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Crecer entre dos mundos, la segunda generación de migrantes latinoamericanos en España

Madrid.– Anabel, Darío y Aitana son hijos de padres latinoamericanos, que nacieron y crecieron en España. Sus experiencias reflejan una realidad compartida por miles de jóvenes de la llamada segunda generación migrante, una población cada vez más numerosa y diversa.

En las últimas tres décadas se han instalado en España más de cuatro millones de latinoamericanos y han tenido cerca de un millón de descendientes, según el Observatorio Demográfico del centro de estudios CEU-CEFAS.

Ambos grupos, los migrantes de primera generación y sus hijos, representan más del 10% de la población actual en España, destaca a EFE Alejandro Macarrón Larumbe, coordinador del observatorio.

Los hijos de migrantes nacidos en España o llegados con menos de 12 años forman parte de lo que se conoce como segunda generación, una población joven que ha crecido en hogares donde se mantienen costumbres, valores y tradiciones del país de origen de sus padres y se ha desarrollado en un entorno plenamente español.

Así lo confirma la Investigación sobre la segunda generación en España impulsada por el Real Instituto Elcano, que analizó la experiencia de casi 7.000 adolescentes, el 70% de origen latinoamericano.

Pese a esa dualidad cultural, el estudio señala que los jóvenes muestran un alto nivel de integración: dominan el idioma, se relacionan con normalidad con sus compañeros y se sienten parte de la sociedad en la que viven.

Una identidad que se construye

Anabel Paez Bayona, de 20 años, es hija única, de padre español y madre peruana; nació y creció en el barrio popular de Villaverde Bajo (sur de Madrid) y se define como “española y latina”.

“Hay gente que dice que soy latina por mi madre, y otros que no lo soy porque no me he criado allí”, explica a EFE.

Esa ambivalencia también se refleja en sus costumbres: “se nota muchísimo la diferencia entre una madre española y una latina. En cuanto a los permisos, son mucho más estrictos, tenía que estar en casa mucho antes que mis amigos”, dice.

En contrapartida, “las fiestas se celebran más” en el lado latino de su familia,  “como la celebración de los 15 años”, cuenta.

Crecer en Villaverde le ha hecho ser muy “abierta de mente”, con grupos de amigos mixtos, latinos y españoles.

Anabel afirma que ha vivido pocos episodios de discriminación, y más que comentarios racistas ha lidiado con “humor negro” y chistes como “los peruanos comen palomas”, que se dan de forma puntual y no le ofenden.

Aitana Risco, de 27 años, y su hermana Fiorella, de 25, son hijas de inmigrantes peruanos procedentes de Trujillo (noroeste del país). Crecieron en la Zona Franca de Barcelona, donde aún residen, y Aitana dice sentirse “100% española”, con “toques de cultura peruana”.

El idioma marcó su integración: “no quería hablar como mis padres, quería hablar español de España”, recuerda. Además del castellano, las hermanas dominan el catalán, que usan con sus amigas.

Darío Zorrilla Berenguer, de 25 años, es hijo de madre española y padre cubano. Él y su hermana nacieron en Alicante (este), pero Darío se mudó a Madrid para avanzar en su carrera como ingeniero informático.

Asegura que se ha sentido “muy acogido”: “Estudié en un colegio religioso y era, si no el único, de los pocos chicos de color. Es algo que llama la atención, pero al final no me dio nunca problemas”, reflexiona.

Reconoce que se siente más español, pero no reniega de sus raíces latinas, a las que está conectado por la música, un aspecto muy importante de la cultura cubana que le ha transmitido su padre.

La experiencia de estos jóvenes coincide con los resultados del estudio de la Fundación Ortega-Marañón, según el cual el 75% de los nacidos en España de padres inmigrantes se sienten españoles.

En el ámbito cultural, muchos jóvenes están cómodos combinando su herencia latina con una identidad plenamente española, aunque las estadísticas también indican que el uso del idioma originario de sus padres, por ejemplo el quechua, el guaraní o el español latinoamericano, suele quedar en segundo plano.

Darío, Aitana y Anabel han viajado al país de origen de sus padres, pero no se plantean establecerse allí. Coinciden en su aprecio por España como país para vivir, aunque sus planes varían.

Aitana quiere seguir en Barcelona -«donde me veo formando una familia y donde considero que debo estar”- ; Anabel busca piso en el madrileño Villaverde donde creció y Darío, en cambio, se plantea vivir fuera, aunque asegura que España será “siempre” su “hogar” y que nunca olvidará sus raíces cubanas. EFE/ir

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