Ninguna de las propuestas de gobierno presentadas hasta ahora incluye un marco macroeconómico de mediano plazo; instrumento indispensable por demás, si es que se pretende decir que es lo que se puede o no, para mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía en el cuatrienio 2022-2026.
Es natural y lo dice todo el mundo. Los planes de gobierno de campaña son solo un recuento de aspiraciones, buenas intenciones y propósitos. Casi nadie los lee, ni siquiera los trifolios o “panfletitos” que algunos de los 14 partidos en contienda han presentado. No sé si la desidia obedece a que la gente percibe que no encontrará gran cosa allí, o si, por el contrario, los candidatos y sus comités de campaña, imbuidos en las tareas organizativas y el afán de ganar la elección, realmente le dan una atención mínima al tema, sabiendo que nadie, ni siquiera la prensa, les prestará atención a las propuestas.
En todo caso, me parece que muy pocas personas de los equipos de campaña están dedicando el tiempo necesario a analizar el contexto macroeconómico de los próximos cuatro años. Después vienen los “ayes”, porque una vez en el gobierno, el tiempo se les hace breve para entender la problemática, reflexionar adecuadamente y tomar decisiones que mejoren el entorno para el desarrollo.
Un marco macroeconómico de mediano plazo es, como su nombre lo indica, el límite u orilla financiera en la que se podrán realizar acciones para cambiar la realidad del país. Es una proyección e intenta proveer a quienes toman decisiones, buena información para saber “¿Qué hacer?”. Pienso que un requisito fundamental que debería pedirse a los aspirantes, es tener un Plan de Gobierno, pero éste debería presentarse con un Marco Macroeconómico que le permita entender cuál es el espacio en el que podrá interactuar con la ciudadanía para que, mediante políticas adecuadas, se tomen las mejores decisiones.
El Marco Macroeconómico tiene cuatro elementos clave: (i) Producción potencial del país, (ii) Situación de las variables monetarias más importantes, (iii) Posición esperada de la economía del país frente al resto del mundo y, (iv) Espacio fiscal en el mediano plazo. Los cuatro espacios interactúan y es importantísimo saber que cualquier cambio que quiera provocarse en uno, forzosamente impactará los otros tres. De ahí la importancia de que los candidatos y candidatas conozcan con anticipación el efecto esperado de las decisiones que tomarán una vez que sean gobierno.
Lo primero es la producción potencial real. En el caso de Honduras, está claro que sus fortalezas están ligadas a sus recursos hídricos, forestales y visuales (turismo). Si, por ejemplo, se quiere intervenir en elementos como la industria, el comercio o incluso la tecnología, será necesario apostar a la educación y la salud en primer término, ya que solo el desarrollo del capital humano puede generar la sinergia necesaria para interactuar en estos espacios modernizadores.
En lo referente al dinero, es indispensable entender el potencial impacto que una política monetaria activa puede tener en la producción, los precios, pero también en la competitividad del país. Si el Banco Central abusa de sus operaciones, o si mantiene una actividad demasiado laxa, se corre el riesgo de frenar o disparar, según sea el caso, las aspiraciones del sector productivo. Es, por tanto, indispensable conocer su dinámica de manera adecuada para tomar decisiones sabias al respecto.
Las relaciones económicas internacionales son, por otro lado, fundamentales en el contexto en el que se vivimos en el siglo XXI. Nada de lo que el país haga o deje de hacer al respecto, pasará desapercibido. Se trata entonces de entender la dinámica comercial del entorno, los movimientos en los mercados internacionales y actuar en consecuencia con los resultados que se desea obtener.
Y no menos importante, claro, es la política fiscal: hablo de impuestos, tasas, deuda, gasto público y subsidios. De las decisiones que el ejecutivo tome al respecto, dependerá el éxito o no de los objetivos que busca el nuevo gobierno. Se debe considerar siempre, que no se puede obtener todo lo que se busca y, por lo tanto, es crucial la interacción adecuada del fisco con los otros tres sectores.
Vale la pena preguntarnos entonces. ¿Por qué si hasta ahora hemos logrado tener un marco fiscal propicio –tasas de interés relativamente bajas, inflación controlada, tipo de cambio manejable y déficits públicos sostenibles- dichos logros no se reflejan en bienestar para los más pobres? Esa es una excelente pregunta que valdrá la pena que examinemos en la siguiente entrega. ¿Cómo hacer para que un marco macroeconómico adecuado derive en bienestar y desarrollo? Ya veremos.