Pese a su edad, su madre solo le dijo que sí eso era lo que quería lo dejaría ir con su bendición.
Con apenas 14 años y haber concluido solo la educación primaria con buenas calificaciones, un día de mayo, se despidió de su madre y sus dos hermanas. En Tegucigalpa, capital de Honduras, tomó un autobús que lo llevó a Guatemala.
Luego, fue uno más de los que se les conoce como “moscas”, porque al llegar a México tomó un tren y tras 25 días logró llegar a la frontera norte de Tamaulipas, su última parada antes de cruzar el Río Bravo fue Reynosa.
Su objetivo era Houston, donde vive un familiar quién pagaría mil 800 dólares a un traficante de personas, al momento que se lo entregara en aquella ciudad texana.
Pero el destino le tenía preparada una sorpresa. Apenas había tocado tierra estadounidense, tras cruzar nadando el Río Bravo fue detenido por elementos de la Patrulla Fronteriza.
“Sé que me van a regresar a mi tierra, pero lo voy a volver a intentar cuantas veces sea necesario para poder ganar dólares y enviárselos a mi familia”, dice Bryan Rodríguez quien buscó conquistar el sueño americano.
La falta de oportunidades en su lugar de origen, tanto sociales como económicas, la desintegración familiar y el deseo de superarse, son historias que se repiten en el Centro de Atención a Menores Migrantes y Repatriados (CAMEF) de Reynosa.
Esta oficina dependiente del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia en esta ciudad fronteriza, es la encargada de recibir a todos los menores de 18 años que primero son detenidos en los Estados Unidos de América y luego puestos a disposición de la Secretaría de Relaciones Exteriores y del Instituto Nacional de Migración.
Llegan allí, con el objetivo de localizar a sus familiares para que acudan a reclamarlos.
En el CAMEF, a diario reciben a niños y jóvenes que buscaron conquistar el sueño americano, pero en el intento fallaron, aunque también han dado atención a bebés.
“En la segunda semana de agosto recibimos a un niño de un año y seis meses, lo intentaron llevar a Houston, Texas, con documentos falsos, con el objetivo de reunirlos con sus padres, pero fueron descubiertos los traficantes, aquí lo tuvimos hasta que no llegaron sus abuelos que viven en Anáhuac, Nuevo León a reclamarlo”, comentó el Procurador para la Defensa del Menor, la Mujer y la Familia, Carlos Eduardo García Juárez.
Según datos aportados por el Sistema DIF de Reynosa, hasta el pasado 17 de agosto en este Centro de Atención a Menores Migrantes y Repatriados, se recibieron mil 130 menores, de los cuales mil 007 son hombres, 123 mujeres y de este número 12 son extranjeros.
En estos centros ubicados en Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros, en lo que va del año se tienen registrados 3 mil 500 menores de edad.
A nivel nacional la deportación de niños de los Estados Unidos hacia México en los primeros siete meses del año fue de 90 mil menores, según una denuncia hecha por el diputado Edmundo Ramírez Martínez del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
“Mi mamá se espantó cuando le dijeron que me habían detenido en Estados Unidos, pero luego se tranquilizó cuando me la pasaron por teléfono y le dije que me tenían en un lugar especial para menores en Reynosa”, son las primeras palabras de Juan Antonio Lara Cobato, quien con 16 años de edad, también se lanzó a la aventura, su destino final era Houston, Texas.
Originario de Tecomate, en el estado de Puebla, en compañía de un primo de 20 años, un día dejó su casa y las tierras que labraba junto a su padre para buscar fortuna en los Estados Unidos.
“Íbamos caminando por una carretera, cuando nos divisaron los policías y nos estuvieron, a mi primo luego luego lo mandaron de regreso, a mi me retuvieron porque era menor de edad”, dice.
Juan Antonio, mientras descansa en la sala del Centro de Atención a Menores, señala que también tenía muchas ganas de conocer los Estados Unidos, trabajar y ganar dinero que ayudara a la precaria economía que padece su familia en Puebla.
Luego repara, “No, yo ya no regreso, con esta vez tuve”. Y explica “Tomé un camión que venía directo a Reynosa, batallamos mucho para cruzar el río, luego para nada, porque me detuvieron y ya voy de retacho, mejor allá me quedo ayudando a mis padres, además los extraño mucho”.
También a Freddy Islas la suerte no le sonrió cuando dejó su empleo de costurero con un salario semanal de 850 pesos en Zacualtipán, Hidalgo, porque cuando ya estaba en territorio estadounidense, fue descubierto por la policía, junto a otras 19 personas.
“No sé dónde estábamos, nos manteníamos escondidos en el monte, esperando la señal para seguir avanzando, pero luego a dos del grupo les empezó a dar sed y salieron del escondite para buscar agua, en eso los descubrieron y en vez de agarrar para otra parte se vinieron corriendo a donde estábamos y nos agarraron a todos en bola”, comentó.
Acepta que pese a su edad -16 años- en su pueblo natal contaba con uno de los mejores sueldos, pero era poco para poder cumplir con el gasto de su casa y además salir a divertirse con sus amigos los fines de semana.