Autocracia o dictadura

Por: Luis Cosenza

Esta semana, gracias a la red o internet, escuché a un connotado analista nacional aseverar que la actual Administración puede catalogarse como una autocracia o como una dictadura, pero no como una democracia.  A mi juicio el analista tiene razón.  En una democracia prevalece la posición de la mayoría, mientras que en nuestro Congreso se impone la voluntad de la minoría.  En efecto, el partido de gobierno, alegando haber obtenido una gran cantidad de votos para su entonces candidata a la presidencia de la República e ignorando que los votantes no les dimos la mayoría en el Congreso, se ha dedicado a destruir el Poder Legislativo. Pero veamos en más detalle la situación.

El problema comenzó con la elección de la Junta Directiva del Congreso, cuando don Jorge Cálix, aliado con diputados de varios partidos le ganó, momentáneamente, la competencia al grupo duro de Libre.  Estos diputados eligieron, legal y legítimamente, la Directiva del Congreso.  No obstante, el grupo duro de Libre, liderado por don Mel Zelaya decidió imponer su voluntad por la triquiñuela y la fuerza.  Recurriendo ilegalmente a diputados suplentes y luego abusando de su poder para impedir que La Gaceta publicara lo actuado por la Junta Directiva presidida por don Jorge Cálix, impusieron una Junta Directiva ilegal e ilegítima.  La ciudadanía, deseosa de superar pleitos infecundos entre políticos y esperanzada en que se trataba de una nueva Administración presidida, por primera vez por una mujer, decidió ignorar el grosero abuso de poder.  Libre apostó, y ganó la apuesta, Apostaron a que el pueblo no protestaría masivamente por el atropello a la democracia y al principio constitucional que postula la independencia de poderes.  Me parece que cometimos un grave error que ha servido para que Libre se envalentone y piense que somos un manso pueblo a quien esas sutilezas de la democracia burguesa importan poco, o nada.

En realidad, lo ocurrido en ese momento fue una jugada tomada del libreto venezolano.  Recordemos que en elecciones libres la oposición ganó el control de la Asamblea Legislativa y que el partido de gobierno reaccionó promoviendo la elección, innecesaria y fraudulenta, de una Asamblea Constituyente.  Así lograron evitar que el soberano utilizara la Asamblea Legislativa para controlar al Poder Ejecutivo.  En el proceso destruyeron el país, pero eso les importó poco o nada.  La meta es controlar el Estado e imponer su voluntad, lucrándose, por supuesto, en el proceso.  Recordemos que, como señaló Lord Acton, el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente.  Hoy en día Venezuela es catalogado como el país más corrupto del Continente.

Pues bien, como vieron que se salieron con la suya en lo referente a la Junta Directiva del Congreso, decidieron recurrir nuevamente a triquiñuelas para nombrar al fiscal general y al fiscal general adjunto.  Nadie puede seriamente creer que los Constituyentes contemplaron que nueve diputados podrían sustituir a las dos terceras partes de los diputados.  En un país civilizado este tema sería prontamente resuelto por la Corte Suprema.  Lamentablemente, en nuestro país eso no es posible.  Si se planteara un recurso, don Mel simplemente se aseguraría que se engavete.  Su estrategia consiste en decir a la oposición que, o me aceptan los fiscales que yo deseo, o mantendré a mis obedientes y feroces fiscales interinos por el tiempo que yo estime necesario.  Para enfatizar su mensaje ha pedido a sus fiscales que procedan con acusaciones, fundamentadas o no, en contra de figuras de la oposición.  Justicia selectiva no es justicia, como tampoco es justicia entablar demandas sin el adecuado sustento, pero nada de eso importa a don Mel.  Lo importante es imponer su voluntad y hacer sentir a la oposición el costo de contrariarlo.

 Algunas pensarán que en todo caso la oposición impedirá que el Congreso opere a menos que don Mel de marcha atrás con sus fiscales interinos y que los fiscales puedan ser nombrados por la mayoría calificada que estipula la Constitución.  Señalan que el Congreso debe volver a la normalidad para aprobar varios importantes proyectos de Ley, incluyendo el Presupuesto General de la Nación.  Quienes así piensan ingenuamente ignoran que don Mel cuenta con un libreto, producido por sus asesores extranjeros, que contiene “soluciones” (triquiñuelas) para enfrentar esas pequeñas dificultades.  Después de todo, cuando fue presidente don Mel gobernó dos años sin que el Congreso aprobara el presupuesto.

Al final, debemos preguntarnos hasta donde estamos dispuestos a aceptar el irrespeto al Estado de Derecho y que tan importante es nuestra libertad.  No esperemos que otros nos saquen las castañas del fuego.  Después de todo, si el asunto no es lo suficientemente importante para nosotros, ¿por qué habría de serlo para un extranjero?  El peligro está a la vista.  Nos gobierna una autocracia que comienza a mostrar señales de dictadura.  De nosotros depende el futuro de nuestro país.

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