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Entre protestas y elogios, el «gigante agrícola» se rinde a los transgénicos

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Sao Paulo – Brasil, uno de los mayores exportadores de alimentos del mundo, se rinde cada vez más a la tecnología transgénica, coincidieron hoy defensores y detractores de ese tipo de producción.

Brasil es uno de los motores para atender la creciente demanda alimentaria del mundo, que según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) necesitará de un aumento del 60 % de la producción en 2050 para garantizar la seguridad alimentaria de toda la población.

Legalizado desde 2003 en el país, el cultivo de transgénicos está presente en grande parte de los productos agropecuarios brasileños, con fuerte presencia en la cadena de la soja, de la cual el 91 % es en la actualidad genéticamente modificada, y en la alimentación de ganado y aves.

Así, Brasil es el segundo mayor productor de transgénicos en el mundo detrás de Estados Unidos, según los datos del Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones en Agrobiotecnología (ISAAA, por su sigla en inglés).

La Sociedad Rural Brasileña (SRB), que agrupa productores agropecuarios del país, calcula que cerca de 123 millones de hectáreas han sido preservadas con el aumento de la producción «sin expansión» facilitada por el uso de transgénicos.

Para la estatal Compañía Nacional de Abastecimiento (Conab), en los últimos 35 años el área cultivada creció un 248 % frente un aumento del 506 % de la producción, en la que la soja mayoritariamente transgénica ocupa el 54 % de las tierras destinadas para los granos.

«El transgénico en Brasil dio condiciones para tener una producción mucho más eficiente, con menos pérdidas y uso menor de agroquímicos, que vienen ahora dentro de los genes de la planta», explicó a Efe el presidente de la SRB, Gustavo Junqueira, quien defiende los avances de la ciencia para la salud y la economía.

En los años cincuenta, explicó Junqueira, las familias brasileñas gastaban el 50 % de sus ingresos en comida, un porcentaje que en la actualidad es del 15 %, justificado en parte por las condiciones de precios bajos de los alimentos transgénicos.

En la jornada mundial del ‘Día contra Monsanto’, celebrada este sábado en varias ciudades para protestar contra los llamados «agrotóxicos» usados en los cultivos agrícolas, activistas reclamaron por la adopción del país suramericano de esas técnicas.

La discusión entre transgénicos y orgánicos volvió a «encenderse» recientemente en Brasil después de la aprobación por parte del Congreso de una ley que deroga la obligación de etiquetar los alimentos genéticamente modificados.

El ingeniero agrónomo e investigador de la estatal Universidad de Campinas (Unicamp) Mohamed Habib cuestiona que el uso de transgénicos aumente la productividad.

«Resistir a herbicidas o sintetizar toxinas son funciones que no tienen nada que ver con productividad. Es obvio que al tornarse más resistente a las plagas el volumen colectado será mayor», apuntó el especialista.

No obstante, enfatizó Habib, «si consideramos que la productividad es medida por la energía sintetizada, entonces con más funciones biológicas la productividad (de una planta modificada genéticamente) también será reducida».

Habib junto a otros 815 científicos agrónomos de ochenta países firmó un manifiesto que pide el fin de cultivos transgénicos del mundo.

En Brasil, Habib pide una posición más firme frente al uso de productos como el glifosato, un herbicida usado en semillas desarrolladas por la multinacional estadounidense Monsanto, empresa que concentra el 90 % del mercado internacional de transgénicos.

Antes de la legislación de 2003, Brasil permitía el uso de residuos de glifosato de solo 0,2 partes por cada millón de unidades del herbicida, pero ahora esa concentración pasó a diez partes, comentó el científico.

Organizadora en Sao Paulo de la Marcha Mundial contra Monsanto, la ambientalista Susana Prizendt resaltó que el uso de ese «veneno» ha destruido la «microflora y microfauna» de las haciendas productoras, volviendo al suelo más «dependiente» de los fertilizantes químicos.

Para la periodista y también organizadora de la marcha Carolina Ramos, el avance de los transgénicos en Brasil es una «alerta» y criticó el fin de las etiquetas que identifican para el consumidor ese tipo de productos y la autorización de eucaliptos modificados genéticamente para la industria papelera y de celulosa.

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