Houston, Texas. (Proceso Digital) – Alejandra Cortez abandonó su natal Catacamas hace 13 años y viajó a Estados Unidos para lograr un mejor nivel de vida para ella y su familia, el camino no fue fácil y tuvo que tener extendidas horas de trabajo al día con doble turno, pero nunca abandonó su sueño de tener algo propio con lo cual hacer realidad su sueño, concretando ya los primeros pasos.
A pesar de las largas jornadas de trabajo, que le generaban un agotamiento físico, mantuvo siempre fresca su mente que para lograr la mejoría que buscaba, debía emprender algo propio y para ello debería tener los recursos que se necesitan en el país del norte para realizar dichas iniciativas, que además del capital se debe tener la paciencia y el conocimiento para emprender la larga batalla para obtener el permiso de las autoridades que permita legalizar el negocio que busca iniciar.
Alejandra trabajaba a doble turno y una parte de los recursos obtenidos los ahorraba celosamente, ya que le servirían para su emprendimiento futuro, aunque ello significaba que debía de limitarse mucho.
Tras años de ahorro y tras vencer la serie de trámites para lograr la aprobación de las autoridades, Alejandra logró finalmente tener el dinero suficiente que le permitiera emprender su negocio en la localidad de Bissonnet, cercana a Houston, Texas.
Sal y pimienta
En un espacio de 3 x 2 metros, un pequeño camión de comidas bautizado por Alejandra como “Sal y Pimienta” ubicado en Food Town, atrae a diario a decenas de migrantes hondureños residentes en esta ciudad del sureste de Texas, así como comensales de otras nacionalidades.
El pequeño restaurante sobre ruedas se especializa en comidas catrachas, donde la baleada, el pollo chuco, los tacos fritos y los pastelitos son los platillos más solicitados desde hace más de un año, cuando comenzó a funcionar.
Marina Espinal, una salvadoreña que es cliente frecuente de Sal y Pimienta comenta que uno de sus platillos favoritos es el plato tradicional, el que lleva frijoles, carne asada, salchicha, queso, crema, arroz, aguacate, plátano maduro y limón.
“En esta ´traila´ las comidas son lo mejor de mejor”, afirma.
Sabor catracho
“Es mi pequeño sueño hecho realidad”, relata Alejandra, una joven hondureña que llegó a Estados Unidos hace 13 años con la ilusión de sacar adelante a sus dos hijos y ayudar a su familia en su natal Catacamas (Olancho).
La constancia, el esfuerzo y la dedicación de la joven madre le permitieron salir adelante. “Al llegar tenía varios trabajos; estuve en una discoteca como mesera y en una tortillería, pero me propuse no quedarme estancada en lo mismo y comencé a ahorrar”, recuerda.
“Una de las cosas que más extrañaba al estar tan lejos de los míos era la comida, ese sazón que solo los catrachos podemos darle a la comida, y ya que la comunidad hondureña en Houston es tan numerosa, vi la oportunidad de que vendiendo comida podía cumplir mi anhelo de tener un negocio propio haciendo lo que más me gusta”, refiere.
Hacer su sueño realidad requirió un proceso de preparación muy meticuloso, “¡!vaya que me costó tener mi ´traila´! La ciudad es bien estricta, todo debe estar en orden, los permisos de operación, se debe cumplir varios requerimientos, pasar un food manager, pagar una renta alta por el estacionamiento y los permisos”.
Actualmente Sal y Pimienta tiene un año de estar evocando recuerdos de la infancia de los hondureños que dejaron su país y llegan en busca de comidas catrachas, que los hagan sentir en casa.
Planes de crecimiento
Hoy, Alejandra no solo es una emprendedora que ha logrado mantener operando su negocio, también genera dos empleos, además, tras legalizar su estadía se reunió con sus hijos.
Con el apoyo de su esposo Leonardo, la joven se prepara para operar un segundo camión de comidas, y agregar más platillos a su menú. “La otra ´traila´ será más amplia, aunque eso implicará más trabajo, contratar a más personas y menos horas de descanso, pero valdrá la pena para seguir sazonando las comidas catrachas, con sal y pimienta”. (PD).
