Por: Dr. Ramón Romero
Hay despedidas que son menos despedidas que otras; y son menos porque en ellas no solo queda el recuerdo entre sus seres queridos; también queda como legado para la humanidad entera, a perpetua memoria, su obra, que se objetivó en piezas de arte y otras producciones del intelecto, que seguirán siendo apreciadas por generaciones.
Esta es la característica de nuestra despedida a Ezequiel Padilla Ayestas.
La Rectora Castellanos no está en este acto porque se encuentra representando a la Universidad en otro país y por delegación suya asumo la representación de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras para decir un ‘hasta luego’ al Maestro Ezequiel Padilla Ayestas. En nuestro ‘hasta luego’ hay un profundo reconocimiento que la Universidad, como voz de la nación, hace a este artista magno de nuestra patria.
Nos despedimos del pintor nacional Ezequiel Padilla Ayestas con profundo respeto, porque en los altibajos de la vida personal y del acontecer nacional mantuvo su integridad a toda prueba. Fue íntegro en el compromiso con su arte y con su manera de pensar. Su integridad en el sentir por esta patria nuestra y en el confiar que un futuro diferente es posible, no conoció límites.
Su trabajo artístico se mantuvo ligado a las grandes preocupaciones sociales, políticas, económicas y culturales. Jamás se distanció de estos temas. No se fue a la pintura decorativa. Sostuvo una indeclinable posición humanista, en favor de los condenados de la tierra.
Su pintura es una toma de posición contra la opresión, la explotación, la miseria, la corrupción y otros grandes males que afectan a la patria y al mundo. Es una denuncia y en forma implícita un anuncio sobre la necesidad de superar las condiciones en que la humanidad vive. Es un anuncio contra la corrupción, contra la violencia, contra el militarismo, contra la antidemocracia, contra tantos y tantos males que los seres humanos sin merecerlo padecemos.
Su pintura de carácter social no se circunscribió a los estrechos marcos de una secta ideológica o de un determinado segmento social organizado; ha expresado más bien un compromiso en favor de lo humano, una toma de posición al lado de las grandes mayorías. Él se dedicó a expresar en sus lienzos realidades terribles que en Honduras y el mundo se padecen. Con su pincel creó símbolos. Con trazos grotescos simbolizó cosas grotescas y con símbolos de esperanza se refirió a cosas de esperanza.
Para pintar con la sensibilidad y la profundidad que lo caracterizó hubo de morar en el mundo de las ideas, en donde el ideal artístico se alimenta con el pensamiento, con la filosofía, la historia, la política y los grandes temas de la cultura.
El haber vinculado el arte con las ideas y los ideales vigorizó su creatividad y su convicción Al lograrlo, este amigo que hoy despedimos ha pasado a formar parte de los especiales de la patria, junto a otros de la estatura de Roberto Sosa, Roberto Castillo y Armando Sarmiento.
Su partida crea un profundo duelo. No solo están de duelo sus familiares y amigos; es un duelo para la nación y un duelo para el arte. Y este duelo lleno de legados valiosísimos da lugar a una despedida parcial. Ezequiel se prolonga en su obra, que continúa con vida propia.
En este adiós parcial, en nombre de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y de la Rectora Castellanos presentamos nuestras condolencias a todos sus familiares. A sus hijos, su esposa, sus hermanos y hermanas, sobrinos y de manera muy especial a nuestra muy querida amiga, su sobrina Rutilia Calderón Padilla, Vice Rectora Académica de nuestra Universidad, de quien a lo largo de los años he oído sobre Ezequiel en dimensiones propias de la vida familiar. Las referencias de Rutilia a su querido tío me han permitido entender al artista en su dimensión de hombre poseído por la generosidad y la nobleza propia de los seres profundamente humanos.
Para ustedes, señores familiares, nuestras profundas condolencias, que la Universidad también presenta a la nación hondureña y a los amigos y amigas del pintor.
