Allí, en uno de los locales, Lilian Mendoza Rivera, una orgullosa olanchana hacía bulla -de esa que sólo los catrachos sabemos hacer-, vestida con un traje garífuna y conservando el acento como si estuviera recién llegada de su natal San Francisco de la Paz y no llevara viviendo en México más de 28 años- he de confesar que la envidio por eso-.
La conexión fue inmediata, en medio de muchos puestos de comida y artesanías de países de todo el mundo, sobresalía el de Honduras, adornado con los colores azul y blanco, carteles con fotografías de algunos de los lugares más hermosos de mi país, con los héroes que nos dieron patria, videos de nuestras playas, con un fondo de música punta y el aroma… ¡que aroma!
Me senté y no sabía por dónde empezar, de lo que si estaba segura era de que quería de todo: yuca con chicharrón, tajadas verdes, nacatamal, sopa marinera con leche de coco, pastelitos de perro, gallo pinto, pupusas, baleadas, enchiladas, horchata con morro, etc., tuve que pedir la ayuda de mis hijos para poder probar todo, al final le agradecimos a Lilian por trasladarnos a Honduras, no sin antes pedirle la dirección de «El Trapiche».
Y es que así se llama el rincón de comida catracha y centroamericana que Lilian ha logrado posicionar en la capital mexicana, una ciudad con una inmensa diversidad culinaria, en donde hay tacos en cada esquina y donde los «chilangos» (los habitantes del D.F.) se comen el plátano con jalea, con crema batida y chispas de chocolate, por no agregarle más dulces, pero nunca con repollo y salsa. Leer nota completa
