A raíz del bicentenario de nuestra independencia de España, me parece necesario hacer un examen de conciencia. Los sueños de nuestros próceres esbozaban una región unida, independiente, próspera, pacífica y donde sus habitantes lograban desarrollar su pleno potencial humano. ¿Dónde estamos en relación con esos ideales? Meditemos y veamos.
¿Cómo le explicaría a Valle y a Morazán, estimada lectora, que el sueño de la patria grande, la Centro América unida, pereció hace muchos años y que retomar esa unión parece poco menos que imposible? Cada uno de nuestros países tomó su propio rumbo y quienes ahora están mejor no tendrán deseo alguno de poner en riesgo sus logros uniéndose con quienes están en una posición rezagada. ¿Cómo justificaría usted, apreciado lector, que en lo referente a nuestro querido país hemos equivocado el camino? ¿Cómo explicar que nuestras instituciones están totalmente debilitadas, al grado que algunos dirían que nos hemos convertido en un estado fallido? ¿Que la corrupción campea en la nación, y el narcotráfico, el crimen organizado, la violencia y la inseguridad se han apoderado de nuestra patria? ¿Qué la pobreza golpea a muchísimos de nuestros compatriotas? ¿Qué la insalubridad, el analfabetismo y la ignorancia, y el irrespeto a los derechos de las personas son la norma y no la excepción? Es un triste panorama que nos lleva a concluir que los sueños de nuestros próceres han sido olvidados durante esos doscientos años, que en efecto esas ilusiones han padecido de doscientos años de soledad.
Frente a esa situación muchos se desilusionan y migran. Desde una perspectiva personal, su decisión es lógica. Simplemente buscan mejorar su situación y la de su familia y han concluido que eso solo puede lograrse allende de nuestras fronteras. Otros hemos optado por quedarnos y tratar de cambiar esa situación. Es una tarea gigantesca, pero hoy más que nunca, en el bicentenario de nuestra independencia de España, debemos renovar nuestro compromiso con nuestra patria. Debemos rescatar los ideales de nuestros próceres y emprender la lucha por reconstruir nuestra nación. Como para orientarnos en ese camino notemos que el bicentenario coincide con un insigne ejercicio de nuestra ciudadanía, las elecciones generales. Después de lo actuado por el Congreso de la República, particularmente por lo ocurrido durante el Feriado Morazánico, me parece que estamos obligados a renovar nuestra clase política, particularmente los diputados al Congreso Nacional. Pregúntese usted, ¿qué pensarían Morazán y Valle del comportamiento de nuestros diputados? Aboguemos porque no se vote en plancha y porque, con muy pocas excepciones, se lleve al Congreso a personas que nunca han estado allí. Fomentemos el voto a conciencia y procuremos eliminar el voto de rebaño. La Sociedad Civil tiene un papel fundamental que jugar para educar a nuestra población sobre el uso prudente de su voto. Hagámoslo. Honremos a nuestros próceres con una campaña masiva de educación cívica y electoral. Esa sería la mejor manera de celebrar nuestro bicentenario.
Es evidente que nuestra clase política tradicional busca darnos más de lo mismo. No escuchamos propuestas sensatas, ni nos presentan sus planes de gobierno. El único plan de gobierno que conocemos no puede tomarse en serio. Es más bien una carta a los Reyes Magos que incrementa gastos y reduce ingresos. La implantación de ese plan conduciría al caos financiero y al incremento de la pobreza. No obstante, hay que reconocer que se trata del único plan de gobierno que ha sido presentado. El resto de los partidos ni siquiera han hecho público su plan de gobierno. ¿Será posible que como sociedad no exijamos la presentación de planes de gobierno realistas y que demuestren conocimiento a fondo de nuestros problemas y de los ideales de nuestros próceres? Que no sólo nos digan qué se proponen hacer, sino que también nos digan cómo lo harán. En estos temas, el cómo es tan importante como el qué. Que demuestren su conocimiento de los problemas que nos aquejan y que muestren los datos y cifras que sustentan y validan sus propuestas. Un plan de gobierno que carezca de cifras y que sea nada más que un vendaval de palabras no vale ni el costo del papel que se usó para divulgarlo.
Nos independizamos de España, pero ahora somos súbditos de nuestra clase política. Cambiamos un amo por otro. Abusan de nosotros y en lugar de ser nuestros representantes, se han convertido en nuestros mandatarios. Todo ha sido invertido. Es hora de alcanzar la verdadera independencia, de romper esas cadenas, de votar a conciencia y con un Congreso renovado emprender las reformas políticas que nuestra nación requiere para evitar que nuestra situación se deteriore aún más. Doscientos años de soledad son más que suficientes. Basta ya. Tomemos control de nuestro destino. Si no lo hacemos seremos cómplices de nuestra propia destrucción, y cuando se pregunte quien es el responsable de tan patética situación, solo tendremos que vernos en el espejo. Que el bicentenario sirva para crear conciencia cívica que sustente nuestra verdadera independencia. ¡Que viva la Honduras realmente independiente!