El papa Francisco visitó esta semana Canadá, en lo que llamó “una peregrinación penitencial” para pedir perdón por el papel que la Iglesia católica desempeñó en el brutal sistema de “escuelas residenciales para indígenas”, que estuvieron en funcionamiento desde 1831 hasta 1998. El Gobierno canadiense separó de sus familias a 150.000 niños y niñas indígenas que fueron colocados en internados lejos de sus hogares y obligados a asimilarse a la cultura eurocanadiense de la población blanca. El 60% de estas instituciones fueron administradas por la Iglesia católica. En los internados se prohibía a los menores indígenas hablar sus idiomas nativos y se los obligaba a abrazar el cristianismo y a seguir un estricto programa educativo y laboral destinado, según los misioneros, a “civilizarlos”. Muchos de estos niños y niñas también sufrieron abusos sexuales y maltratos físicos. Un análisis inicial estimó que más de 3.200 de ellos murieron en los internados y otros 1.000 fallecieron después de ser enviados a sus casas gravemente enfermos.
La búsqueda de los restos de los menores se aceleró en 2021, luego de que se identificaran varios sitios en los que podrían estar enterrados cientos de cadáveres de estudiantes de estos internados, a menudo en tumbas sin nombre y en cementerios olvidados de partes remotas de Canadá. Este escándalo se extendió más allá de las fronteras canadienses y llegó a Estados Unidos, donde se inició una investigación largamente esperada sobre los internados administrados por el Gobierno estadounidense, en donde los menores indígenas también sufrieron atrocidades y murieron a causa de las brutales prácticas de asimilación forzada a las que eran sometidos.
“Las escuelas residenciales han sido catastróficas. […] Lo que la fe cristiana nos dice es que fue un error devastador”, dijo el papa Francisco durante el encuentro que mantuvo con los pueblos indígenas de las Naciones Originarias de Canadá en la comunidad de Maskwacis, cerca de la ciudad de Edmonton, en Alberta. “Duele saber que ese terreno compacto de valores, lengua y cultura, que confirió a sus pueblos un sentido genuino de identidad, haya sido erosionado, y que ustedes siguen pagando los efectos. […] Pido perdón humildemente por el mal que tantos cristianos cometieron contra los pueblos indígenas”.
Evelyn Korkmaz pasó cuatro años en el internado para indígenas de St. Anne, en Fort Albany, provincia de Ontario y actualmente ayuda a otras personas sobrevivientes. Sobre las disculpas del pontífice católico, Korkmaz expresó:
“He esperado 50 años por esta disculpa y finalmente, hoy, la escuché. Por desgracia, muchos de mis familiares, amigos, compañeros de clase y miembros de mi comunidad que fueron enviados a estos internados no pudieron escucharla porque murieron por suicidio, por la adicción al alcohol o por el abuso de otras sustancias, ya que no pudieron soportar el trauma que sufrieron en esas instituciones”.
Pamela Palmater, una abogada y profesora de la tribu Mi’kmaq, tiene una visión diferente sobre el pedido de perdón del papa. En conversación con Democracy Now!, expresó: “Fue más o menos lo que me temía, que sería una de esas disculpas cuidadosamente redactadas en las que la Iglesia misma, la organización, no asume la responsabilidad por sus políticas y prácticas ni por los encubrimientos, a pesar de saber que miembros de su organización cometían delitos sexuales en diversas partes del mundo”.
Entre 2008 y 2015, la Comisión para la Verdad y la Reconciliación de Canadá documentó, mediante fuentes de archivo y testimonios de personas sobrevivientes, los abusos que se perpetraron en el sistema de internados indígenas.
Además de una disculpa genuina del papa, Pamela Palmater y otros activistas indígenas exigen un rechazo formal del Vaticano de la Doctrina del Descubrimiento, que data de una bula o edicto papal emitido en la década de 1450.
“[Esta doctrina] básicamente le dio un ‘poder’ a las naciones europeas para avanzar y conquistar cualquier territorio no habitado por los cristianos, territorios que eran denominados con [la expresión latina] “terra nullius”, “donde nadie vive”, una tierra de nadie, por así decirlo. Pero sabemos que no fue solo un poder para avanzar y apoderarse de esas tierras. También permitió el uso de la fuerza que fuera necesaria para librar los territorios de cualquier persona no cristiana que habitara América del Norte y del Sur. Millones y millones de personas fueron asesinadas, torturadas, abusadas, explotadas, esclavizadas”.
La Doctrina del Descubrimiento fue adoptada por Thomas Jefferson como base para la etapa inicial del colonialismo estadounidense y la expropiación violenta de tierras indígenas. Esto, con el tiempo, incluyó un sistema de internados escolares opresivos. Entre 1819 y 1969, el Gobierno de Estados Unidos gestionó 408 Escuelas Residenciales Indígenas en 37 estados o territorios.
En 2021, la secretaria del Interior, Deb Haaland, la primera indígena en ocupar un cargo en el gabinete presidencial de Estados Unidos, inició una investigación sobre esas escuelas. El informe inicial, emitido en mayo de este año, señala: “Estados Unidos implementó una política de asimilación cultural orientada a los menores indígenas de los pueblos originarios de América, de Alaska y de Hawái que coincidió con el despojo de las tierras indígenas. Se identificó que los internados federales para menores indígenas fueron utilizados como un medio para alcanzar esos fines y se localizaron al menos 53 sitios de enterramientos vinculados a este sistema de internados; se espera descubrir más sitios de enterramiento y más datos al respecto”.
El genocidio contra los pueblos indígenas del hemisferio norte es un crimen fundacional de Estados Unidos y Canadá. El “peregrinaje penitencial” del papa Francisco a través de Canadá debería impulsar una exhaustiva rendición de cuentas sobre el sistema de internados indígenas, para que las personas sobrevivientes y las comunidades indígenas afectadas obtengan justicia y reparación.