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El apuro de Dios con el fin de los Estados Unidos

Ernesto Gálvez

Tegucigalpa. – El no reconocimiento del fraude electoral múltiple y masivo, tanto en los entes administrativos como en los de justicia, es la demostración más elocuente del derrumbe la institucionalidad del país líder mundial de la democracia y la libertad. Inimaginable que hubiese existido un megaplan con dimensiones globales lo suficientemente poderoso como para frenar por todos los medios a Donald Trump, que sorprendió al Estado Profundo en su triunfo del año 2016, pero que no se lo iban a permitir de nuevo en 2020. La trama ha sido urdida desde China, Venezuela, España, Alemania, Korea del Norte, con los estrategas del Club de Builderberg, Foro de Davos, los Rockefeller, el Banco Mundial, Multimillonarios como George Soros, Bill Gates, Amazon, redes sociales como Facebook, WhatsApp, Twitter, cadenas mundiales de noticias como CNN, Telemundo y muchos otros que, junto al partido demócrata conducido por Obama y algunos Republicanos, todos ellos unieron sus máximos esfuerzos para derriba al “Titán” en todos los frentes, menos en los votos reales de 74 millones de ciudadanos que fueron depositados, casi 10 millones más que en su primera elección.

Menciono algunos de los mecanismos que fueron usados, muchos de ellos descarados como votos sin estar en el censo de votantes, sin firma, sin dirección domiciliaria, votos falsos, votos contados fuera de tiempo, impresos en China, etc., etc.; pero lo más elaborado y determinante en el desvío de la intención del voto fue que en 28 de los 50 Estados, se usó una tecnología de una empresa creada en Venezuela en los tiempos de Hugo Chávez, llamada Dominiun (con participación de Hilary Clinton) que hace posible operar mediante un software manipulado desde otro país.

Esto hizo posible que más del 3% de los votos de Trump fueran transferidos a Biden, siendo comprobado en los siete Estados que eran objeto de la disputa que definen los resultados de los votos electorales como Pensilvania, Virginia, … Por orden de un juez en uno de los Estados, se contrató una firma especializada independiente y comprobó científicamente, cómo operó este mecanismo de fraude. También comprobó que el proceso de cómputo estaba conectado al internet, por lo tanto, estaba habilitado de intervenirlo digitalmente desde otros países. Esto se comprobó en un lugar de Alemania, donde el FBI requisó varios equipos utilizados para ese fin. También operó desde España y Canadá, mientras se realizaban las elecciones del 3 de noviembre 2020.

Pero lo increíble es que todas las pruebas que presentaron los numerosos equipos de abogados de Trump, todas fueron desestimadas; ni siquiera abiertas para ser revisadas; esto ocurrió en todos los niveles del aparato institucional gringo, tanto a nivel Estatal, como a nivel Federal. Es más, hasta la Suprema Corte Federal fue parte del engranaje. Los mismos magistrados que nombró Trump y que hacían mayoría en el máximo organismo de justicia, se hicieron de vista gorda.  Todo se puso en contra de Trump, al grado que le torcieron el brazo para que entregara la Casa Blanca, aunque aún hoy día sigue insistiendo en que la presidencia de Biden es ilegal. Ahora mismo, mediante los decretos ejecutivos la política Biden-Harris sale a relucir en todo su esplendor: la protección gay, la reincorporación a la OMS y al Acuerdo de París (que ya cerró empresas con miles de trabajadores) y la vuelta al tratado con Irán y la política migratoria, retratan de cuerpo entero la tendencia globalista contra la política nacionalista asumida por Donald Trump.

El suscrito, en el artículo anterior, sostuvo que Trump ganaría las elecciones, por el favor que Dios haría. Y, en honor a la verdad, las ganó. Pero ahora, la pregunta es: ¿por qué Dios no permitió que el presidente retuviera el cargo para cuatro años más? La respuesta es que Dios sabe que, por la degeneración de la sociedad norteamericana, él ha dispuesta dejarla caer del todo y más rápido de lo que nosotros podríamos imaginarnos. Y Dios no quiere que Trump estuviese a la cabeza cuando eso ocurra. De igual manera, está profetizado que habrá un juicio contra Israel por su dureza del corazón al no reconocerlo a Cristo como Mesías; ese juicio será una horrenda guerra que se desatará en breve contra esa nación y mientras en Estados Unidos estuviese gobernando Trump, este hombre fiel aliado de Israel, desataría todas las fuerzas militares en su defensa.

Ya caído el imperio de USA, Israel ya no contaría con su “chapulín colorado” quedando a expensas de sus enemigos musulmanes y árabes. Esa es la circunstancia que Dios aparecerá para mostrarse a su pueblo elegido, defendiéndolo con sus huestes celestiales y ratificándole a los judíos, quién es el “fiel y verdadero” que mostró su gloria y su poder como su Dios; el que no rompe el pacto con su pueblo y que, finalmente, lo perdonará, luego que les “caiga el 20”, luego de esa futura guerra y le pidan ayuda perdón y le adoren.

Pero queda la interrogante: ¿y cómo caerá la nación de Estados Unidos? Ya lo estamos viendo. China lo tiene en sus manos de muy diversas maneras. Digo las más importantes: las decenas de trillones de dólares deuda interna fue comprada por China; ya es la primera potencia económica y tecnológica del mundo; el 5G es la tecnología ya impuesta en buena parte del mundo y que será clave en el esquema de dominación del nuevo gobierno mundial encabezado por el anticristo; además, ya tiene penetrada, en todos los órdenes, la sociedad gringa: investigación científica, mediante el control de las dos mejores universidades norteamericanas y el soborno de alcaldes, gobernadores, diputados, senadores, etc, que cada rato son invitados a Beijín o montan innumerables y espectaculares eventos en los propios Estados Unidos, donde financian cualquier cantidad de investigaciones y entes de sociedad civil.

China no necesita una guerra para derrotar a USA; un pequeño desajuste gringo y se cae el dólar y con ello el imperio del Tío Sam.

Caído USA, China absorbe fácilmente a Taiwán y Korea del Sur, sabrosos bocadillos que hace tiempo China quieren degustar; y no lo ha hecho hasta ahora porque los Estados Unidos tiene en el Océano Índico y mares adyacentes y en varios países asiáticos, cualquier cantidad de bases militares terrestres, aéreas y navales en defensa de sus aliados las que pronto dejarán más abierto el camino del dragón asiático,  

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