El arzobispo Desmond Tutu murió el día después de Navidad a la edad de 90 años. Galardonado con el Premio Nobel de la Paz, el arzobispo sudafricano fue uno de los líderes de la lucha contra el apartheid, el brutal sistema de segregación racial que se instauró en Sudáfrica hasta 1992. Después de la histórica caída del apartheid y de que Nelson Mandela fuera elegido como el primer presidente negro de Sudáfrica en 1994, Tutu presidió la Comisión para la Verdad y la Reconciliación, donde abogó por la justicia restaurativa en lugar de la retribución. Posteriormente, Tutu continuó denunciando las injusticias y manifestándose alrededor del mundo en defensa de la justicia, la paz, la igualdad de derechos de las mujeres y de las personas homosexuales, así como también en solidaridad con el pueblo palestino, ente otras causas sociales.
Nacido en Sudáfrica en 1931, Tutu creció bajo leyes racistas impuestas durante siglos de colonialismo. En 1948, el Partido Nacional —un partido político extremista y defensor de la supremacía blanca— ganó por amplia mayoría las elecciones nacionales que se llevaron a cabo ese año e instituyó el régimen del apartheid en el país. Cuando era estudiante universitario a principios de la década de 1950, Tutu conoció a Nelson Mandela. Ambos recién volverían a reunirse unos 40 años más tarde, luego de que Mandela pasara 27 años en prisión.
Tutu se convirtió en sacerdote de la Iglesia anglicana y rápidamente ascendió posiciones en el clero. Presidió el Consejo de Iglesias de Sudáfrica y lo transformó en una importante organización de derechos humanos. El arzobispo también movilizó a la comunidad nacional e internacional en contra del apartheid, e impulsó el boicot económico internacional contra el Gobierno de Sudáfrica.
Al testificar ante el Congreso de Estados Unidos en 1984, Tutu denunció el apoyo del Gobierno del expresidente Ronald Reagan al Gobierno de Sudáfrica:
“En mi opinión, el apartheid es un [sistema] tan perverso, inmoral y anticristiano como el nazismo. Por tanto, el apoyo y la colaboración del Gobierno de Reagan [hacia ese sistema] es igualmente inmoral, perverso y totalmente anticristiano “.
Poco después, ese mismo año, el Arzobispo Tutu recibió el Premio Nobel de la Paz.
En la Conferencia Mundial contra el Racismo celebrada en 2001 en la ciudad de Durban, Sudáfrica, Tutu habló sobre la importancia de la acción de los movimientos populares de Estados Unidos para revertir el apoyo de Reagan al régimen de segregación racial. Tutu expresó: “Los Gobiernos no siempre representan a sus pueblos. Intentamos persuadir al Gobierno de Reagan para que imponga sanciones contra Sudáfrica. Y la Casa Blanca comandada por Reagan se opuso firmemente a eso. Apelamos entonces al pueblo [estadounidense]. Y su respuesta fue fantástica. Como resultado, se logró cambiar el clima predominante en relación con el apartheid en Estados Unidos. No solo hicieron que se aprobara la legislación contra el apartheid, sino que también lograron anular el veto presidencial”.
El arzobispo Tutu se refería al veto de Reagan a la Ley Integral contra el Apartheid (The Comprehensive Anti-Apartheid Act) de 1986, que había sido aprobada por ambas cámaras del Congreso de Estados Unidos por abrumadora mayoría. El Senado, que en ese entonces estaba controlado por los republicanos, anuló el veto de Reagan con una votación de 78 votos a favor y 21 en contra.
En 2007, en un discurso que pronunció en la iglesia Old South Church de la ciudad de Boston, Tutu expresó: “El régimen del apartheid fue derrotado, como siempre pasa con los opresores, porque es una regla del universo moral. El bien y el mal no son lo mismo. No puede ser que el mal, la injusticia y la opresión tengan la última palabra. No. La bondad, la justicia y la libertad finalmente prevalecerán”.
El arzobispo pronunció ese discurso en Boston poco después de que la Universidad de Santo Tomás (St. Thomas University), del estado de Minesota, le retirara la invitación que le había hecho para hablar en un evento debido a la inquebrantable solidaridad demostrada por Tutu hacia los palestinos. Ante las duras críticas de la opinión pública, la universidad católica dio marcha atrás y emitió a Tutu una disculpa y una nueva invitación. Durante una entrevista que mantuvo con Democracy Now! en 2008, Tutu se explayó sobre su posición con respecto a Israel y Palestina. El arzobispo contó que, durante una visita a la región, Israel le impidió ingresar a Gaza:
“Ver esos controles de seguridad y la arrogancia de esos jóvenes soldados me recordó el tipo de experiencias que sufríamos en Sudáfrica. Cuando era obispo de Johannesburgo y viajaba en automóvil con mi esposa desde el centro de la ciudad hasta el suburbio de Soweto, donde vivíamos, teníamos que atravesar un muro y presentar permisos para poder movernos libremente en nuestra tierra natal. Ese extraordinario muro [entre Israel y Palestina] me hizo recordar nuestras experiencias en Sudáfrica”.
En su obra autobiográfica “Un largo camino hacia la libertad”, Nelson Mandela escribe que Tutu “luchó desinteresadamente contra el mal del racismo durante los días más terribles del apartheid”. En dicho libro, Mandela describe también la reunión que mantuvo con Tutu tras ser liberado de la prisión: “Cuando saludé al arzobispo Tutu, le di un gran abrazo; tenía frente a mí a un hombre que había inspirado a toda una nación con sus palabras y con su coraje, que había revivido la esperanza de la gente durante los tiempos más oscuros”.
Nos encontramos nuevamente ante tiempos oscuros: el autoritarismo está en aumento, la desigualdad económica es cada vez mayor, hay un apartheid de las vacunas en plena pandemia y la emergencia climática se ha agravado. En un discurso pronunciado ante jóvenes activistas durante la cumbre contra el cambio climático de las Naciones Unidas que se celebró en la ciudad danesa de Copenhague en 2009, Tutu dijo: “Se equivocan los que piensan que los ricos van a salvarse —ja ja ja—: o nadamos todos juntos o nos hundimos todos juntos”. Además de sus características carcajadas, en su ejemplar arenga de resistencia, Tutu también prodigó expresiones de alegría y compasión: “Tenemos un solo mundo y queremos dejarle a esta preciosa y maravillosa generación joven un mundo maravilloso. Nosotros, los veteranos, queremos dejarles un mundo hermoso. Es una cuestión moral. Es una cuestión de justicia”.