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América Central, democracias plenas, híbridas y autoritarias

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Tegucigalpa –El último índice de medición de la democracia 2019 que publica The Economist, nos muestra una radiografía acerca de la democracia en la región, donde solo Costa Rica logra obtener la categoría de país con democracia plena, mientras el resto se mueve entre las democracias híbridas, las defectuosas y las autoritarias. El informe revela los desafíos de los partidos políticos cada vez más divorciados de sus electores, generando así un estancamiento de la democracia.

El índice global de la democracia, al igual que el Latinobarómetro de las Américas vienen dando preocupantes señales de alarma sobre los retrocesos y estancamientos de la democracia, al grado de calificarlas en estado de “coma” por la insatisfacción social de los ciudadanos con sus gobiernos, las políticas de exclusión social, las pérdidas de libertades civiles, la creciente brecha entre ricos y pobres, entre otros aspectos.

La región centroamericana no escapa a este tipo de valoraciones, problemas sociales como la migración, la lucha contra la corrupción y la impunidad, la profundización de la pobreza, por citar algunos factores, vuelven al istmo inestable, atrapado en protestas sociales y una ola migratoria sin precedentes.

De acuerdo con el Índice global de la democracia, en una escala de 0 a 10, donde cero es menos democrático y 10 con plena democracia, la región centroamericana no pasa por su mejor momento, a excepción de Costa Rica, según la Unidad de Inteligencia de The Economist, responsable de elaborar este índice.

El índice que se aplica a 165 países del mundo mide los siguientes aspectos: proceso electoral y pluralismo, libertades civiles, funcionamiento de Gobierno, participación y cultura política.

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El índice en Centroamérica

Los resultados de la medición permiten categorizar la democracia en: democracia plena o completa, democracia débil, régimen híbrido y régimen autoritario.

En la región centroamericana, Costa Rica obtuvo la categoría de democracia plena, El Salvador salió con una democracia débil o defectuosa; Honduras y Guatemala con régimen híbrido, y Nicaragua con régimen autoritario.

Los últimos acontecimientos en El Salvador donde el presidente Nayib Bukele, ha militarizado e intervenido frontalmente en la Asamblea Legislativa, seguramente incidirán negativamente en la próxima medición que incluye 2020.

Así los llamados países del Triángulo Norte que conforman Guatemala, El Salvador y Honduras, tienen, democracias débiles e híbridas, aspectos que no son señal saludable.

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En el caso de El Salvador, éste pasó de régimen híbrido a una democracia débil o defectuosa (6.15), donde la calidad de la democracia no está respondiendo a las demandas ciudadanas, y los gobiernos buscan impulsar reformas para construir trajes a su medida, aseguran los expertos. Las acciones populistas no necesariamente están garantizando ni más ni mayor calidad de la democracia y los problemas de inseguridad en el triángulo son un acento que debe llamar la atención.

En tanto Guatemala (5.26) y Honduras (5.42) son ubicadas como “híbridos”, caracterizados por una combinación de elementos democráticos y autoritarios.

En estos países, según el estudio, se adoptan la forma de democracia popular, con instituciones políticas formalmente democráticas que maquillan la realidad de la dominación autoritaria, estiman los académicos de las ciencias sociales y políticas.

En tanto Nicaragua, que venía manejándose desde el 2006 entre un régimen híbrido y una democracia defectuosa, cayó a la categoría de régimen autoritario (3.5) junto a Cuba y Venezuela.

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Factores de retroceso

¿Por qué estos retrocesos, por qué el estancamiento?, se preguntan los analistas y de acuerdo con el índice global de la democracia, algunos de los factores se relacionan con la pérdida de libertades civiles (libertad de expresión, acceso a información, violaciones a los derechos humanos, entre otros), el divorcio entre los partidos políticos y sus electores, así como el tema de la corrupción y la pérdida de confianza ciudadana.

Se perciben, según el informe, una amplia brecha entre las elites y los partidos políticos, por un lado, y de otro una enorme distancia con los electorados nacionales. Los últimos sondeos de opinión pública sitúan, precisamente, a los partidos políticos en el último eslabón de confianza ciudadana. El índice global de la democracia también señala que existe una disminución de las libertades civiles, incluida la libertad de los medios de comunicación y la libertad de expresión.

A criterios de los expertos, un presidencialismo sin alternancia puede conllevar a gobiernos que promueven reformas constitucionales que no son malas per se, pero se corre el riesgo que la Constitución se convierta en un traje a la medida del gobierno de turno, un conjunto de normas que conlleven sello propio concluye.

Para ellos, el tema de la corrupción que corroe el mundo, América Latina y Centroamérica -donde los países del Triángulo Norte- no son la excepción, es un mal endémico que dejó de convertirse en fenómeno para ser una especie de partido político que selecciona dirigentes, organiza la competencia electoral y ejerce la representación, una especie de patrón que no es garantía de indicadores en la calidad de la democracia, se asegura, y así lo advierte el reporte de The Economist, que cataloga su informe como el resultado que arroja el peor índice de la democracia global desde que surgió esta medición en el 2006.

Las democracias centroamericanas, excepto Costa Rica, están en retroceso, involucionando a etapas que se creían superadas y donde las élites y los partidos políticos siguen sin entender a la ciudadanía ni a sus electores.

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América Latina: apunte de interés

Un revés general en América Latina, a pesar de algunos avances, es la región de mercados emergentes más democrática del mundo. Sin embargo, su puntuación global disminuyó sustancialmente en 2019, de 6,24 en 2018 a 6,13, un cuarto año consecutivo de declive.

En 2019, el declive regional fue impulsado principalmente por la crisis postelectoral en Bolivia, y en menor medida por la regresión democrática en Guatemala y Haití.

Las puntuaciones generales cayeron cerca de la mitad de los países de la región. Dicho esto, las dos únicas modificaciones del ranking regional en el índice de democracia 2019 fueron ambas mejoras (Chile y El Salvador), pero este dato habrá que contrastarlo con los acontecimientos regresivos, acaecidos al cierre de 2019 en Chile y en El Salvador, apenas esta semana.

El creciente uso de prácticas autoritarias en Venezuela, Nicaragua y Bolivia explica gran parte del reciente deterioro democrático regional.

Crisis postelectoral en Bolivia

El desempeño de América Latina en términos del funcionamiento del gobierno sigue siendo deslucido, ya que la región ha luchado para hacer frente a los altos niveles de corrupción y violencia y no ha logrado tener en cuenta el narcotráfico y la delincuencia organizada.

La gobernanza ineficaz ha aumentado la insatisfacción popular, socavando la confianza en las instituciones políticas y las percepciones de la democracia.

Los sistemas políticos disfuncionales y el fracaso de los gobiernos para abordar las preocupaciones de los votantes han llevado a una mejora en la participación política en toda la región, ya que el creciente número de ciudadanos expresan su insatisfacción con el statu quo y las demandas cambian.

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