El 29 de agosto de 2024 nos enteramos de que nuestra Presidente decidió poner fin al tratado de extradición que hemos tenido con Estados Unidos. Desde la perspectiva del ciudadano común, la aplicación del tratado ha sido exitosa ya que ha resultado en la reclusión de un gran número de narcotraficantes, quienes en ausencia del tratado estarían libres en nuestro país fomentando la corrupción y el crimen. Todos sabemos de las falencias de nuestro sistema de justicia por lo que entendemos que, mientras este problema se supera, deberemos contar con el apoyo de otros países. El prescindir del tratado en efecto garantiza la impunidad para el crimen organizado y del narcotráfico. En efecto convierte a nuestro país en un paraíso para esos delincuentes y permite suponer que algunos integrantes del gobierno están interesados en favorecer al crimen organizado. Por todas estas razones, la gran mayoría del pueblo está en contra de la decisión de la presidente, y la repulsa se ha manifestado por todos los medios de comunicación. Para el pueblo, la demencia se ha apoderado del gobierno. Pese a esto, la tozudez prevalece y la Presidente se rehúsa a rectificar. Como sabemos, rectificar es de sabios y estos brillan por su ausencia en el gobierno. Cabe entonces preguntar, si esta es una decisión tan negativa e impopular, ¿por qué se empecina la Presidente en lo que obviamente es un error? A mi juicio, todo este capítulo tiene que ver con los planes de la autocracia para permanecer en el poder. Pero permítanme explicar mi tesis.
Recordemos como comenzó esta saga. Circuló por las redes sociales una fotografía de dos altos funcionarios nuestros, el Secretario de Defensa y el Jefe del Estado Mayor, reunidos con el Secretario de Defensa de Venezuela. Ahora bien, este personaje venezolano es tildado de narcotraficante por Estados Unidos y para capturarlo y juzgarlo ofrecen una millonaria recompensa. La citada fotografía llegó a manos de la Embajadora de Estados Unidos quien, al ser entrevistada por nuestra prensa manifestó su sorpresa al ver a los altos funcionarios hondureños reunidos con un narcotraficante. Eso fue todo lo que dijo. No dijo que nuestros funcionarios eran narcotraficantes, pero si dijo, tal y como su país sostiene, que el venezolano si lo es. Eso fue todo. Sin embargo, enarbolando la bandera, nuestra Presidente y nuestro canciller al unísono gritaron “injerencia” en nuestros asuntos internos y, usando como excusa un supuesto golpe de estado en gestación, decidieron denunciar el tratado y así proteger nuestras fuerzas armadas. Lo que comenzó como un comentario sobre una reunión de dos funcionarios nuestros con un venezolano declarado narcotraficante por Estados Unidos, sufrió una metamorfosis y se convirtió en una trama golpista que amenaza a nuestras fuerzas armadas. Ante tanto disparate, lo que priva en la mente del pueblo es que lo que busca el gobierno es proteger a un alto personaje que Estados Unidos ha solicitado o está a punto de solicitar mediante el tratado de extradición. A mi juicio, en efecto se trata de proteger a alguien, pero no a civiles. A mi juicio nuestras autoridades buscan proteger al Jefe del Estado Mayor. Nuevamente, permítanme explicar mi teoría.
Recientemente por este medio hemos venido analizando los regímenes autocráticos y hemos visto que para mantenerse en el poder deben capturar a las Fuerzas Armadas. Si suponemos que Libre está decidido a mantenerse en el poder por cualquier medio, incluso mediante el fraude electoral, entonces (siguiendo el modelo venezolano) debe capturar nuestras Fuerzas Armadas, incluyendo al Jefe del Estado Mayor. En efecto, pareciera que el proceso de adoctrinamiento ya comenzó. Veamos sus declaraciones al ser entrevistado por la prensa nacional. Visiblemente molesto dijo que “a través de esto, de los medios de comunicación, se roban la democracia, confunden a la gente”. Luego agregó “no se dejen engañar por la serpiente que dividió a la familia y que asesinó a Abel”. Esas preocupantes y crípticas declaraciones pueden ser apropiadas para don Mel, pero no para el Jefe del Estado Mayor, llamado a ser obediente y no deliberante, entendiendo que la obediencia es a la Constitución y no a un partido político o a una ideología.
A mi entender, Libre ha encontrado el Jefe del Estado Mayor que, según ellos, más conviene a sus planes de continuismo. En sus análisis, se vuelve necesario protegerlo y temen que Estados Unidos utilice políticamente el tratado y soliciten la extradición del Jefe del Estado Mayor, alegando falsamente (como, según ellos, han hecho en Venezuela con Vladimir Padrino.) que es un narco traficante. Para cerrarle el paso a los planes nefastos de Estados Unidos es entonces necesario, nuevamente según ellos, denunciar el tratado. Estas complejas tramas permean los regímenes izquierdistas. Vea sino a Nicolás Maduro inventar un nuevo complot en Telesur todas las noches. Como diría mi madre. “el que las usa se las imagina”.
Uno puede llegar a pensar que todo este incidente fue cuidadosamente planificado con el propósito de denunciar el tratado. Después de todo, los estrategas del gobierno saben que para Estados Unidos Vladimir Padrino es un narcotraficante y que podrían usar cualquier comentario de la Embajadora, por inocente que fuera, para gritar injerencia, golpe y para arroparse con la bandera jurando proteger nuestras Fuerzas Armadas. Por supuesto que también es posible que las declaraciones del jefe militar hayan sido tan solo un error y un mal uso del idioma. Ojalá que así sea y que todos podamos sentirnos orgullosos de nuestras Fuerzas Armadas. No obstante, dados los últimos acontecimientos debemos mantenernos informados y prestos a defender nuestra libertad.