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El leviatán hambriento

Por: Julio Raudales

Tegucigalpa.- Fue el gran filósofo ingles Thomas Hobbes, quien en el siglo XVII nos enseñó con maestría lo terrible que a lo largo de la historia ha sido el rol de los gobernantes que, en nombre del Estado han esquilmado a la ciudadanía, usando la ficción de la protección social y el cuidado de sus “sagrados intereses”.

Haciendo gala de una espléndida maestría, Hobbes hace referencia a Leviatán, el monstruo bíblico más temido de la mitología antigua, para explicar y justificar la existencia de un Estado absolutista que subyuga a sus ciudadanos.

Es así como la mayoría de los políticos hondureños, no importa el color o credo que profesen, piensan que el Estado debe estar inmerso en todos los ámbitos de los individuos, desde cómo deben manejar su economía, su relación con los demás, con quién casarse, incluso qué libertades civiles pueden desarrollar y cómo deben hacerlo.

En otras palabras, para ellos el Estado debe ser un Leviatán de cientos de ojos y tentáculos, con la capacidad suficiente de controlarnos a todos.

Claro que ellos no salen a los medios a decir que así debe ser. Sin embargo, cada una de las políticas, proyectos de ley, sentencias, resoluciones y acuerdos que promueven, dejan a la vista que éste es el objetivo que tienen en mente.

Lo que tampoco nos dicen es que los ojos y tentáculos del Leviatán que intenta controlarnos son, a su vez, controlados por ellos mismos.

Así como no nos han dicho lo anterior, tampoco dicen que el monstruo debe ser alimentado constantemente. Sin embargo, le damos de comer como a perro hambriento, sin ser conscientes de las consecuencias que ello acarrea. Incluso en ocasiones lo hacemos gustosos, aunque siempre obligados.

Nuestros políticos desean que el monstruo sea cada vez más grande, ya que así tendrán un mayor control sobre los ciudadanos.

Y así, en este ciclo interminable, discurre nuestro andar ciudadano, entre mayor el tamaño del monstruo, tendrá más hambre y entre más hambre, tiene que haber más comida.

Aunque, si observamos un poco más allá, no es el Leviatán quien decide embutirse la boca de comida. Él está siendo obligado a comer. Esto se debe a que, mientras más llena tenga la boca, más comida caerá al suelo. ¿Y quiénes recogen las sobras? ¿Quiénes se ensucian las manos? Pues los mismos que lo obligan a comer: nuestros políticos… Ellos se alimentan de esas sobras que, de hecho, no son pocas.

Es así como los mismos ciudadanos alimentan al Leviatán que pretende controlar sus vidas, y al mismo tiempo, alimentan, con sobras bastante envidiables, a los políticos que lo utilizan para controlar a los ciudadanos y sacar de sus bolsillos el alimento que hace crecer a nuestro monstruo.

Es por eso que cuando sale a la luz información sobre casos de corrupción y abuso, nuestros políticos entran en cólera, señalan intimidatoriamente a quienes no han alimentado adecuadamente al Leviatán, y tratan de tomar, utilizando a nuestro monstruo, lo que “les pertenece”.

Claro, ante la opinión pública el argumento que esgrimen es que ese alimento servirá como combustible para impulsar la economía del país, hacer más obras sociales y mejorar la calidad de los servicios que presta el Estado. ¡Mienten! Y lo peor es que la mayoría de los ciudadanos les cree, respalda e impulsa al Leviatán para que coma la comida que ni compró ni preparó.

Los ciudadanos no se dan cuenta que diariamente alimentan a un monstruo que no debe ser alimentado, o por lo menos, no en la forma en que lo hacen. No ven que son nuestros políticos -ahora militando en DIEZ partidos- los que utilizan a este monstruo para saquear sus refrigeradores, sus alacenas, sus cuentas de ahorro, sus empresas y sus bolsillos.

La realidad es que la mayoría de ellos utilizan al Estado para controlar cada uno de los aspectos de la vida de los ciudadanos, del mismo modo que lo utilizan para saciar sus apetitos y garantizar, ingenuamente, que el ciclo de hambre, comida y crecimiento sea, de alguna manera u otra, interminable.

Es posible que cuando los ciudadanos no tengamos con qué alimentar al Leviatán, los políticos traten de convencernos de que nos ofrezcamos como sacrificio para no desatar la furia del monstruo. ¿Lo lograrán? ¿O será que cuando los ciudadanos ya no tengan con qué alimentar al monstruo se darán cuenta de que lo mejor es dejar que el Leviatán, y a la vez nuestros políticos, mueran de hambre?

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