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Accidente

Por: Daniel Meza Palma

Ya sea que se trate de un asunto casero, como el daño a un electrodoméstico, o tenga que ver con un accidente de tránsito, los causantes -automáticamente- intentan eludir su responsabilidad y en caso de que el evento acarree consecuencias civiles, penales y pecuniarias, a toda costa se busca culpar exclusivamente a los demás. Y sí se da la oportunidad, infligir el mayor castigo al supuesto culpable.

En cuanto a accidentes de tránsito, la tendencia generalizada es imputar al conductor del auto y con el expediente de informes pobremente elaborados o sesgados, intentar pretensiones sobredimensionadas de resarcimiento de daños no acordadas previamente entre las partes. La negativa a arreglos oportunos puede dar lugar a contenciosos ruinosos para los involucrados. Y en un buen porcentaje de los casos, ha sido el peatón quien ha contribuido al evento por su negligencia, sí son adultos o por la irresponsabilidad de quienes están a su cargo, sí la víctima es un menor. 

Por otro lado, quienes huyen de la escena del accidente sin prestar ayuda a la persona atropellada igual que aquellos que se hacen los desentendidos cuando saben que no existe parte de tránsito, eluden sus obligaciones, y hasta amenazan a quienes los requieren para responder por los daños causados, escapan impunemente al proceso que establece la ley. 

Paradójicamente, la actitud delincuencial de los elusivos se revierte en contra de aquellos que con responsabilidad y entereza enfrentan la situación y las consecuencias de un accidente. Y la recompensa de los responsables es sufrir maltratos físicos y psicológicos en recintos policiales mezclados con peligrosos delincuentes; tener que contratar una defensa onerosa; o enfrentar hasta la cárcel, donde las posibilidades de perder la vida son muy altas.

Nadie en su sano juicio desea participar deliberadamente en un atropellamiento o cualquier otro tipo de accidente. Y la decisión de remitir un sospechoso a la cárcel puede satisfacer sentimientos malévolos o vengativos, pero destruye la posibilidad de ingresos para resarcir daños, constituyéndose en una solución autodestructiva de perder-perder.

Pretender responsabilizar de los accidentes solamente a los conductores, induce a los peatones a una falsa sensación de seguridad y al incremento de accidentes que podrían prevenirse. Las señales de tránsito son construidas y utilizadas para ser observadas por conductores y peatones. Los despistes de adultos respecto a sí mismos o en relación con los menores que los acompañan deben ser objeto de campañas permanentes, masivas e intensas, para contribuir a reducir el número de accidentes de tránsito y sus consecuencias.

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