Tegucigalpa – La pandemia y la emergencia sanitaria, la crisis económica y con ella pérdida de trabajos, las demandas de transparencia, el cambio climático y la migración son las cinco tormentas que asolan a Honduras, poniendo a prueba sus instituciones, su capacidad de resiliencia y ahondando las brechas.
-La crisis sanitaria, una economía en larga pausa, el cambio climático, la migración y la corrupción siguen siendo males que demandan soluciones determinantes.
-El retorno a la nueva normalidad evitará que la pérdida de empleos se convierta en un mal que mate tanto o más que el coronavirus.
Todas ellas, unas con más fuerza que otras, otras más visibles y otras esperando la coyuntura para un mayor posicionamiento en la agenda del país, están ahí, conviviendo con la población, mutando según la ocasión y recordando que el Estado de bienestar del que hablan los expertos no será el sueño del momento, sino una utopía permanente en donde ya nada, después del COVID-19, será normal.
Cuando las noticias informaban de la presencia del coronavirus en Wuhan, en China, las posibilidades que llegara a América, y a Honduras, eran remotas, pero cuando el contagio se expandió y tocó al hermano mayor, México, la víspera indicaba que su presencia en tierras centroamericanas era una crónica anunciada. Y así fue.
La institucionalidad sanitaria, golpeada fuertemente por la corrupción de las últimas décadas, el avance de la epidemia de dengue sin precedentes, los escases de medicamentos, camas, ventiladores mecánicos, insumos biomédicos, entre otros, empezó a brotar por doquier, para recordar las carencias que tradicionalmente ha tenido el sistema sanitario del país.
Los responsables de estar en el primer frente de batalla, estaban conscientes que entraban a una lucha desigual, con la esperanza que su día a día luchando contra la muerte y salvando vidas en los hospitales y centros de salud, les daría sabiduría para atender la emergencia con el menor número posible de bajas, mismas que ya pasan del centenar, pero que empiezan a competir también con las otras bajas que enfrentan: las causadas por el dengue grave, una enfermedad que se puede prevenir con higiene en el hogar, al igual que el COVID-19: lavándose las manos con agua y jabón y teniendo los cuidados que indican los protocolos.
A la fecha, 16 de los 18 departamentos del país tienen ya contagios positivos de coronavirus, a excepción de los departamentos caribeños de Islas de la Bahía y Gracias a Dios o La Mosquitia, donde la pandemia no ha llegado quizá por la disciplina de su gente, la lejanía y su desconexión con tierra firme, por ahora.
La economía a la baja y los empleos se pierden
Mientras que la economía está aún en pausa, desde hace dos meses, cuando el gobierno decretó el estado de emergencia y toque de queda, lo anterior ha generado la suspensión y/o pérdidas de por lo menos medio millón de puestos de trabajo.
Mientras el Banco Central de Honduras (BCH), estimó la caída de la economía en -3.9%.
La industria turística, maquiladora, construcción y el comercio han sido los rubros más golpeados, pero en general todos los sectores han recibido un revés.
Las remesas, pilar fundamental en el producto interno bruto (PIB), van a caer en por lo menos 15% ha previsto el BCH, aunque analistas independientes prevén una mayor baja.
El comercio exterior también sufrirá bajas en su dinámica ya que se prevé una caída de 18.6% según el programa monetario revisado y las importaciones también caerán 17.1% de acuerdo con el mismo documento.
Retorno a la normalidad para evitar la otra pandemia
Mientras este panorama ensombrece el futuro del país, – la salida, – dicen académicos y claman organizaciones del sector privado, es el retorno a la nueva normalidad de la mano de los expertos sanitarios que deberán conducir las líneas donde la vida este en primer orden, pero a la vez, reactivar la actividad laboral para evitar mayores pérdidas de empleos.
De hecho, los primeros ensayos para volver a la nueva normalidad ya son visibles en el sector de restaurantes donde las pruebas piloto han dado el ancho.
Igualmente, el sector construcción se prepara para iniciar y con ello evitar la paralización de cientos de miles de obreros de la industria. Varias obras dieron ya el primer paso.
Lo hacen también comercios que trabajan bajo estrictos estándares de bioseguridad.
Mientras tanto la industria de las maquilas ya reúne los requisitos y está próxima a ensayar su capacidad de resiliencia ante el nuevo panorama.
Las autoridades de Trabajo han anunciado que disponen de 24 protocolos debidamente certificados para continuar con la reapertura inteligente y evitar así la otra pandemia: la de pérdida de empleos.
Una corrupción que lacera
La labor de los responsables de la cadena de salud en la emergencia es loable, sobre la marcha han diseñado sus propios protocolos para atender la emergencia, a fin de evitar que se llenen las salas de COVID-19 y las Unidades de Cuidados Intensivos, porque si ello pasa, el sistema va a colapsar y las muertes podrían ser más dolorosas de lo que ya se vive. Es la lucha por la vida. Las muertes por coronavirus sobrepasan el centenar y los contagios ya rozan los dos mil casos.
Si esa tormenta que aún no termina de desarrollarse en el país es alarmante, lo es también la otra que le va en paralelo: la corrupción. La cadena sanitaria nuevamente es golpeada al trascender compras sobrevaloradas en los insumos médicos y medicamentos para la emergencia. Un informe preliminar del Tribunal Superior de Cuentas develó esas irregularidades en Copeco, mientras Inversión Estratégica de Honduras (Invest-H) se encuentra también bajo la lupa.
El gobierno destinó millonarios recursos para la pandemia y al 15 de abril de 2020, la Secretaria de Finanzas publicó en su portal que se habían erogado más de dos mil millones de lempiras. De ese monto, la Secretaría de Salud ha gastado un poco más de 527,5 millones, Copeco 154.4 millones; Invest-H más de mil millones de lempiras, y otras instituciones (no detalladas) más de 420 millones de lempiras.
Mientras el gobierno busca mecanismos que le permitan dar certeza de mayor transparencia, anunciando que, a partir de ahora, parte de esas compras serán manejadas por el PNUD con quien firmará un convenio. La corrupción ha sido un cáncer permanente en Honduras.
Los migrantes seguirán
Esa batalla contra la impunidad y la corrupción sigue punteando en el país junto a la pandemia del COVID-19, pero la nación también enfrenta otra tragedia humana: la de los migrantes, mismos que no abandonan el sueño americano y muchos de ellos se encuentran varados en su ruta hacia Estados Unidos, algunos contagiados por el COVID-19, en su mayoría en México. La pandemia no solo los golpea, también los revictimiza al ser doblemente discriminados: por querer una vida mejor y por portar un virus que está dejando en los países donde se encuentran historias de discriminación y marginación social.
Al menos unos 31 migrantes hondureños han muerto por la pandemia en Estados Unidos, según las autoridades de la cancillería hondureña. Estos son los que figuran en las listas oficiales porque gran parte de ellos no reportan sus casos no son reportados por sus familiares debido a su temor de ser deportados ya que residen en los EEUU de manera indocumentada.
Igualmente, en medio de la pandemia, las deportaciones no cesan y se registran hondureños deportados de México y Estados Unidos en los meses de marzo, abril y lo que va de mayo de 2020.
Los efectos del cambio climático
Mientras, la otra tormenta que asoma y es permanente, es la del cambio climático y sus efectos: sequías, hambrunas, i
La capital hondureña, es otro ejemplo directo de los efectos del cambio climático, las lluvias no llegan como antes, los racionamientos de agua son inimaginables, las represas no se llenan y el municipio del Distrito Central espera que el invierno de este año le permita frenar los racionamientos, y que el invierno no le genere inundaciones y derrumbes, como suele suceder. Son las pandemias estructurales de Honduras, que recuerdan su vulnerabilidad y fragilidad.