Los serios acontecimientos políticos en los Estados Unidos de América, serán resueltos por los propios norteamericanos, pero sus implicaciones sobre la democracia nos conciernen a todos los pueblos de las Amèricas, llamando a un “aggiornamento” o actualización renovadora para un relanzamiento y una aplicación interamericana efectiva de los valores y principios, así como de las normas democráticas vigentes.
La democracia en América ha sido reconocida como un derecho de los pueblos, por lo cual su ejercicio efectivo es obligatorio, para sus gobiernos, los cuales deben también promoverla y defenderla, por ser base del estado de derecho; medio indispensable para el cumplimiento de los derechos humanos; parte inseparable del desarrollo, la libertad y la paz; instrumento adecuado para superar las causas de la pobreza, la injusticia social y el deterioro progresivo de los ecosistemas y medio ambiente sano.
Esa democracia así convencionalmente conceptualizada, en tratados y declaraciones formales en las Américas, requiere ser más funcional, aplicando sus valores y principios en todos los Estados y arraigándose, por medio de ellos, en sus relaciones internacionales de cooperación al desarrollo u otras con los Estados menos desarrollados. Esta es la coyuntura propicia para dar ejemplos de liderazgo de los Estados Unidos de América y de solidaridad democrática entre todos los demás Estados americanos; y hay necesidad de aprovecharla porque la crisis que experimentamos, en las Américas, es injustificable moral, política, social, económica, ambiental y ecológicamente.
Por ello, es necesario el surgimiento de nuevos gobiernos, en las Américas, que respondan a esas reglas del sistema democrático moderno, lo que permitirá levantar la esperanza de respeto y protección de la dignidad humana de las personas y de atención diligente al bien común de la gente; y escoger libremente gobiernos conscientes de la debida planificación del desarrollo sostenible y de la gestión administrativa de respuestas ordenadas para promover el bienestar social, según las particularidades, necesidades y recursos de sus respectivos países, siguiendo los lineamientos democráticos evolutivos que ellos mismos promuevan o acepten libremente.
En esa perspectiva, superando al debate ideológico, la actual situación política norteamericana necesita ser examinada, con actualizado y sentido genuino de la solidaridad americana y de la buena vecindad. Actualización con el objetivo de consolidar, en este Continente, dentro del marco de las instituciones democráticas, un régimen de libertad y de justicia social, fundado en el respeto de la dignidad humana de las personas que habitan todos los Estados americanos, tal como se señala en la Carta de la OEA, la Carta Democrática Interamericana, la Convención Americana sobre Derechos Humanos, la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre y otra normativa regional.
Una revitalización democrática de los partidos políticos y nuevos gobiernos en las Américas, acompañada de una voluntad política subordinada al estado democrático de derecho: es actualmente apremiante, aún más en tiempos de pandemia, epidemias, agresivos fenómenos naturales que tienden anualmente a ser más recurrentes y causar inmensos desastres; y de fenómenos humanos que se expresan en igualmente nocivas tendencias nacionales de discriminación y desigualdad social, odio y confrontación social, en todo el Continente.
En síntesis, los pueblos americanos tenemos derecho a un “aggiornamento” para revitalizar la democracia y el estado de derecho, en nuestros Estados y la cooperación interamericana: sobreponiendo, al debate ideológico, la protección y respeto de la dignidad humana como fin supremo de cada Estado de las Américas, de la cooperación interamericana a los países menos desarrollados y aún de todo tipo de relaciones económicas y comerciales u otras, y bajo la supervisión estatal y social constante que garantice el bien común de la gente. Eso es lo único que puede llenar real y productivamente el vacío de ejemplos democráticos que actualmente experimentamos y que puede reanimar el avance hacia una nueva etapa de democracia y progreso social en el continente americano.
Es de esperar que el primer ejemplo de ello, provenga de la nueva administración norteamericana, en su propio beneficio y el de todos los otros Estados, mediante el cumplimiento y la sostenida promoción de los actualmente vigentes valores, principios y compromisos normativos democráticos que aún esperan ser aplicados para posibilitar, en paz, el ejercicio efectivo de los derechos humanos, entre ellos el derecho a la democracia, a la libertad y al desarrollo, en cada uno de los Estados de las Amèricas y en sus relaciones interamericanas.