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Ataturk: Padre de la Turquía moderna

José S. Azcona

Los recuerdos de los gobernantes suelen volverse más difusos con el paso del tiempo. Los sucesos más recientes van acumulando mayor protagonismo, desplazando los recuerdos de legados y acciones pasadas. Además, existe una tendencia natural en muchos de quienes ejercen el poder público a promover y magnificar su propia influencia sobre los acontecimientos. Esto se refleja en la publicidad financiada con fondos públicos, así como en la adulación mercenaria, ambas de un origen común. Pocas figuras logran mantener una presencia histórica sólida en sus países, y quienes lo consiguen merecen ser estudiados.

El caso de Mustafa Kemal Atatürk, en Turquía, es uno de esos ejemplos. En él se concentra la imagen de la lucha por la libertad nacional, un estado secular de derecho, una sociedad democrática y tolerante, una política exterior pacífica e incluso la creación de un nuevo alfabeto que facilitó la educación. No es sorprendente, por tanto, la omnipresencia de sus monumentos e imágenes en Turquía, ya que incluso aquellos sectores que no se consideran herederos de su legado se amparan en él para ganar aceptación pública.

Para comprender su importancia, es necesario comenzar en el punto más bajo de la historia moderna de Turquía. Al finalizar la Primera Guerra Mundial, el Imperio Otomano, que se había alineado con el bando perdedor, había colapsado, y las potencias victoriosas comenzaban a repartir los remanentes de su territorio, poblado por turcos. La capital estaba ocupada, y el débil gobierno del sultán se vio forzado a aceptar un tratado que desmembraba el Estado.

La mayoría del liderazgo militar estaba desprestigiado por su ineptitud y corrupción durante la guerra. Sin embargo, un oficial conocido por su honestidad, héroe por haber repelido la invasión británica en Gallípoli, decidió levantarse en armas contra esta situación. Tras una guerra civil y confrontaciones armadas y diplomáticas con las potencias ocupantes, se logró reconstruir el Estado turco.

Este fue un logro significativo, ya que a diferencia de otros imperios que colapsaron tras la Primera Guerra Mundial, como el ruso, el austriaco o el alemán, Turquía logró preservar su integridad. Alemania nació como república bajo la sombra de una derrota, el Imperio Ruso se reconstruyó de manera autoritaria en su forma soviética, y el Imperio Austrohúngaro se fragmentó en una región deprimida y diseminada. En cambio, Turquía logró construir una identidad nueva, centrada en la nacionalidad y desvinculada de las viejas aspiraciones imperiales, lo que le permitió evitar caer en las tentaciones del expansionismo fascista.

El mayor logro de Atatürk se dio en el ámbito de la política interior. El sistema de gobierno musulmán tradicional, centrado en la figura del califa, subyugaba la autoridad religiosa al poder político, lo que hacía imposible la construcción de un estado moderno. Al abolir el califato y establecer una clara separación entre religión y política (siguiendo un modelo similar al latinoamericano), Atatürk pudo orientar el estado hacia el desarrollo y la modernización.

Este impulso modernizador no solo se tradujo en nuevas estructuras políticas y administrativas, sino también en un cambio profundo en las costumbres y apariencias. Atatürk promovió la modernización de la vestimenta y, paralelamente, implementó importantes reformas en la legislación y las prácticas administrativas. Un hito fundamental fue la adopción del alfabeto latino en lugar del árabe, una escritura más adecuada para el idioma turco y mucho más fácil de aprender. Esta reforma permitió triplicar la tasa de alfabetización en poco más de una década.

El progreso también fue social. Turquía, que en sus primeros años de la República era una sociedad atrasada en términos de derechos de las mujeres, se convirtió en los años 30 en un referente de derechos civiles e igualdad de género. Atatürk no tuvo hijos biológicos, pero adoptó como mentor a 17 niñas, apoyándolas en su educación desde temprana edad. Estas jóvenes llegaron a convertirse en aviadoras, científicas y profesionales en campos que aún en países más avanzados eran inaccesibles para las mujeres.

Como toda carrera esta tuvo sus controversias. Los nacionalismos extremos de la primera mitad del siglo XX, eran represivos con las minorías étnicas y culturales.  La democracia teórica no llegó a ser una realidad hasta el futuro.  La laicidad del Estado y las expresiones religiosas de la población han tenido un proceso de conciliación lento. Y se creó una función tutelar de las fuerzas armadas como garante del estado secular, que ha invitado a los golpes de estado y regímenes de fuerza.

Con todo esto podemos decir que una nación con cargas históricas severas, limitaciones culturales y religiosas, y niveles educativos y de progreso material muy bajos originales, sentó las bases para un progreso sostenido y pacífico a lo largo de muchas décadas.  Esto le ha permitido construir una sociedad moderna en un entorno difícil.

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