El delicado equilibrio

Por: Julio Raudales

Tegucigalpa.- El francés León Walras es uno de los economistas que más ha influido en la vida contemporánea.

Es principalmente a él a quien debemos el uso de instrumentos matemáticos para las ciencias sociales y, aunque el análisis formal ni el álgebra deben ser el único determinante para intuir con éxito el comportamiento económico de individuos y sociedades, sus modelos suelen ser muy útiles para mejorar nuestro conocimiento sobre los problemas materiales que agobian a la humanidad.

Walras nos heredó una ley que debe ser enseñada con mucha precisión en las escuelas de economía de nuestras universidades, pero que debería además ser conocida por los políticos: Dice que si existen tres mercados, basta con que dos de ellos estén en equilibrio para que el tercero también lo esté. Por antonomasia, debemos deducir que si un mercado rompe su equilibrio, todo el tinglado social quedará salpicado por el caos.

Digo lo anterior, a propósito de la forma en que nuestras autoridades han pretendido (y pretenden), incidir en el bienestar de la población mediante el uso de algunos “shocks artificiales de estímulo económico”.

Por muy buenas intenciones que un presidente o estadista tenga, la experiencia ha demostrado que la imposición de medidas de política que contravengan las leyes económicas, terminarán afectando principalmente a aquellas personas a quienes se pretendía beneficiar.

Es así como, a pesar de que muchos persisten en negarlo, el incremento abrupto del salario mínimo en un 65%, sin considerar el aumento en la competitividad y capacidades productivas de la economía, produjo en 2009 la pérdida de 120 mil empleos y la caída de 60 mil hogares en la pobreza. Estos datos se dieron en un informe del PNUD publicado en mayo de aquel fatídico año.

Lo mismo sucede cuando en un afán de estimular la inversión, el gobierno ordena la disminución artificial de las tasas de interés del sector financiero, que son ni más ni menos, el precio que los bancos y otras instituciones cobran por prestar dinero a empresarios y consumidores.

Se puede criticar la “voracidad” de los colocadores de recursos financieros en el mercado, cuyas elevadas tasas a los prestatarios los convierte en el sector de mayor rentabilidad en el país. Pareciera además, que la liberalidad con que se permite a los bancos cobrar tasas de hasta el 80% anual en las tarjetas de crédito, solo provee incentivos para que éstos concentren su trabajo en préstamos para el consumo. Incluso sería válido admitir que la irrupción de estos “bancos tarjeteros” es una forma de sometimiento económico a una población cada vez más consumista.

Lo que sí resulta verdadero, es que la intervención del gobierno en la economía mediante el cobro de impuestos, el gasto y la inversión pública, además de las medidas de política económica mediante la manipulación de los precios macroeconómicos (tasa de interés, salario mínimo, tipo de cambio e inflación), genera como lo decía Walras, un desequilibrio momentáneo en todos los mercados, mismo que al buscar equilibrarse, provoca forzosamente “desajustes” en el resto de sectores.

En otras palabras, hay una razón científica que explica por qué los bancos cobran un interés tan elevado al uso de tarjetas de crédito o el mayor deslizamiento de la moneda, además del desempleo y la pobreza: Cuando el gobierno interviene de manera abrupta e inadecuada, los resultados suelen ser desastrosos para la mayoría.

Cuando el Gobierno eleva los impuestos, se endeuda o incrementa la emisión de dinero, los mercados financieros y los productivos (incluyendo a los trabajadores), pierden capacidad de captación de recursos, lo cual les obliga a ajustarse y a buscar medios que les permitan maximizar sus ganancias (lo cual es lícito). Entonces las empresas elevan el precio de las mercaderías o despiden personal, los trabajadores hacen huelga o se van al mercado informal y los bancos prestan a tasas más elevadas. Con ello, se logra mantener el equilibrio, pero las consecuencias las pagan generalmente los débiles.

Nadie escapa de las inexorables leyes de la economía. Lo más inteligente es saberlas utilizar para evitar que su efecto produzca pobreza y hambre. Alguien debe decirle al Presidente que bajar las tasas de interés por decreto solo traerá problemas a los usuarios financieros. Quizás más gente debería leer a Walras. Más de Julio Raudales. Aquí…

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