Se oye cada vez mas cercano el clamor popular que busca poner controles de precios a los productos, debido al alza inmoderada en el costo de la canasta básica.
Es natural todo esto: la gente en general resiente que su cada vez mas exiguo ingreso monetario, no ajuste para comprar lo necesario y abastecer mínimamente sus requerimientos de vida.
Los políticos, como siempre atentos, se aprestan impedir mediante decreto, que los precios suban o bajen mucho según sea el caso. Pero ¿A quién oír si los consumidores piden que su compra de alimentos no facture tanto y los productores alegan que no están dispuestos a vender mas barato, ya que sus insumos y demás costos suben a niveles históricos?
El tema no es privativo de Honduras. Ya sabemos que el mundo enfrenta una inflación no vista hace tiempo. En Estados Unidos, por ejemplo, no sucedía desde hace mas de 40 años, en países mas cercanos como México o Costa Rica, los precios no crecían así desde hace dos décadas y en algunas economías se han marcado nuevos máximos históricos, como sucede en la Eurozona.
Esta inflación, además de reflejar la recuperación de la actividad económica global tras el impacto de la pandemia, se ha visto alentada principalmente por el estímulo monetario que implementaron los bancos centrales para resarcir el impacto de la emergencia sanitaria, así como por algunas obstrucciones que aún prevalecen en las cadenas globales de producción y distribución, y más recientemente por la coyuntura actual, particularmente del conflicto geopolítico en Europa del Este, que genera escasez energética y en materias primas agrícolas a nivel mundial.
En todo caso, hay que tener siempre presente e insistirle a los congresistas, que los precios son un efecto de ciertas causas y si a uno no le gusta el efecto, lo inteligente es mas bien trabajar a nivel de esas causas.
Al respecto, durante los últimos meses, ha habido una fuerte discusión entre los especialistas del tema. Por ejemplo, Isabella Weber, profesora de la Universidad de Cambridge, dijo en su columna semanal: “tenemos un arma poderosa contra la inflación y es el control de precios, así que hay que usarla.” Su idea fue incluso celebrada por la economista de moda Mariana Mazzucato.
Sin embargo, el Nobel de Economía Paul Krugman replicó en forma categórica: “No soy fanático del libre mercado, pero esto es realmente estúpido.” Tengo para mí, que Krugman tiene razón y que la historia ha probado en reiteradas ocasiones, que buscar mejorar el bienestar de la gente mediante decreto, lo único que hace en empeorar las cosas.
Al hacer el anuncio de que la expansión en el nivel de precios está empezando a ceder y que el índice de precios al consumidor (IPC) al mes de agosto fue de un 0.3% negativa, debido a la caída en el precio interno de los combustibles, el Banco Central generó alguna esperanza de que las cosas comiencen a cambiar a partir de ahora. Sin embargo, la incertidumbre se mantiene, no solamente debido a la persistencia del conflicto en Europa, pero sobre todo por la amenaza que aun representa el gasto público y las presiones que sobre la ejecución presupuestaria se debe enfrentar en los últimos meses del año.
Sobre todo lo dicho, es importante insistir en que la mejor manera de disminuir la inflación no es el control legislativo de los precios, sino una política monetaria prudente y, sobre todo su debida articulación con una política fiscal mesurada y creíble. Hasta agosto, el gasto ha sido contractivo, sobre todo por la baja ejecución que mantiene el programa de inversión pública. Pero ¿Se mantendrá este esquema hasta diciembre? Es una buena pregunta.
Todo parece indicar que las presiones sobre el gasto público arreciarán en los próximos meses. Primero, porque la demanda por la ejecución de proyectos de inversión se hará mas patente. Segundo, porque se han adquirido compromisos previos en términos de sueldos y pago de prestaciones al personal nuevo contratado y al que fue despedido en su lugar y por último, debido a que los meses finales del año, reflejan un aumento en la demanda agregada de bienes y servicios.
Es cierto que la inflación es un problema para la mayoría de las personas, y aunque el control de precios es una medida que ofrece una solución rápida, debemos pensar en resistirnos a ese canto de sirena, porque en el mediano y largo plazo podríamos lamentarlo.