Ya la elección presidencial en Estados Unidos es historia. Donald Trump regresará a la Casa Blanca. La mitad de los votantes celebra, mientras que la otra mitad lamenta amarga y profundamente el resultado. El país continuará polarizado y fracturado. Muy pocas personas anticiparon la magnitud del triunfo de Trump. Superó ampliamente los 270 votos en el Colegio Electoral necesarios para ser declarado presidente. Ganó en cinco de los siete estados considerados como indispensables para lograr el triunfo (y lidera la votación en los otros dos), y ganó también el voto popular, cosa que ningún candidato Republicano había logrado en los últimos veinte años. Los Republicanos ganaron también la mayoría en el Senado y podrían mantener su control de la Cámara de Representantes. Una impresionante victoria. Pero ¿ganó Trump realmente las elecciones, o las perdió el partido Demócrata? A mi juicio, las perdieron los Demócratas, pero permítanme explicar por qué, y en el proceso veamos qué lecciones podemos aprender para nuestras elecciones.
Desde el inicio se supo que la principal preocupación de los votantes era el estado de la economía. Es decir, sentían que habían perdido terreno durante la Administración Biden y no veían que los Demócratas estuvieran preocupados por esta situación. Cuando se les preguntaba si habían mejorado o desmejorado económicamente en los últimos cuatro años, mayoritariamente contestaban que su situación se había desmejorado. Cuando preguntaban en quien confiaban más para manejar la economía, mayoritariamente decían que Trump. El panorama estaba claro y en política, el bolsillo es el gran motivador e impulsor. Solo la seguridad de las personas y sus bienes puede superar el impacto de un golpe al bolsillo y la seguridad no era un factor en esta elección. La migración irregular si es una preocupación, pero las encuestas reflejaban que ocupaba un tercer o cuarto lugar. Después de la situación económica figuraba el tema del aborto, pero las encuestas demostraban que este tema era mucho menos importante para los votantes. Siendo, así las cosas, pareciera obvio que los Demócratas debían utilizar sus recursos, incluyendo al actual presidente, a dos expresidentes y a múltiples figuras famosas de la música y el cine, así como sus copiosos recursos financieros (recaudaron 500 millones de dólares más que Trump) para convencer a los votantes de las bondades de las medidas que tomarían para aliviar su padecimiento económico. Después de todo, la economía había crecido durante la Administración Biden al punto de superar el crecimiento de cualquier otra economía de los países desarrollados. No obstante, la inflación, particularmente en los alimentos y en la vivienda había calado muy duro en la clase trabajadora y, a pesar del crecimiento económico, sentían que su situación económica había desmejorado. Sin embargo, y a pesar de la famosa frase que el expresidente Clinton usaba para asegurar que su campaña mantuviera el rumbo correcto “es la economía, estúpido”, en esta ocasión la campaña se concentró en el tema del aborto y descuidó totalmente el tema económico. El resultado es ahora evidente.
La decisión de privilegiar la discusión del aborto por sobre la discusión de las medidas a tomar para mejorar la situación económica es entendible si recordamos que en el tema del aborto podían culpar a otros del retroceso que, según ellos, había ocurrido. En el caso de la economía no había nadie más a quien culpar. Ellos, los Demócratas, habían estado en el poder los últimos cuatro años y por tanto los votantes les asignaban, correcta o injustamente, la responsabilidad por su padecimiento económico. Era más fácil hablar del aborto que de la economía, pero lo fácil no siempre es lo que se debe hacer para ganar las elecciones. Además, resulta extraño que se hayan concentrado tanto en el aborto cuando ya existía iniciativas en varios estados para decidir el tema en ese ámbito. Habría sido suficiente con reiterar el apoyo a esas iniciativas, que, dicho sea de paso, tuvieron éxito en casi todos los estados donde las sometieron a consideración de los votantes, y financiarlas con los recursos que tenían de sobra. Resultó que quienes así lo deseaban podían votar a favor de una propuesta para asegurar el acceso al aborto en su estado y luego votar por Trump en la papeleta presidencial. Al parecer optaron por ignorar todo esto y la candidata se dedicó a hablar sobre el aborto.
En cuanto a la migración, los Demócratas optaron por decir poco al respecto. Nuevamente, al haber estado en el poder los últimos cuatro años los votantes les asignaron la responsabilidad por lo que consideran un fracaso para proteger la frontera. Mientras tanto, Trump, con su propuesta de deportaciones masivas, se posicionó como el único que contaba con la voluntad y la política dura para hacer frente al desorden que reina en la frontera.
Lo que hemos visto en Estados Unidos nos dice que en política no se puede ignorar las preocupaciones de los votantes. Si se hace se fracasa. Después de todo, la política es el arte de generar esperanza. Me parece que esta es la lección más importante para nosotros. En nuestro caso, se trata nuevamente de la economía, o puesto de otra manera, la creación de empleo. Quien logre convencer al votante de que cuenta con la mejor propuesta para generar empleo, ganará las elecciones. Para el partido en el gobierno, la situación es más complicada ya que han estado en el poder y han fracasado en la generación de empleo. Lo ocurrido en el norte debería ser indispensable en la formulación de las estrategias electorales. Ojalá que no probemos que nadie escarmienta en cabeza ajena.