La vida es dinámica, siempre en movimiento. Una permanente carrera por la supervivencia, el conocimiento y la tecnología, para elevar las cotas del bienestar. El problema es que nacemos con fecha de caducidad, la muerte nos espera en cualquier esquina. Cuatro siglos antes de Jesucristo, Heráclito, filosofo, aseguraba que nadie puede bañarse dos veces en el mismo rio, porque el agua nunca es la misma; igual sucede con las personas, que están siempre cambiando: física, mental, incluso espiritualmente. Un ejemplo, cada treinta días mudamos toda la piel del cuerpo, por tanto, la nueva funda es diferente aunque no percibimos los cambios en el corto plazo, hasta que llega la primera arruga…
Tenemos políticos que viven de aparentar lo que no son y tampoco tienen, ni por fuera ni por dentro. Los vemos pactar con Satanás por cuotas de reconocimiento y poder. Son comparables a la simbiosis entre el tiburón y la remora. La remora es un pez que se adhiere a su anfitrión mediante una especie de ventosa, para no gastar energía en desplazarse y alimentarse cómodamente de sus despojos. Según la RAE, remora también significa aquel obstáculo que impide o dificulta un proceso, alcanzar un objetivo. Perfecto adjetivo para conversos reversibles, pesebristas y abrazafarolas. Al final, este tipo de mercenarios ideológicos se convierten en un peso muerto para los propios anfitriones, una remora, que terminan apartando de su lado. Pasó en el 2013 y 2017, pasará en el 2021.
Escribo antes de los comicios, cuando se publique el artículo habremos cruzado el Rubicón: “la suerte está echada”. Hace varias semanas realicé un análisis de los resultados, que publicaré cuando pase la tormenta. Como se dice en los prostíbulos de la comunicación: “No permitas que la verdad estropee una buena noticia”. Ahora la noticia, como en 2017, es denunciar fraude quienes pierdan. Durante la campaña recordamos a políticos advirtiendo, al estilo Corleone, que no permitirán el triunfo del Partido Nacional aunque sea en buena lid. Si se producen disturbios, todos dirán que los cometen los otros, infiltrados en los unos. La comunidad internacional observa la cultura política de nuestros lideres, que transmiten al rebaño ignorante y domesticado.
Repasando las características de algunos políticos, golpea la memoria el nombre de Lewis Carroll (1832-1898), autor de Alicia en el País de las Maravillas, por las coincidencias de sus comportamientos, con la patología del escritor. Carroll soportaba una enfermedad neurológica que desfigura su percepción de la realidad; cambiaba el tamaño de las cosas y su ubicación en el tiempo y espacio; modificando su importancia en el contexto vivido. En definitiva, vivía en una realidad diferente, similar a la de Matrix. Hoy esa enfermedad, en su honor, se denomina el “síndrome de Alicia”.
Viene al caso recordar una secuencia de Alicia en el Pais de las Maravillas, un dialogo con el Gato de Cheshire. Pregunta Alicia: ¿Podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí? Eso depende en gran parte del sitio al que quieras llegar -dijo el Gato-. No me importa mucho el sitio… -dijo Alicia-. Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes -dijo el Gato-. Siempre que llegue a alguna parte -añadió Alicia como explicación-. ¡Siempre llegarás a alguna parte si caminas lo suficiente! -aseguró el Gato- […].
Durante la campaña escuchamos declaraciones toxicas en boca de políticos fracasados, anunciando que lo prioritario era sacar al gobierno, sin importar la propuesta ideológica. Falacia pueril porque para eso son los comicios, seleccionar las nuevas autoridades. Para Alicia el camino no era importante, solo quería salir de allí, pero en política el camino es fundamental, porque los problemas de la sociedad se resolverán según el ideario partidario del gobierno, su doctrina.
El gato le recordaba a Alicia: ¡Siempre llegarás a alguna parte si caminas lo suficiente! Cuarenta años caminó por el desierto el pueblo de Israel para llegar a la tierra prometida por Dios, para un trayecto que solo requiere semanas. Sin duda caminaron más que suficiente. ¿Qué les pasó? En la respuesta, que espero investiguen y descubran los lectores, observaran similitudes con el tiempo que llevan los pueblos de Cuba y de Venezuela caminando hacia su “tierra prometida”. ¿Cuánto tiempo más necesitará caminar el pueblo hondureño? ¿Cuál será el coste final?
“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron”. -Libro del Apocalipsis-