Tegucigalpa.- El obispo auxiliar de Tegucigalpa, monseñor Juan José Pineda, sorprendió a un amplio sector de la ciudadanía, al ofrecerse como interlocutor con las maras o pandillas en un afán por poner freno a la violencia e inseguridad que golpea a este país centroamericano.
Pineda dijo que un diálogo permitiría conocer mejor el trasfondo que encierra este mundo pandilleril, a nivel de valores, ética y relaciones familiares.
El obispo auxiliar es del criterio que detrás de cada uno de los miembros de estos grupos existe una historia de vida en la que muchos nunca tuvieron una familia integrada, crecieron sin valores espirituales y sin oportunidades de empleo, educación o una vida digna. Ello, sostiene, incide en esa vorágine de violencia en que se ven envueltos.
Siguiendo los principios cristianos, Pineda cree que puede llegar a comprender esa complejidad como punto de partida que sirva en un diálogo sincero entre las autoridades y estos grupos para una tregua en cuanto al clima de violencia e inseguridad.
Él dice que siente que ha sido llamado por Dios para iniciar esa función.
Quiere seguir los pasos del obispo Rómulo Emiliani, en San Pedro Sula, quien ha logrado conectarse con las maras o pandillas, ganarse su respeto y lograr aplacar más de alguna revuelta, especialmente en las cárceles, un sitio en donde el Estado no gobierna, según un informe especial de las Naciones Unidas.
La experiencia salvadoreña
El diálogo con las maras o pandillas no ha podido prosperar en Honduras porque el Estado no está dispuesto a renunciar a ejercer la ley y el orden, es decir, no se puede permitir el lujo de claudicar antes grupos designados incluso por Estados Unidos como bandas criminales organizadas al servicio del delito transnacional que ejerce la criminalidad organizada.
Un sector de la iglesia católica se ha sentido motivado por incidir en la búsqueda de un pacto con las pandillas, inspirado en lo sucedido en El Salvador, en donde el Estado cedió sus derechos de tutelar la seguridad ciudadana a los pandilleros.
En principio, el pacto secreto entre el gobierno del ex presidente Mauricio Funes y los pandilleros, permitió bajar los índices delictivos a cambio de prebendas para los líderes pandilleros que desde las cárceles seguían instruyendo a sus integrantes con el cobro de la extorsión, un delito al que nunca renunciaron y al que el gobierno no tuvo interés en combatirlo.
Cambios de autoridades en Seguridad y otras denuncias de incumplimiento en el pacto secreto, dieron al traste con la tregua. Las pandillas volvieron a ser partícipes de la ola delictiva y el nuevo gobierno del presidente Salvador Sánchez Cerén, dijo que no negociaría con estos grupos que operan al margen del Estado.
A nivel internacional, la Organización de Estados Americanos vendió el pacto secreto entre el gobierno y las pandillas salvadoreñas como un modelo exitoso, pero en El Salvador la Fiscalía General de la República ha emitido una serie de requerimientos por los abusos cometidos en nombre de ese pacto.
En medio de ese fuego cruzado entre las autoridades y los líderes de las maras o pandillas, hasta un sacerdote español salió implicado, al aceptar que en su trabajo de mediación, llegó a cometer ilícitos a favor de las pandillas.
El sacerdote Antonio Rodríguez Tercero, conocido como el “Padre Toño” estuvo preso más de un mes y fue liberado luego de aceptar su delito y negociar su condena con el Estado.
No ha sido por ahora la experiencia salvadoreña el mejor referente. En ese país las maras o pandillas son un poder paralelo al Estado y el gobierno de Sánchez Cerén acaba de instalar un Consejo Nacional de Seguridad en el que implica a autoridades civiles, militares, policial, empresarial y de la sociedad civil para buscar una respuesta integral al tema de la violencia y la inseguridad.
Honduras no negocia
En Honduras, los intentos de acercamiento con estos grupos delictivos no han funcionado, las autoridades han tenido claro que si negocian, es ceder la tutela de la seguridad que por ley les corresponde.
Las maras o pandillas aquí, al igual que El Salvador, operan en importantes regiones del país, en especial en zonas urbanas, ya no son los típicos chicos de los tatuajes o los pantalones flojos y grandes, ellos han mutado a otras etapas que les permiten actuar de forma más sofisticada.
Así lo revelan algunos estudios hechos por organismos académicos y hay quienes se atreven a asegurar que muchos se han convertido en prósperos empresarios y han logrado una estrecha relación como transportistas o vigilantes de territorios de los carteles locales de droga que operan en el país.
En este sentido, la intención del obispo Pineda de ingresar al complejo mundo de las maras o pandillas se ha visto con reserva por los especialistas en la materia, que sugieren políticas integrales de combate, prevención, persuasión y rehabilitación, más allá de la buena fe del cristianismo.
La propuesta de monseñor Juan José Pineda llamó la atención por su cercanía con su eminencia, el cardenal Óscar Andrés Rodríguez, un líder religioso nacional e internacionalmente que busca tejer redes en la lucha contra la inseguridad y la violencia.
Pero de momento, las respuestas a la iniciativa de Pineda no han sido muy fluidas, hay cautela al respecto, dado los avances de la criminalidad común y organizada.