
No es un enclave, es un Cónclave, es el lugar del silencio, de la meditación, de la reflexión, es donde 135 hombres a los cuales además de llamarles cardenales, menores de 80 años,se les llama “príncipes”. En un recinto en llavado, secreto y muy aislado para evitar cualquier distracción en donde cada uno de los cardenales de los cuatro extremos del mundo elegirán al nuevo Líder de la institución más antigua del mundo después de Cristo. En este lugar, cada uno de los cardenales en una papeleta en donde no hay foto, ni un color, tampoco precedido por una campaña mediática, de insultos y burlas, calumnias y diatribas, el elector que este caso es cada cardenal escribe: “Eligo in Summum Pontificem” es decir, “elijo al Sumo Pontífice” y escribe el nombre de su candidato. La primera mañana del 7 de mayo del 2025, que no es casualidad que se haya escogido el número de la perfección, solo habrá una votación, y en los dos días sucesivos se planea dos votaciones por día, una por la mañana y otra por la tarde. El mundo estará expectante de lo que pase, no hay entrevistas, no hay ninguna manipulación, solo miradas al cielo, esperando ser guiados no solo por los rayos del sol que caen sobre la Cúpula de San Pedro, sino recibir la iluminación del Santo Espíritu de Dios y así elegir con los frescos renacentistas del famoso pintor y escultor de la Capilla Sixtina, Miguel Ángel Buonarroti, al nuevo Papa. Después de todo, el ejercicio de elegir de la forma protocolaria y regidos por el Derecho Canónico y de lo que la normativa de El Estado de El Vaticano, establece, entonces aparecerá el humo blanco, por la chimenea en señal de que ya hay elecciones y que en poco tiempo viene el anuncio oficial: “Habemus papam”, expresión latina hecha por el cardenal protodiácono, lo cual significa: “Tenemos papa”. El nuevo Pontífice y obispo de Roma dirige desde el balcón central, la bendición: “ urbi et orbi” que significa: “A la ciudad y al mundo”. En el caso del papa Francisco, dijo el 13 de marzo del 2013, tras ser electo, orar por el mundo, y pidió: “Recen por mi”.
La verdad que es muy sui géneris la forma como se elige el Papa, pues todos los que entran en llave, son papables, lo increíble de todo, es que ningún cardenal, puede hacer cabildeos de ninguna naturaleza, pues hacerlo es romper con la mística, historia y protocolos de la elección de un hombre que no solo debe tener un carisma especial dado por Dios y una hoja de vida al servicio de los demás y leal a su Iglesia, sino que ha de poseer capacidades como las de un presidente de un Estado al cual representa dentro y fuera del pequeño territorio que desde 1929, fue firmado el Tratado de Letran entre el Papa Pio XI, y el Líder Italiano Benito Mussolini y reconocida La Ciudad de El Vaticano, como un Estado independiente y soberano. El Papa es no solo la máxima autoridad de la Iglesia Católica, sino que es el obispo de Roma, el hombre que establece Puentes pues por eso es llamado Pontífice, no solo es un guía espiritual para la feligresía católica, sino que es un promotor y mediador de la paz mundial y un Consejero internacional que se reúne en el país que visita, con sus homólogos gobernantes, así como los que le visitan. El Papa donde va es recibido con todos los honores de un presidente,pero la vez es vitoreado y escuchado por las milenarias concentraciones de jóvenes, adultos y niños que le reciben. Así que como Estado, El Vaticano elige sus Nuncios Apostólicos, que en realidad son los embajadores representantes de La Santa Sede en cada país, en donde decide el Papa tener.
El Cónclave, dura el tiempo que sea necesario, hasta elegir al Papa que en este caso será el 267, el cual una vez que es electo, le piden su aceptación y luego le preguntan por el nombre que adoptará. Es importante decir que aquí lo que vale en esta elección son los votos únicamente del Colegio Cardenalicio, aquí no es como estamos acostumbrados a ver que se inflan urnas, que hay votos nulos, que hay impugnaciones, no hay alegatos por cocientes electorales, existe un respeto y confidencialidad en este proceso, por esa razón es que los cardenales no tienen ninguna relación con el mundo exterior. La tradición es que caminan en fila según su antigüedad para depositar su voto en una gran urna plateada y dorada. Tres asistentes del Camarlengo, los llamados escrutadores cuentan los votos y van diciendo en voz alta a quien pertenece cada voto, luego las papeletas van siendo enhebradas y posteriormente quemadas. Previo a que el nuevo Papa salga al balcón central de la Basílica de San Pedro, este es llevado a la “Sala de las Lágrimas” llamada así porque es donde el electo derrama lágrimas de alegría, emoción y de recibir tan altísima distinción pero a la vez, la enorme responsabilidad de guiar a unos 1500 millones de católicos alrededor del mundo, sumado a lo anterior, la oportunidad de enfrentar estructuras, tradiciones y los secretos mas profundos de un quehacer sacerdotal alrededor de dos milenios, gobernar, dirigir, visitar, apacentar, alimentar, iluminar, persuadir, disuadir, debatir los temas más difíciles relacionados con la vida y moral de los individuos y los gobiernos del Planeta. Así que, este 7 de mayo del 2025, hay una cita con la historia, continuidad y destino de la Iglesia católica alrededor del mundo, en reunión secreta, pulcra, silenciosa, sabia y certera, se elegirá en este Cónclave único e histórico al hombre que debe seguir con las grandes transformaciones eclesiásticas para el Siglo XXI y demás siglos venideros.