Madrid – La figura de Jimmy Carter, fallecido este domingo a los 100 años y elogiado de forma prácticamente unánime por dirigentes de todo signo político, siempre fue mirada con recelo en el ámbito del movimiento olímpico debido al boicot que el expresidente estadounidense promovió contra los Juegos de 1980, disputados en Moscú.
«Un hito histórico de insensatez y de ignorante intromisión política en el gran acontecimiento deportivo»: así definió Conrado Durántez, historiador del olimpismo y expresidente de la Academia Olímpica Española, el boicot de Estados Unidos y sus aliados a esos Juegos, un episodio enmarcado en el contexto de la Guerra Fría.
En abril de 1980, apenas tres meses antes de la inauguración de la cita en Moscú, el Comité Olímpico Estadounidense (USOC) se plegó a las exigencias de Jimmy Carter y anunció que ningún deportista norteamericano participaría en esa edición. Estados Unidos cometió el pecado mortal del olimpismo, el boicot a unos Juegos por motivos políticos.
Un acontecimiento ajeno al deporte, la invasión de Afganistán por parte de tropas soviéticas en diciembre de 1979, fue la excusa a la que recurrió Estados Unidos para vetar la gran fiesta deportiva. Carter amenazó con retirar el pasaporte a cualquier deportista de su país que intentase ir a los Juegos. Centenares de atletas, en la parte final de su preparación, tuvieron que deshacer las maletas y quedarse en casa.
El boicot llevaba meses gestándose y el Comité Olímpico Internacional (COI), presidido entonces por el irlandés Lord Killanin, no pudo hacer nada por impedirlo.
Varios miembros de la OTAN habían planteado la conveniencia de boicotear los Juegos y en enero de 1980 Estados Unidos lanzó un ultimátum: o la Unión Soviética se retiraba de Afganistán antes del 15 de febrero o ellos no participarían.
Carter propuso al COI que le retirase a Moscú la organización. Aprovechando la Sesión del organismo ese febrero en Lake Placid, donde se iban a disputar los Juegos de Invierno, el secretario de Estado norteamericano, Cyrus Vance, intervino en el mismo sentido, aunque sin mucho éxito.
La votación del USOC en el mes de abril ratificó definitivamente el boicot, pero la decisión fue mucho más lejos: Carter presionó para que otros países tampoco participaran y 66 comités olímpicos nacionales se dieron de baja, entre ellos grandes potencias deportivas como Alemania Federal, Japón, Canadá, Noruega o Kenia. Solo participaron 80 países, el número más bajo desde Melbourne 1956.
Uno de los afectados por ese boicot fue el actual presidente del COI, el alemán Thomas Bach, que en Montreal 1976 había ganado con Alemania Federal el oro por equipos de esgrima y que no pudo participar en la siguiente edición. Cuarenta años después, cuando la epidemia de covid amenazaba con suspender los Juegos de Tokio 2020 (finalmente aplazados a 2021), Bach recordó aquel episodio.
«En circunstancias muy diferentes y por razones muy distintas, tuve una experiencia de gran incertidumbre como deportista durante los preparativos de los Juegos de Moscú’80. No estábamos seguros de si los Juegos se llevarían a cabo y si se nos permitiría participar. Francamente, hubiera preferido que los responsables de la toma de decisiones se hubieran tomado más tiempo para tener una base de información más sólida», dijo Bach.
El español Juan Antonio Samaranch, entonces vicepresidente del COI y que fue elegido presidente cuatro días antes de la inauguración de los Juegos de Moscú, siempre criticó aquella decisión de Jimmy Carter. Cuando el expresidente comenzó a sonar como candidato a Nobel de la Paz, premio que ganó finalmente en 2002, Samaranch deslizó que no dudaba de sus méritos, pero que para la historia olímpica había sido una figura nefasta.
Pero, como el viejo diplomático que era, con el tiempo el dirigente español hizo un intento de normalizar las relaciones con Carter. En 1993 Samaranch mantuvo una reunión con el presidente Bill Clinton en la Casa Blanca y aprovechó el viaje a Estados Unidos para entrevistarse con el responsable del boicot en la sede de su fundación en Atlanta.
«Es un deseo de cerrar viejas heridas, ya que, si bien él promovió el boicot a los Juegos de Moscú, el olimpismo debe demostrar que sabe perdonar este tipo de errores», afirmó.
España, a punto de sumarse al boicot
Entre los países occidentales que no secundaron el boicot estadounidense y que inscribieron a sus deportistas en los Juegos de Moscú destacaron Francia, Gran Bretaña, Italia, Australia y España.
Pero España estuvo a punto de hacerlo porque en enero de 1980 el presidente español Adolfo Suárez salió de un encuentro con Jimmy Carter convencido de que era la postura adecuada: «No es deseable la participación en Moscú, ni que los atletas usen el himno y la bandera española en esos Juegos».
Fue Jesús Hermida Cebreiro, secretario de Estado para el Deporte y presidente del Comité Olímpico Español (COE), quien se encargó de convencer al ministro de Cultura, Ricardo de la Cierva, al de Exteriores, Marcelino Oreja, y a través de ellos a Suárez, de la conveniencia de estar en la ceremonia inaugural. Entre sus argumentos, hubo uno que pesó de forma decisiva: la candidatura de Samaranch a la presidencia del COI. El boicot de España habría acabado con sus aspiraciones y Suárez quería ese puesto para su embajador en Rusia.
Pero, en señal de protesta ante Moscú y de simpatía con Estados Unidos, se acordó que el equipo español desfilaría y participaría con la bandera del COE, no con la de España.
Carter visitó España en junio y durante aquel viaje de Estado volvió a insistir el boicot, pero España ya había tomado la decisión de participar. Lo hizo con 156 deportistas (147 hombres y 9 mujeres), encabezados en la ceremonia de apertura por el único abanderado del equipo español que no ha llevado la bandera española, el piragüista Herminio Menéndez. JS