Tegucigalpa – Al concluir hoy el 2019 también cierra una década marcada por la conflictividad social, la inequidad y los graves daños al medio ambiente producto de la acción humana y el cambio climático.
En el corazón de América, Honduras fue sacudida durante 2019 por la polarización social que afectó significativamente el crecimiento económico y menguó la inversión y el empleo.
Igualmente, la migración reportó las cifras sin precedentes de emigrantes que viajaron a Estados Unidos, México, España, Italia entre otros destinos en la búsqueda de oportunidades y seguridad.
La diáspora catracha, sufrió este año las consecuencias de las acciones antiinmigrantes que cada vez toman mayor potencia global, especialmente en los países receptores, pero que a su vez son suavizadas con el interés de organizaciones civiles proinmigrantes y la atención estatal.
La migración fue, durante 2019, un drama social que dejó más de 105 mil deportados y a la vez generó una cifra récord en ingreso de divisas, cuyo monto se estima rozó los cinco mil millones de dólares.
La penetración del crimen organizado en los estamentos de poder quedó plasmado en juicios y construcción de casos emblemáticos que fueron puestos ante la justicia por el Ministerio Público y en muchos de ellos apoyado por la Misión Contra la Corrupción e Impunidad.
Las condenas en varios de estos casos dejaron en el país la certidumbre de que se ha entrado en una ruta para poner alto a la impunidad, pero que, a su vez, el sistema exige el fortaleciendo de los mecanismos anticorrupción. No ha quedado oculta la lucha de sectores de poder que también le apuestan al blindaje del delito, como lo han señalado los observadores naciones y representantes de gobiernos e instancias multinacionales relacionadas con Honduras.
Igualmente, los conflictos sociales fueron marcados por la destrucción de bosques, fuentes de agua y una explotación irracional de los recursos naturales cuyos efectos han marcado para mal el cambio climático y sus consecuencias que se reflejan especialmente en la falta de agua en varias regiones del territorio, especialmente en Tegucigalpa, la capital del país.
En el orden del fortaleciendo institucional, el país ha caminado hacia la construcción de un sistema electoral reformado que ponga coto a las débiles prácticas electorales. Las reformas han transitado en alguna medida, pero aún faltan poderosas modificaciones electorales que complementen los recursos necesarios para contar con un sistema democrático fortalecido. La tarea queda abierta para los primeros meses de 2020.
Desde el Estado, la administración hondureña caminó en acuerdos bilaterales con Estados Unidos y México en relación a políticas migratorias de las que se derivan programas y acciones para contener la migración y brindar oportunidades sociales.
En el campo de la agricultura, se concedió a las Fuerzas Armadas, la dirección de este rubro y se les confió una de las tareas estratégicas en el país. Los militares han asumido una serie de rolles en el quehacer hondureño.
Igualmente, como parte de las acciones sociales se fortalecieron programas de asistencia social mediante pequeños créditos, reformulación y consolidación de deudas entre otras medidas financieras para favorecer las economías de los que tienen sus finanzas domésticas ahogadas.
La seguridad ciudadana se vio afectada por el incremento de homicidios en dos puntos en relación con 2018, con 42.8 por cada 100 mil habitantes. En el sistema carcelario se recrudecieron las acciones violentas al punto que también ese sistema pasó a ser administrados, desde hace varias semanas por una agencia estatal de seguridad, con primacía militar.
Muchos hondureños que son parte de la diáspora brillaron con luz propia en el exterior y sus éxitos generaron esperanza al país.
Para 2020, al iniciar una nueva década, Honduras afronta retos cruciales: el fortalecimiento a la lucha contra la corrupción, mejorar la inversión y con ello las fuentes de empleo, poner un alto a la desproporcionada inequidad y fortalecer su institucionalidad.