los informes de todos los observadores, respaldarían los resultados electorales, lo cual deslegitimaría cualquier estratagema opositora. Hay que recordar que la ley electoral es la misma de 2013.

La institucionalidad electoral tendrá que ser inteligente y abierta a esquemas ampliamente transparentes como el hecho ir resolviendo sobre la marcha, cualquier denuncia de fraude, contando los votos públicamente y comparando con las actas de las mesas. Si se descubre el mínimo intento de fraude por parte de cualquier partido, se debe actuar de inmediato contra los responsables, a fin de desactivar cualquier idea fraudulenta oficialista.

Claro está que, a la par de la transparencia del conteo y transmisión de datos, un triunfo contundente del PN que sobrepase al menos unos 10 puntos porcentuales de diferencia con el segundo lugar, despejaría cualquier duda sobre un fraude.

Por último, no existen condiciones objetivas que pudiesen desestabilizar el sistema; lo que existen, son pequeños grupos de individuos con subjetividades profundamente anti juanorlandistas, los que sueñan que el pueblo está listo para una revolución anti continuista, cosa que no existe, mucho menos para financiar y sostener un movimiento nacional en esa línea.

No olvidemos que Mel fracasó en sostener, y mucho menos en fortalecer, primero el “movimiento nacional de resistencia popular” y, luego, el Partido Libertad y Refundación LIBRE cuya bancada parlamentaria colapsó estruendosamente, sobre todo porque sus dos voceros mediáticos más influyentes en las elecciones de 2013, David Romero y Esdras Amado López, se retiraron, convirtiéndose hoy en espinosos opositores de «la Alianza».

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