En su intervención, titulada «el coraje por un nuevo humanismo», el cardenal hondureño señaló que el humanismo de Latinoamérica, con algunas excepciones, «es la más brillante paradoja de la afirmación teórica del humanismo y de su negación práctica».
Destacó que «un continente evangelizado hace más de 500 años por la gracia de Dios, no ha logrado por desgracia nuestra establecer las relaciones de fraternidad, de solidaridad, de convivencia y de amor al prójimo», sostuvo el prelado.
«Estamos en una gran deuda de humanización en América Latina», afirmó el prelado, quien agregó que hay que poner atención en el «balance de la pobreza, de la falta de equidad, el desempleo, del secuestro y de las muertes violentas en la región».
Señaló, además, que no hay «cómo explicar que el continente más rico del mundo esté habitado por la mayor de las pobrezas, que no haya de comer donde abunda la comida».
«Cómo justificar la verdad innegable que mientras los ricos son cada días más ricos, los pobres, convertidos en mendigos, luego en indigentes, después en excluidos y finalmente en migrantes estén cada vez al borde de su propia muerte», subrayó.
El cardenal hondureño recalcó que en América Latina «estamos humanamente mal, no necesariamente a causa de los EE.UU. o de los europeos, sino porque el evangelio no ha logrado que la semilla sembrada produzca un árbol que dé buenos frutos».
Agregó que la Iglesia Católica aboga por una nueva evangelización «en el sentido de volver a sembrar un nuevo humanismo y garantizar una nueva realidad que, dicho con el evangelio mismo, sea una reino de justicia, de amor, de solidaridad y de paz».
«En conclusión -expresó-, el evangelio es el nuevo humanismo para América Latina, un nuevo humanismo que se debe regir por encontrarle permanentemente respuesta a los desafíos de una devoción cierta por la vida, con un sentido solidario por la libertad y un compromiso con la justicia, la equidad, la solidaridad y el bien común».
En su discurso, el purpurado también cuestionó la corrupción en los negocios de la sociedad contemporánea «que privatizan las ganancias y socializan las pérdidas» y a los que hablan «con facilidad» de la deuda exterior y se olvidan de la deuda social.
El arzobispo de Honduras, quien también es presidente de Caritas Internacional, inició su carrera religiosa en 1961 y fue ordenado como sacerdote de la Orden Salesiana en 1970 en Guatemala, en 1973 tomó posesión como arzobispo de Tegucigalpa y en 2001 asumió como cardenal de la Iglesia Católica.
Durante su gestión clerical ha sido distinguido con once doctorados «Honoris Causa» de prestigiosas universidades del mundo y condecorado por diferentes países, entre ellos Francia, Alemania, Honduras, Costa Rica, Panamá, Guatemala y España.
Igualmente, ha sido consultor de diversas congregaciones y comisiones y cuenta con innumerables publicaciones, investigaciones y conferencias relacionadas con su apostolado.